Muere Johnny Clegg, músico conocido como “El Zulú Blanco”
Luchador contra el 'apartheid', el artista difundió la cultura sudafricana con grupos multirraciales como Juluka y Savuka
Johnny Clegg falleció el martes 16 en su casa de Johannesburgo, a los 66 años, víctima de un cáncer de páncreas. Antropólogo de formación, quedó fascinado por la cultura zulú, que combinó con el rock y la música rural de los afrikaans blancos en los grupos Juluka y Savuka, aparte de lanzar varios discos bajo su nombre.
Hay músicas que resisten mal el paso del tiempo: Juluka y Savuka, al menos en sus lanzamientos internacionales, hoy suenan lastrados por los estilemas propios de las producciones del rock de los ochenta. Sin embargo, sus discos no transmitían fielmente la gozosa energía de sus directos, dinamizados por los espectaculares bailes de Clegg y sus compañeros negros. Aparte, estaba el ejemplo moral.
Jonathan Clegg había nacido en Inglaterra y conoció Rodesia e Israel antes de recalar en la Sudáfrica del apartheid. Allí descubrió que los trabajadores zulúes tenían una vida secreta: fuera del núcleo urbano de Johannesburgo, en sus miserables townships, mantenían sus costumbres tribales y habían desarrollado formidables estilos nuevos, como el mbaqanga y el jive.
De día, Johnny era un estudiante destacado. De noche, se escapaba con sus nuevos amigos a los barrios prohibidos. Más de una vez, fue detenido por estar en bares reservados para negros. A veces, servía la excusa de que estaba haciendo trabajo de campo sobre la cultura zulú; generalmente, recibía una reprimenda y una multa.
En complicidad con Sipho Mchunu, un músico zulú, aprendió el repertorio tradicional. Fue la base del grupo Juluka, un disparate desde el punto de vista legal: grabaron a partir de 1979 pero, como banda multirracial, no podían actuar. Se buscaban la vida organizando conciertos en recintos privados, que se difundían mediante el boca a oreja.
Las dificultades policiales y la deriva hacia el rock hicieron que Mchunu dejara el grupo; volvió a sus tierras ancestrales, para trabajar el campo. Juluka se reconvirtió en Savuka, con Dudu Zulu como bailarín principal. El inglés pasó a ser el idioma dominante en el repertorio, que se vistió con elementos celtas e instrumentos como la concertina, que se identificaba con la boeremusieek de los colonos blancos. Se conservaban, eso sí, los cánticos corales y los bailes
A mediados de los 80, la sucursal francesa de EMI decidió fichar a Clegg y sus compañeros. Allí se inventaron lo de “el zulú blanco”, un apodo que Johnny detestaba. La world music todavía no era un fenómeno comercial pero había curiosidad por todo lo que venía de Sudáfrica y más si en el escenario coincidían músicos blancos y negros. Según Clegg, no se habían planteado montar una banda política pero la política se impuso en su actividad musical. Canciones como Scatterlings of Africa y Asimbonanga (dedicada a Nelson Mandela) se colaron en las listas de éxitos y las discotecas de media Europa.
No todo fue risueño. El boicot cultural contra los productos sudafricanos afectó a Savuka, especialmente en el Reino Unido; fue una dulce venganza que Mandela, ya convertido en Presidente, saliera a bailar con el grupo en 1999. Tampoco se libraron de la violencia que ha marcado al país: Dudu Zulu murió en las llamadas “guerras del taxi”, cuando las mafias se disputaban el negocio del transporte público.
A mediados de los noventa, Clegg y Sipho Mchunu se volvieron a reunir y revivieron Juluka. El grupo giró y grabó; Johnny también inició una carrera en solitario. Abundaron los reconocimientos oficiales aunque, al detectarse su cáncer en 2015, Johnny Clegg limitó sus apariciones públicas.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.