Peter Handke: “La risa despectiva proviene de la ignorancia”
El escritor pronuncia en Estocolmo un discurso con un tono entre lo aforístico y lo filosófico
Jugaba el joven Peter Handke de los años 60, el de Insultos al público o Autodifamación, a mantener radicales enfrentamientos contra las convenciones literarias y hasta contra la sociedad, un espíritu que aún coleaba la tarde del pasado viernes cuando se revolvió contra la prensa que le preguntó sobre su posición proserbia a mediados de los 90. Pero el discurso que un Premio Nobel de Literatura pronuncia pocos días antes de la entrega del galardón es de los que quedan para la historia universal de las letras y Handke, laureado en 2019, era ayer en Estocolmo muy consciente de ello. Por eso, en la Academia Sueca, aunque más formal, no pudo sustraerse del todo a aquellos orígenes, que aun marcan hoy su carácter, personal y literario. Las historias de su madre, mayormente reales, lo explican, según confesó, casi todo.
Con chaqueta, pero sin corbata (que, en realidad, no hubiera encajado con la camisa estampada), Handke fue relativamente breve en su discurso de aceptación del Nobel, de trasunto casi filosófico, de aforismo espiritual, gracias a sus frases cortas. “Jugar el juego. Busca desafíos; participa y al diablo con ganar; muestra tus ojos, invita a otros a mirar profundamente; déjate fracasar; no tomes decisiones por las que no te sientas emocionado; sumérgete en lugares desiertos…”. Así arrancó. Paracía un autorretrato, pero eran fragmentos de su largo poema dramático Por los pueblos.
En pocos minutos, como buen narrador, había creado un clima ante el público entre el que, por vez primera vez no había periodistas. Si esos versos eran la planta que había brotado, generoso mostró la semilla: los pequeños retazos “que mi madre me contaba, una y otra vez, acerca de la gente de su aldea, narraciones cortas, que sonaban como ‘los acontecimientos únicos’, para usar la frase de Goethe”, dijo citando al alemán, a quien el jurado del Nobel mencionó al anunciar el fallo del jurado en octubre.
Handke, hijo de una mujer eslovena y de un soldado alemán —a quien no conoció hasta ser adulto—, citó dos episodios "decisivos" en su vocación de escritor. El primero, el del hermano menor de su madre, Hans, que escapó una noche del seminario y llegó a casa de madrugada, pero a la que no entró hasta bien entrado el día, barriendo sin descanso el patio porque era sábado; “y esa era la regla del sábado: barrer”. Hans no regresó al seminario, y esa escapada dice Handke que recorre toda su obra: “Son mis excursiones narrativas o expediciones de un solo hombre”.
El segundo episodio lo protagonizó su tío mayor durante la Segunda Guerra Mundial. Al regresar a casa tras un permiso del frente ruso, sabe de la muerte del hermano menor, ero no lo contó a nadie hasta el día en el que marchó de nuevo al frente, donde falleció poco después también él.
En su ejercicio de viaje a los orígenes literarios, Handke rescató también las obras de arte, que le proporcionaron “las formas esenciales, los mitos, las oscilaciones y el impulso que me permitieron encontrar el ímpetu para mi carrera de escritor”. Y ahí citó películas, “sobre todo los westerns de John Ford y easterns de Yasujiro Ozu”, y hasta canciones, “eventualmente, por ejemplo, las de Johnny Cash y Leonard Cohen”. Y aún antes, de niño, le influyó “la letanía religiosa eslovena-eslava que escuché bajo los arcos románicos de la iglesia cercana a la aldea”. Contó que aún hoy, le "conmueven y animan" a los 77 años.
Como si fuera dando puntadas, fue descubriendo jirones tácitos de su ideario en una letanía de aforismos, fácilmente identificables con su producción literaria y su biografía: "La paz y la tranquilidad no duran"; "la naturaleza es la única promesa en la que se puede confiar, sin embargo, no puede ser refugio ni escape"; "¿No ha dejado atrás su guerra? Bueno, refuerce el presente pacífico y muestre la serenidad de los sobrevivientes"; "No le muestre a sus descendientes el perfil del diablo"; "Mantén tu distancia del poder que se presenta como poder"; "¡Nuestro arte debe aspirar a clamar los cielos!"; "La risa despectiva que recibes proviene de la ignorancia: es el sonajero de los cadáveres de almas". El público ponía o quitaba metasignificados relacionados con la polémica que ha suscitado su postura sobre la Guerra de los Balcanes.
Handke acabó recordando dos acontecimientos que vivió hace poco en Noruega: el primero, con uno de sus guardaespaldas en Oslo recitando tiernos poemas de amor; el otro, ver a un joven frente al escaparate de una librería desde donde contemplaba, feliz en la solitaria y oscura medianoche, su primer libro publicado. Un final puro Handke.
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