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Crítica | Instinto maternal
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las dos madres

El filme tiene algo de afectado ejercicio de estilo situado en una suerte de limbo temporal, pero su juego dramático funciona pese a situarse por debajo de su muy ilustre referente

Veerle Baetens (izquierda) y Anne Coesens, en 'Instinto maternal'.
Veerle Baetens (izquierda) y Anne Coesens, en 'Instinto maternal'.

Unos movimientos de cámara envolventes que se dirían regidos por el signo de la espiral y una banda sonora en la que parece estar materializándose el espíritu de Bernard Herrmann bastan para que Instinto maternal, tercer largometraje de Olivier Masset-Depasse, deje clara cuál va a ser la clave estilística que permitirá entender sus imágenes. Que Hitchcock fuese considerado el maestro del suspense implica que, también y quizá ante todo, fue un gran orquestador de la manipulación emocional, capaz de asociar a cada cuerpo, objeto o espacio la impronta de la sospecha, o de la culpabilidad: así, la secuencia que abre esta película basada en la primera novela de Barbara Abel, publicada en 2002, induce una lectura acusadamente turbia de lo que acabará siendo algo más bien cotidiano y luminoso, pero que habrá condicionado de manera irremediable la mirada del espectador, activando su suspicacia hasta el desenlace.

INSTINTO MATERNAL

Dirección: Olivier Masset-Depasse.

Intérpretes: Veerle Baetens, Anne Coesens, Mehdi Nebbou, Luan Adam.

Género: thriller. Francia, 2018.

Duración: 97 minutos.

En otro momento de la película, una mano que no se atreve a culminar un gesto abrirá la grieta sobre la que se infiltrará la paranoia en una de las dos figuras principales de esta historia: dos vecinas tan bien avenidas que incluso los setos que separan sus jardines están comunicados por un pequeño hueco al que la cámara de Masset-Depasse insistirá en dotar de expresividad y valor simbólico. La accidental irrupción de la muerte enturbiará la relación entre esas dos mujeres, mientras los signos irán reorientando el favor y los temores del espectador de un personaje a otro. Con una paleta de colores propia de esas revistas de interiorismo y jardinería que nutrieron el imaginario de los melodramas de Douglas Sirk, Instinto maternal tiene algo de afectado ejercicio de estilo situado en una suerte de limbo temporal, pero su juego dramático funciona pese a situarse inevitablemente por debajo de su muy ilustre referente.

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