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La casa de los Peláez | Capítulo 11: Perreo

La familia ve el contenido del ‘pendrive’ y este incluye una sorpresa. O no. Undécima entrega de la novela humorística por entregas sobre el confinamiento

La familia Peláez
ENRIQUE FLORES

Aunque el pudor y, por qué no decirlo, mis firmes convicciones monárquicas refrenan la pluma, voy a cumplir con mi obligación y a describir fidedignamente las imágenes que aquella noche contemplan los Peláez.

0:00. A juzgar por la intermitencia de las luces y por el reguetón que suena de fondo, la filmación tiene lugar en el interior de una sala de fiestas. Las imágenes, grabadas con un teléfono móvil de gama media, muestran de espaldas a un varón caucásico de aproximadamente 1,85 m. de estatura, 90 kilos de peso y edad avanzada. Peinado hacia atrás, el cabello clarea a la altura de la coronilla, aunque caracolea al llegar a la nuca. Viste pantalón oscuro, demasiado ceñido, zapatillas blancas de deporte y una camiseta de baloncesto de color amarillo con la leyenda CORONAVIRUS y el número 69, una inscripción sorprendente toda vez que el vídeo fue grabado hace 8 años, en la madrugada del 13 de abril de 2012. Con el brazo derecho apoyado en la barra, ingiere a intervalos irregulares un refresco, o combinado, servido en un vaso de tubo, que sujeta con la mano izquierda. Al parar la imagen, los Peláez advierten que en el dedo meñique luce un magnífico camafeo, engastado en un metal indeterminado, aunque probablemente precioso.

00:37. El individuo se aproxima a una mujer joven, que como él se encuentra consumiendo una bebida y marcando con ligeros movimientos de cabeza el ritmo del reguetón. Tras una breve conversación, la muchacha rehúsa su compañía. La misma operación se repite en varias ocasiones y en todas ellas es rechazado con irritación y fastidio.

05:03. El individuo parece reconocer los compases de Me Tienes Loco, de J. Álvarez y Jory Boy, y se encamina hacia la zona de baile. Al girarse, los Peláez paran la imagen: aunque se encuentra bajo techo y la iluminación de local es muy tenue, el individuo oculta sus ojos tras unas gafas modelo Aviator de la casa Ray Ban, que no impiden asignarle unos 70 años de edad, llevados eso sí con una excelente forma física. Colgando del cuello, varias cadenas doradas le engalanan el pecho, cuyo vello asoma por el escote de la camiseta de baloncesto.

05:13. En la pista, personas de diferentes sexos contonean sus caderas simulando coitos caninos, en un tipo de danza que recibe por esta característica el nombre de perreo. Se repite la misma situación que en la barra: el individuo se acerca a varias mujeres con la intención de formar con ellas pareja de baile, pero en todos los casos es rechazado.

08:56. A partir de ese minuto las imágenes son confusas, y los Peláez tienen que verlas varias veces para comprender lo que sucede. El individuo, que en opinión de Miriam mueve la cadera con demasiada agresividad para la preceptiva del género, se queda de pronto rígido, como clavado, y cae de rodillas.

09:15. Desde diferentes puntos de la sala de fiesta varios hombres, unos con traje y otros con indumentaria más informal y mucha quincalla, acuden a auxiliarlo en una exhalación. Mientras unos lo levantan; otros, desencajados, hablan a través de un pinganillo disimulado; y entre todos se lo llevan de allí.

En mi humilde opinión, nada de lo que se ve en esas imágenes justifica la apresurada conclusión de Iván, formulada de viva voz cuando los Peláez terminan de ver el vídeo:

—Hostia puta, es el emérito.

Mañana, 12. Cuestión de Estado.

Antonio Orejudo es escritor. Autor de Ventajas de viajar en tren, recientemente adaptada al cine, sus últimos libros son Los cinco y yo (Tusquets, 2017) y Grandes éxitos (Tusquets, 2018).

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