“Me encantaría hacer el amor con Dios”
El filósofo argentino se somete al carrusel de preguntas de este diario
Su último libro, Filosofía en 11 frases (Ed. Paidós), ha vendido más de 100.000 ejemplares en Argentina, su país natal. Su autor, Darío Sztajnszrajber (Buenos Aires, 1968), profesor universitario, estrella de la televisión, columnista, divulgador y, por supuesto filósofo, anda de gira por el mundo con este bestseller. Con él recuerda que la materia de la que habla sirve, principalmente, para incomodar.
Dice que su libro está lleno de fantasmas. ¿Cuáles son los suyos?
La muerte, pero no como categoría abstracta. Hablo de mi propia muerte.
Su palabra preferida.
Deconstrucción.
¿La respuesta a la pregunta ¿por qué? sería y ¿por qué no?
La filosofía no se hace preguntas para encontrar respuestas, sino para cuestionar las respuestas establecidas.
¿Filosofar para provocar o provocar para filosofar?
Es justamente esa circularidad. Hacer filosofía supone provocar ese espacio de cuestionarlo todo. Porque en el sentido común, el cuestionamiento no está bien visto. Por eso es necesario generar el espacio de la provocación.
¿Sería entonces el sentido común poco común y escaso?
El sentido común siempre es el de los vencedores, que hace pasar como común lo que más le conviene. Por eso la filosofía, al deconstruir el sentido común, pone en evidencia que siempre el saber está al servicio del poder.
Usted dice que listifica, que hace listas de la filosofía con una serie de frases. ¿Cuál sería su lista de sus tres grandes temas?
La muerte, Dios y el amor.
Si hubiésemos conocido más filósofas, ¿nuestro mundo sería distinto?
No me cabe duda. El sentido común se construye en la imposición de una parte como un todo. Y en el caso de la filosofía, como la mayoría de las disciplinas culturales, está atravesada por una sociedad patriarcal que hace pasar la lógica del varón como la única.
¿Qué libro regalaría a un niño para introducirlo en la filosofía?
El mundo de Sofía, que aunque ya tiene décadas sigue rescatando esa capacidad de asombro propia de la filosofía.
Díganos un libro, un cuadro y una película impertinente.
Una película sería Arrival (La llegada), de Dennis Villeneuve, sobre la llegada de unos alienígenas y una traductora que intenta comprender el lenguaje de unos extraños. Un cuadro impertinente sería Las Meninas, de Velázquez, porque cambia la lógica con la que se venía pintando hasta entonces y marca el inicio de la modernidad como dice Foucault . Y Ecce Homo, de Nietzsche, un libro que todos deberían leer para entender la posibilidad de salir de nosotros mismos.
¿Cuándo fue la última vez que lloró?
En la presentación del libro en Barcelona. El aplauso de la gente me hizo sentir muy realizado y me saltaron lágrimas por todos lados.
¿Qué le deja sin dormir?
Las cuestiones amorosas.
¿Amor al trabajo, al planeta Tierra, a uno mismo, a una pareja, a una familia?
Uff. Todas.
Un lugar que le incomode (físico o psíquico).
Los aviones.
Dígame una borrachera memorable…
Más allá de las de la adolescencia, recordaría una en un grupo de militancia política, después de una derrota electoral. Llorábamos a moco tendido entre vinos baratos.
¿Cuándo fue más feliz?
Creo en la felicidad a momentos. Uno es feliz cuando se olvida de sí mismo.
Y si tuviese que elegir entre verdad o felicidad, ¿qué diría?
Yo me quedaría con la o.
Dicen que uno se hace viejo cuando pierde la curiosidad. ¿Cómo de mayor está usted?
La filosofía es una apelación constante a la curiosidad. Eso creo que eso me mantiene joven. Y lo seré hasta incluso dentro de mi tumba.
Si tuviera un superpoder…
Resucitar a los muertos.
¿Qué le diría al Papa?
Risas. Le preguntaría, si realmente en el fondo se la cree.
¿Con quién le gustaría quedar atrapado en un ascensor?
Con Dios, claramente.
¿Por qué existe, entonces?
No importa. Con lo que sea que sea Dios me encantaría estar con él y hacerle el amor (ríe a carcajadas).
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