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Crítica | Géminis
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El rejuvenecimiento digital

Narrativamente, 'Géminis', película entre la acción, la ciencia ficción y el espionaje, es un desastre

Fotograma de 'Géminis'. En vídeo, un avance de la película.
Javier Ocaña

He aquí una película basada única y exclusivamente en dos retos tecnológicos. El primero, tan de capa caída que donde algunos creían que estaba el futuro del cine solo está el más añejo pasado: las tres dimensiones con seres humanos reales. El segundo, aún por dilucidar pues estamos ante las primeras tentativas serias: el de la creación de personajes a partir de intérpretes reales, pero desarrollados completamente con imágenes generadas digitalmente en el ordenador (CGI), incluyendo el rejuvenecimiento del rostro. Por lo demás, es decir, narrativamente, Géminis, película entre la acción, la ciencia ficción y el espionaje, es un desastre. 

'GÉMINIS'

Dirección: Ang Lee.

Intérpretes: Will Smith, Clive Owen, Mary Elizabeth Winstead, Benedict Wong.

Género: acción. EE UU, 2019.

Duración: 117 minutos.

Cuentan que los responsables iniciales de Géminis, los de producción, llevan queriendo hacerla desde 1997. Desde entonces, es evidente que la tecnología ha mejorado lo suficiente como para poder clonar a Will Smith en un segundo personaje 30 años más joven con enorme credibilidad. Y, sin embargo, han tenido casi 25 años para mejorar un guion esquelético e infumable y no lo han hecho, pese a la presencia de pesos pesados como David Benioff, Andrew Niccol y Billy Ray, que se supone que han ido pasando por la escritura del relato en distintas épocas sin haber aportado nada en concreto. 

A pesar del paso del tiempo desde Avatar, aquella gran esperanza baldía, el 3D en escenarios naturales, con variados personajes en el encuadre, sigue teniendo problemas de tamaños y de enfoque. O se cambia la puesta en escena convencional, o en determinados momentos queda la impresión de cierta calcomanía colorista sobre fondo tenue. Cierto que en alguna secuencia de acción puede haber algún momento espectacular, como ocurre en Géminis, pero son estallidos puntuales en un conjunto incluso feo en lo visual. Porque, además, Ang Lee, el director finalmente encargado del proyecto, experimentado en el 3D con La vida de Pi, sigue empeñado en ese hiperrealismo en 4K, a 120 fotogramas por segundo (lo normal, ya saben, son 24), también practicado en Billy Lynn, que acaba otorgando una imagen de gran resolución, de extraordinaria claridad, pero que paradójicamente huele a vídeo digital y no sabe a cine.

Asunto distinto es el CGI de rejuvenecimiento del personaje, donde habría que diferenciar las secuencias nocturnas o de interior poco iluminado, y las de exterior diurno. En las dos primeras posibilidades, el joven clon de Will Smith es de una enorme credibilidad, y no solo en su apariencia física, también en su gestualidad, incluida la mirada. Y eso ocurre en casi todo el metraje. Pero, ojo, porque en el epílogo, en pleno día, los movimientos faciales del joven Smith sí que cantan a efecto digital, y la sensación es un tanto risible.

Quizá el inminente estreno de El irlandés, de Martin Scorsese, donde también se ha practicado el rejuvenecimiento del rostro mediante CGI, dé alguna pista más sobre si la técnica ha llegado para quedarse, con sus consiguientes peligros para la interpretación, incluso morales, o es solo un contrasentido técnico más en un arte como el del cine.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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