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Cómo mezclar música y ecología, según la banda Crystal Fighters

Los británicos ofrecen un concierto y participan en una limpieza de la playa de Bermeo

Xavi Sancho
Gilbert Vierich y Sebastian Pringle, del grupo Crystal Fighters, este jueves limpiando la playa de Bermeo, Bizkaia.
Gilbert Vierich y Sebastian Pringle, del grupo Crystal Fighters, este jueves limpiando la playa de Bermeo, Bizkaia.Fernando Domingo-Aldama

El jueves a las seis de la tarde se esperaba a la banda Crystal Fighters en el centro de Bermeo (Bizkaia), donde rebautizados como Vidrio Fighters iban a participar en un concierto de txalaparta. Con esta acción arrancaban dos días en que el combo británico, liderado por Sebastian Pringle y Gilbert Vierich, pretendía escenificar la secuela de aquella cave rave que orquestaron hace seis años en las cuevas de Zugarramurdi. En esta ocasión, el nombre del evento era Wave Rave y se articulaba alrededor del reciclaje de cristal y la limpieza de las playas. Aliados con su sello discográfico y la organización Ecovidrio, los británicos debían actuar en esa celebración de folklore local, luego en la inauguración del festival Bay of Biskay junto a Hinds, Belako o Bad Gyal haciendo de DJ.

El viernes por la mañana, ellos, junto a un puñado de influencers y fans de la banda, debían terminar el evento descendiendo hasta la playa de Aritxatxu para limpiarla de residuos. Pero el asunto empezó mal. “Nos quedamos atrapados en Valencia. El avión tuvo que desalojarse porque no funcionaba el aire acondicionado. Luego no había combinaciones. Se barajó incluso la posibilidad de coger un jet privado o incluso un helicóptero, pero fue imposible”, explicó Vierich.

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Finalmente, Vidrio Fighters —este cambio de nombre es la primera vez que sucede por motivos medioambientales en la historia del rock— llegaron a Bermeo ya entrada la noche y saltaron al escenario dos horas más tarde de lo previsto. “Pero no pasa nada. Bad Gyal nos intercambió el orden y fue genial tenerla calentando la pista”, recuerda Sebastian.

Surgidos hace una década, Crystal Fighters arrancaron como una especie de comuna que fabricaba una música entre el indie, la electrónica, la catarsis hippie y el folklore vasco. El suyo era un saludo al sol con bailecito. Incluir la txalaparta en algunos de sus temas les abrió las puertas del mercado vasco, primero, y del resto de España, después.

En marzo, ya reducidos a trío, lanzaban Gaia and Friends, su disco más de global. “Nos emociona mucho tener artistas como Soledad Vélez o Bomba Estéreo en el disco, lanzar temas en quechua o incluir grabaciones que hemos hecho por todo el mundo, en playas y bosques. Pasamos tiempo luego en el estudio, pero esa parte de dar la vuelta al mundo conociendo gente y grabando canciones es mágica”, apunta Sebastian, quien admite que este largo es el primero en el que se ha explicitado la vocación por ser una banda planetaria.

También es su primera referencia editada a través de una multinacional. “Nos daba miedo. No queríamos perder nuestra independencia y el control sobre nuestra música. Pero hablamos con el sello y vimos que nos iban a dar libertad, nos iban a permitir hacer y decir lo que deseáramos. Al final es una plataforma como otra para llegar a más gente y que tu mensaje llegue más lejos”.

Hasta la playa de Bermeo, por ejemplo. Y en formato de arte alrededor de la sostenibilidad y el reciclaje. “Este tipo de acciones de concienciación con una banda como Crystal Fighters con miles de seguidores en todo el mundo son muy importantes, ya que el reciclaje de envases de vidrio es una suma de pequeños gestos muy sencillos que todos podemos hacer desde casa. Y en este caso, Crystal Fighters con su pequeño gesto ha querido dar un gran ejemplo a millones de hogares”, explica Julio Tinaquero, del departamento de comunicación de Ecovidrio.

Es la una de mediodía del viernes y en una pequeña la playa de Aritxatxu, Sebastian, Gilbert y unos 40 fans empapados recogen residuos de la arena rodeados de medios de comunicación. Por momentos, parece una de aquellas manifestaciones en las que hay que apartar a los fotógrafos para saber por qué se está protestando. Con unos miniglús —contenedores portátiles— con el nombre de los dos líderes de la banda e, incluso, caricaturas de sus rostros, los ingleses celebran que haya parado de llover.

Dan una entrevista a teles y agencias, firman autógrafos y posan sonrientes, porque el planeta se salva así, de buen rollo. Al cabo de una hora se van. “Es importante que los fans mantengan estos gestos de sostenibilidad en sus vidas privadas, pero este es un mensaje para el mundo”, recuerda Sebastian. “Los Gobiernos y las grandes empresas no parecen estar muy por la labor. Debemos ser conscientes de las cosas, pero el poder que tenemos para hacer que el mundo cambie es limitado”. Recogemos una colilla del suelo y nos despedimos.

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Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.

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