Adam Driver, un ‘exmarine’ curtido en el cine de autor
El actor, que empezó en la serie 'Girls', trabaja con los mejores directores 'indies' a la vez que encarna a Kylo Ren, el villano de 'Star Wars'
Cuando Adam Driver (San Diego, 36 años) se sienta delante del periodista, uno piensa en dos dichos populares: “Tonterías, las justas” y “Al pan, pan; y al vino, vino”. Sonríe, cierto, pero con la mirada marca distancia. Su físico, muy contundente, le ayuda a imponer respeto. Reirá en algún momento, causando sorpresa en la audiencia. En las entrevistas con la prensa española durante la presentación en el festival de Cannes del año pasado de El hombre que mató a Don Quijote, dio muestra de su cintura. Durante la charla con tres periodistas, una reportera se levantó y se marchó, él, sin cambiar su tono monocorde ni el rostro serio, metió una morcilla en mitad de su frase: “...y entonces la actuación, eh, no parece que le gusten mis respuestas, se hace...”.
Driver se toma las cosas en serio, respeta la interpretación y trabaja de forma muy disciplinada, aseguran quienes le conocieron en aquel rodaje en España. Puede que fuera ya parte de su carácter o que se lo inocularan en su entrenamiento con los marines, pero esa seriedad con que encara la vida le ha ayudado a tener el mejor currículo posible del cine de autor. Hoy se le puede ver triunfando en Historia de un matrimonio, protagonizando The Report en Amazon, y está a cuatro días de reventar las taquillas con Star Wars: el ascenso de Skywalker.
El actor no lleva ni 10 años en el cine y ya ha actuado a las órdenes de Steven Soderbergh, Steven Spielberg, Clint Eastwood, los hermanos Coen, Jeff Nichols, Jim Jarmusch —en Paterson y Los muertos no mueren—, Spike Lee (con su Infiltrado en el KKKlan logró su candidatura al Oscar al mejor actor secundario), Martin Scorsese, Terry Gilliam y en cuatro películas de Noah Baumbach: la última es precisamente Historia de un matrimonio. Por si le faltara algún sello a su tarjeta platino de actor indie, ha rodado un musical, Annette, con el francés Leos Carax, prepara una película histórica dirigida por Ridley Scott y escrita por Ben Affleck y Matt Damon, y se pasó la pasada primavera representando en Broadway Burn This, obra que en su estreno hace tres décadas protagonizó John Malkovich, y con la que Driver ha sido candidato al Tony.
Y por supuesto, está su Kylo Ren, el hijo maldito de Star Wars, el villano torturado por sus dudas internas en la saga que ahora se clausura con El ascenso de Skywalker. “Yo soy un actor muy neoyorquino”, asegura Driver, que vive en Brooklyn junto a su esposa, la también actriz Joanne Tucker, y su hijo. “Lucho por mantener mi privacidad [de su hijo no se conocía la existencia hasta hace pocos meses y por un descuido de la hermana de Tucker en redes sociales]. Mi trabajo es ser un espía, lo que conlleva también tener una vida y acumular experiencias. Pero cuando estás constantemente bajo los focos, es muy difícil lograrlo”. Misión cumplida.
Muy reservado
Mariela Besuievsky es la productora de El hombre que mató a Don Quijote, de Gilliam. Recuerda que Driver vivió tres meses en España: “Muy meticuloso, se concentró mucho en meterse en su papel. Tanto que con parte del equipo tuvo poca relación, ya que él estaba centrado en su trabajo, y se encerraba en su caravana”. Su familia le acompañó en las semanas de filmación en Navarra. “Driver es muy reservado con su vida privada”, asegura Besuievsky, de Tornasol Films, que también destaca su insistencia en rodar él mismo las secuencias que incluían montar a caballo o burro o pilotar una moto. “No dejó que las hiciera ningún especialista, aunque los responsables de efectos intentaron disuadirle”.
Del actor subraya su disciplina en mantenerse concentrado en su personaje y en hacer deporte todos los días, fuera cual fuera su plan de rodaje. “Desde luego, ahí estaba el alma del marine. Driver es un ejemplo de enorme talento, que se ve en pantalla”, resume la productora.
Sin embargo, no iba por buen camino en 2003, cuando en un campo de entrenamiento del 81º pelotón de la compañía Weapons, del primer regimiento del primer batallón del cuerpo de Marine, Driver se planteó qué estaba haciendo allí. Se había alistado voluntario tras el 11-S, por un sentimiento de defensa de su país más que de venganza (“Ni ponía rostro al enemigo ni nunca pensé mal de los musulmanes”), y de repente sintió que la vida militar no era lo que deseaba. “Yo solo quería hacer dos cosas: fumar y actuar”, contaba en octubre en The New Yorker, en un artículo que describe su cara como digna de un moái de la isla de Pascua.
Hasta ese cuartel en California había llegado tras un viaje vital sinuoso. Hijo de un ministro baptista, su madre tocaba el piano en la iglesia. Se divorciaron cuando Driver tenía siete años y su madre Nancy, Adam y su hermana mayor se mudaron a la casa de los abuelos maternos en Mishawaka (Indiana). El actor, que recuerda esa infancia de forma feliz, no volvió a ver mucho a su padre, y por eso aceptó su papel en Historia de un matrimonio: porque su Charlie se comporta de manera opuesta a su progenitor real y batalla por la custodia de su hijo.
En Mishawaka su madre se casó de nuevo —con el novio de su juventud—, y Driver empezó a jugar con la idea de ser actor. Tanto que se plantó en la prestigiosa escuela neoyorquina Juilliard a los 17 años, donde fue rechazado. Decidió coger sus ahorros, lanzarse a la carretera y plantarse en Hollywood: duró una semana, lo que sus ahorros. Y llegó el 11-S.
Después de tres años en los marines, se licenció tras un accidente de bicicleta de montaña en el que se destrozó el esternón. Lo intentó por segunda vez en Juilliard, donde esta vez sí fue aceptado. Al graduarse, tomó dos sabias decisiones: no alejarse del teatro y aceptar el personaje del novio inestable de Lena Dunham en la serie de HBO Girls, su plataforma de lanzamiento. “No tengo ningún plan premeditado. Escojo según me van llegando los guiones. Y me rijo por este orden: el cineasta, si yo le sirvo a ese director, el guion y el reparto”, contaba en Cannes.
Pronunciación peculiar
Su estilo, sus decisiones, incluso su físico recuerdan más a la hornada de actores de los años setenta como Pacino, Hoffman o De Niro, que a sus compañeros reales de generación. También es llamativa su pronunciación, muy peculiar, mezcla de acentos, un tono que ha enamorado a todos los realizadores con los que ha trabajado.
En enero, Driver podría obtener su primer Globo de Oro y su segunda nominación al Oscar, esta vez como protagonista, por Historia de un matrimonio. Su trabajo en el cine más comercial, en Star Wars: el ascenso de Skywalker, llega a las salas de todo el mundo el jueves. Driver odia ver sus películas, le gustan los proyectos que le exigen retos físicos, y le hizo gracia un detalle de su estancia en España: “El equipo español resultó tan profesional como acogedor, amistoso, como en realidad debería de ser siempre. Viví en Madrid durante el rodaje y, efectivamente, confirmé que nunca dormís”.
Babelia
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