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“Tenemos en marcha guerras que parece que no acabarán nunca”

El alemán Daniel Kehlmann traza un inquietante paralelismo entre la Europa del XVII y la actual en su brillante y quijotesca última novela: 'Tyll'

Laura Fernández
El escritor alemán Daniel Kehlmann, el pasado mayo en Barcelona.
El escritor alemán Daniel Kehlmann, el pasado mayo en Barcelona.CRISTÓBAL CASTRO

Le comparan con Umberto Eco. A él le resulta halagador. Ian McEwan y Jeffrey Eugenides lo consideran su escritor alemán favorito. Él preferiría que hablase de él Cormac McCarthy. Aunque, evidentemente, no piensa quejarse. “Cuando estás en la cresta de la ola, cuesta darte cuenta de lo que ocurre a tu alrededor”, dice. No se refiere Daniel Kehlmann (MÚnich, 1975), a su propio éxito, imparable desde que en 2005 publicara La medición del mundo, hit internacional – se tradujo a 40 idiomas – e inicio de su consolidación astronómica como escritor – hoy en día en Alemania se diría que no tiene rival en cuanto a altura literaria y ambición –, sino a la posibilidad de que en su país se esté abandonando, poco a poco, la sesuda instrospección como vehículo narrativo y se empiecen a adoptar nuevas formas como, por ejemplo, la novela de aventuras. Porque eso precisamente es Tyll (Literatura Random House), su última novela, una novela de aventuras.

“Me había jurado no volver a hacer una novela histórica, pero supongo que no cumplo mis promesas. Cuando empecé a obsesionarme por la época en la que transcurre Tyll (la de la monstruosa Guerra de los 30 años, es decir, el siglo XVII), me dije que no había nada de malo en volver al género”, recuerda. De eso hace diez años. Hace diez años que Kehlmann se obsesionó con el miedo con el que se vivía en esos tiempos “de tremendas guerras religiosas”, en los que “aún se creía en la magia”, en que un conjuro podía parar cualquier cosa, y un maleficio destruirte. “De alguna forma subliminal fue como si me estuviera adelantando a lo que estaba por venir, porque si cuando empecé, el mundo parecía un lugar pacífico, a medida que iba avanzando en su escritura, se fue volviendo cada vez más y más violento”, dice. En cierto sentido, “cada vez más parecido a aquel del que estaba hablando”.

Como todo bufón, Tyll es una especie de sociópata, cuyo espíritu encarna, en la cultura pop, el payaso maldito Daniel Kehlmann

Es un soleado día de mayo en Barcelona. Kehlmann da sorbos a una taza de café. Acaba de llegar de Turín. Intenta explicar la importancia de Tyll, el protagonista, en la cultura germánica, y no solo germánica. “Es una figura arquetípica, un bufón, también conocido en Holanda y parte de Francia”, dice. Es habitual, apunta, que hoy en día se le utilice para todo tipo de material lúdico didáctico infantil, algo que, asegura, “desvirtúa por completo” la idea del personaje que él rescata en su novela. “El verdadero Tyll es divertido, sí, pero también es malvado y antisocial, hace cosas horribles sin razón. Como todo bufón es una especie de sociópata, cuyo espíritu encarna, en la cultura pop, el payaso maldito”, relata el escritor. Pero ¿qué ocurre exactamente en Tyll, y por qué necesitaba rescatar esa figura arquetípica para contar, de una manera también decididamente pop, la Guerra de los 30 años? “Si lo llevo del siglo XIII, en el que vivió, al XVII, es porque lo necesitaba para contar la historia”, contesta.

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Y en lo que la historia consiste es una suerte de biografía del personaje en cuestión, atravesada por todo tipo de monstruosos acontecimientos – desde el juicio por brujo a su padre, en un tribunal de la Inquisición, a un episodio protagonizado por María Estuardo, la reina a la que, dicen, decapitaron tres veces –, que describen un periodo que, para Kehlmann, tiene mucho que ver con el nuestro. “Si nos fijamos, ¿qué ocurrió antes de todas esas grandes guerras religiosas del siglo XVII? Se inventó la imprenta. Europa se llenó por primera vez de octavillas. La gente empezó a volverse loca. Estaban inundados de propaganda política e ideológica. Necesitamos de un tiempo largo para asimilar todo aquello. De la misma manera que hoy en día necesitamos asimilar la explosión de información de las redes sociales. El mundo está inundado de propaganda otra vez hoy en día. Y tenemos en marcha guerras que parece que no vayan a acabar nunca”, dice.

Se refiere a la guerra en Siria, a la que compara, directamente, con la Guerra de los 30 años. “Es sumamente difícil, en ambas, determinar qué papel juega la religión, pero sabes que es un papel destacado. En ningún caso se ve el fin, no se sabe cómo ganarla, como no se supo en la Guerra de los 30 años, pero para las fuerzas que intervienen, es más costoso por sus intereses, darla por terminada, que continuar, así que simplemente continúan sin que nada tenga ya sentido”, asegura. Influido a la vez por Cormac McCarthy – “en su Meridiano de sangre pensaba a la hora de describir una época tan arcaica y brutal, esa forma de estar perdido en un paisaje descorazonador y a la vez en peligro constante”, apunta – , el realismo mágico y un sentido del humor que no resultara ajeno a los lectores de Terry Pratchett, Kehlmann dibuja “un mosaico de vidas cruzadas” que tiene mucho, como vemos, de espejo histórico (casi tecnológico).

¿Va a volver a prometerse no escribir una novela histórica nunca más? “Por supuesto, ya lo he hecho. Aunque nunca se sabe si uno va a cumplir sus promesas”, contesta, divertido. En cualquier caso, admite que su actitud ante cada novela es la de un pintor que estuviera ante un lienzo en blanco la primera vez que empuña un pincel. “En cada nuevo libro hay que reaprender a escribir. De hecho, no sabes bien cómo estás escribiendo un libro hasta que no llevas tres cuartas partes de él escrito. Para cuando llega el final, ya te has acostumbrado a esa nueva manera de narrar, que acabará con ese libro, y que adoptará una forma distinta en el siguiente”, dice. Respecto al éxito, considera que le ha permitido ser libre. “Un éxito no hay que intentar repetirlo, hay que utilizarlo para probar cosas nuevas”, concluye.

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Sobre la firma

Laura Fernández
Laura Fernández es escritora. Su última novela, 'La señora Potter no es exactamente Santa Claus' (Random House), mereció, entre otros, el Ojo Crítico de Narrativa y el Premio Finestres 2021. Es también periodista y crítica literaria y musical, y una apasionada entrevistadora de escritores y analista de series de televisión.

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