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Leonardo llega al Louvre sin el ‘Salvator Mundi’

El cuadro más caro del mundo no figura en la exposición que el museo parisiense consagra al pintor en el 500ª aniversario de su muerte

Álex Vicente
'La Belle Ferronnière', de Da Vinci, cuadro perteneciente al Louvre.
'La Belle Ferronnière', de Da Vinci, cuadro perteneciente al Louvre.

Después de diez años de preparativos, el Louvre inaugurará el próximo jueves la mayor exposición dedicada a la pintura y el dibujo de Leonardo da Vinci que haya tenido lugar hasta la fecha. La muestra, organizada con motivo del 500º aniversario de la muerte del genio renacentista, concentrará 10 de sus cuadros –o más bien 11, si se le suma La Gioconda, que permanecerá en la recién renovada Sala de los Estados–, además de 88 dibujos y una veintena de manuscritos, sumados a un puñado de lienzos de sus contemporáneos. Aun así, las ausencias dieron más que hablar que esta asombrosa suma de botines en la visita previa para los medios que organizó ayer el museo.

En las salas de la muestra, prácticamente finalizada a pocos días de la apertura, no figuraban ni el Hombre de Vitruvio, todavía retenido en Italia pese a que la justicia haya autorizado su préstamo, ni el Salvator Mundi, vendido por la cifra récord de 450 millones de dólares (380 millones de euros) al príncipe saudí Bader al Saud en 2017. Los responsables de la muestra aseguran que el mítico estudio anatómico llegará a París “en los próximos días”. La posibilidad de ver llegar el codiciado retrato parece, en cambio, menos probable. “Hemos mantenido la petición de préstamo y todavía quedan unos días para la inauguración”, decía ayer, con optimismo algo impostado, el comisario de la muestra, Vincent Delieuvin, conservador de pintura italiana del Louvre. “Si termina llegando estaremos felices. Pero, si no es así, la reunión de estas 162 obras ya es suficientemente impresionante”, añadía sobre una muestra que podrá visitarse en el Louvre hasta el 24 de febrero (solo con entradas reservadas por Internet, para evitar las previsibles aglomeraciones). La atribución del cuadro ha despertado dudas entre algunos especialistas. El museo parisiense asegura que sentará cátedra sobre su autoría cuando haya podido inspeccionar el lienzo. “Si la obra viene al Louvre, los comisarios se pronunciarán sobre la cuestión”, precisaba ayer el conservador jefe de pintura del museo, Sébastien Allard, erguido junto a la Madona Benois, un préstamo excepcional del Hermitage.

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La exposición sí concentra otra versión del Salvator Mundi, propiedad de una colección privada y atribuida al taller del artista. Además de los cinco leonardos que posee el Louvre en su colección, como La Belle Ferronnière o San Juan Bautista, la muestra ha logrado préstamos como El músico (de la Pinacoteca Ambrosiana), La despeinada (de la Galería Nacional de Parma) o el llamado Cartón de Burlington, cedido por la National Gallery de Londres. En cambio, no aparecen obras como la Ginevra de Benci, que permanece en Washington, o La dama del armiño, que seguirá expuesta en Cracovia. Por motivos de conservación, tampoco se solicitaron lienzos como La adoración de los magos, cuyo estado es delicado.

A quienes esperaban una retrospectiva con aires de blockbuster definitivo, el Louvre les responde con una muestra sobria y erudita, que cede un lugar protagonista al proceso creativo del artista y a la drástica evolución de su técnica gráfica y pictórica. En sus pasillos cuelgan abundantes estudios previos y reflectografías infrarrojas, método que revela las capas escondidas bajo la pintura, lo que permite visualizar los cambios realizados por el pintor durante la concepción de sus obras. La primera sala ya se distancia de las expectativas. La muestra no arranca con un gran formato cautivador, sino con un bronce de Andrea del Verrocchio, gran escultor del siglo XV, en cuyo taller florentino Leonardo estudió el movimiento y el claroscuro. A su alrededor, cuelgan estudios sobre el drapeado que el aprendiz realizó hacia 1473.

“Cuando un museo habla de un artista conocido, se da por sentado que tiene la cínica ambición de ganar dinero. Esta exposición demuestra que eso es falso”, respondía ayer Allard, subrayando que el museo ha hecho una apuesta por “la seriedad” de sus tesis científicas y no por el mero espectáculo. La principal es que la pintura sigue siendo fundamental para entender su poliédrica obra. “Desde hace medio siglo se ha presentado su obra de manera fragmentada. Se ha hablado más del arquitecto o del científico que del pintor, porque parecía reductor presentarlo así. Queremos recordar que la pintura siempre fue su puerta de acceso al conocimiento”.

El recorrido de la exposición refleja a un artista empeñado en alejarse de las convenciones para inventar una nueva manera de pintar. “Se distancia del imperativo de la forma perfecta, porque se da cuenta de que eso supondrá la muerte de la pintura, al ser una forma inmóvil”, señala Delieuvin. Leonardo emprende entonces su conquista del movimiento sobre el lienzo. Las finas capas de óleo del sfumato le permitirán “reproducir la vibración de la vida”, en palabras del comisario, que recuerda que sus cuadros causaron “terror” en una época que desconocía la imagen en movimiento. “Abrió los ojos a sus contemporáneos sobre el poder de la obra inacabada, inaugurando una vía que conducirá hacia la abstracción en el siglo XX”, añade Delieuvin.

Nadie negaba ayer que los preparativos han sido especialmente arduos. Allard no dudaba en calificarla como la exposición “más difícil” en la historia del museo. “Las obras son escasas y frágiles. Es un proyecto muy caro que era esperado con expectación, pero también suspicacia”. ¿Alguna vez se planteó dejarlo correr? “No, porque el Louvre nunca se rinde”, zanja el conservador jefe. A esas dificultades se les sumó la polémica generada por la reticencia del Gobierno italiano a mandar sus obras a París, seguida del recurso judicial de una asociación veneciana que intentó frenar estos préstamos. “Lamento la polémica, pero Italia ha acabado siendo nuestro principal socio en el proyecto”, recuerda Allard. “Hemos tenido dificultades. Pero, en el fondo, son las mismas que vive la propia Europa”.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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