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La casa de los Peláez | Capítulo 13: Desenlace

Última entrega de la novela humorística por entregas sobre el confinamiento. Aquí puede leer, además, todas las anteriores

La familia Peláez
ENRIQUE FLORES

Me figuro que a vosotros, como al que suscribe estas líneas, también os admira la templanza de Germán López, de López&López, Asesores de La Corona, y os habéis sentido atraídos por su arrojo y por el vigor de sus convicciones. No es algo que me cause maravilla: así como en la tempestad el angustiado náufrago ase (del verbo asir) el providencial leño, en tiempos de incertidumbre y zozobra los desamparados buscan refugio y los afligidos, contento.

Nuestros Peláez tampoco son inmunes a los encantos del asesor de La Zarzuela, cuyo verbo florido embelesa sus voluntades. Si bien es cierto que los poderosos y quienes los frecuentan parecen investidos de un aura sobrenatural que los hace casi divinos, en el caso de López no es su familiaridad con las monarquías europeas o sus contactos con los servicios secretos de todo el mundo lo que cautiva el ánimo de los Peláez, sino su agudeza de ingenio y su deleitosa conversación.

Miriam, que hasta el momento —el momento en el que su madre saca unas cervecitas y unas patatas fritas, y el asesor se quita la escafandra y se relaja— bebía los vientos por Juanfran y solo ansiaba su pronta liberación, va sintiendo por López una creciente e inexplicable afición. Sus audaces razonamientos sobre el feminismo ecologista post-conservador y la formulación de su teoría de las varices como disidencia cultural lo convierten a sus ojos en un adalid de la nueva masculinidad, y se enamora perdidamente de él.

Iván, encaprichado de Ortega-Smith, o como se llame su misterioso contrincante de Call of Duty, lo escucha fascinado disertar sobre LoL, Counter-Strike y otros eSports. Cuando ambos van a la cocina a por más cerveza y López le confiesa, mirándolo como no lo ha mirado nadie en corta vida, que, de no haberse convertido en asesor de La Zarzuela, habría sido caster de Fortnite, Iván se rinde a su persuasión y encanto.

Aunque Dori se encandila con la selección de anécdotas reales y chascarrillos aristocráticos que Germán López confecciona especialmente para ella, no le desagrada en absoluto que el asesor le mire con descaro el canalillo cuando ella se inclina a coger una patata frita.

Incluso Adolfo, tan poco dado a sentir interés por otro sexo que no sea el femenino, descubre en Germán López un semejante, un hermano o, mejor dicho, un cuñado; un cuñado prodigioso, cuyo análisis de la dramática situación que vive España coincide punto por punto con el suyo y se resume en dos apotegmas: la culpa de todo la tienen Pedro Sánchez o Pablo Iglesias y el coronavirus es un bicho que han fabricado los chinos.

—Este tío es un máquina —sentencia el cabeza de familia.

El abuelo, que ya puede entrar y salir de su celda libremente, ha asistido en secreto a la improvisada francachela; y en varias ocasiones ha estado a punto de irrumpir en el salón, encolerizado por las fementidas palabras del asesor de la Zarzuela. Él es el único miembro de la familia que no se queda complacido y admirado cuando López se marcha de regreso a La Casa, sino escamado y receloso o, como vulgarmente se dice, con la mosca detrás de la oreja.

Pero esa es otra historia, que requiere más tiempo y mayor espacio; de ella os hablaré en una próxima ocasión. Hasta entonces os deseo salud a todos y muchas gracias.

Antonio Orejudo es escritor. Autor de Ventajas de viajar en tren, recientemente adaptada al cine, sus últimos libros son Los cinco y yo (Tusquets, 2017) y Grandes éxitos (Tusquets, 2018).

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