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Crítica | El increíble finde menguante
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El bucle redentor

Resulta paradójico que un trabajo que no juzga a sus personajes secundarios acabe eligiendo contar una historia de conformidad e integración de un espíritu libre

Iria del Río, en 'El increíble finde menguante'.
Iria del Río, en 'El increíble finde menguante'.

Hay algo de la pátina de una vieja colección de fotografías reencontrada en la casa de verano de la infancia en el cuidadoso envoltorio estético de El increíble finde menguante, el atrevido debut en la dirección de largometrajes de Jon Mikel Caballero. La marcada vocación de estilo del trabajo de fotografía de Tănia da Fonseca y el eficaz recurso de comprimir el ancho de pantalla a medida que va avanzado el juego de bucles temporales que domina la trama imprimen a esta ficción cuántica al servicio de una redención sentimental una seductora personalidad, que permite al conjunto esquivar el riesgo de mimetizar sus obvios referentes narrativos, que se extienden desde la fundacional Atrapado en el tiempo (1993) hasta la compleja y agridulce Olvídate de mí (2004).

EL INCREÍBLE FINDE MENGUANTE

Dirección: Jon Mikel Caballero.

Intérpretes: Iria del Río, Adam Quintero, Nadia de Santiago, Adrián Expósito.

Género: ciencia-ficción. España, 2019.

Duración: 93 minutos.

En El increíble finde menguante, un fugaz fin de semana en una casa rural se convierte para Alba (Iria del Río), la más caótica del grupo, en un infierno subjetivo de reseteos temporales, progresivamente breves, que funcionan antes como elegante licencia poética que como seudociencia y extienden la posibilidad de reparar errores afectivos y fortalecer lazos deteriorados. Hay una cierta voluntad de retrato generacional –de la precariedad generacional, en concreto- que se manifiesta en la escena de la cena y en conversaciones casuales, pero la película pierde de vista ese rasgo una vez que la protagonista se convierte en único foco del relato. No es un reparo menor: Alba acaba siendo el único personaje bien construido, mientras el resto se difumina y su interés sentimental permanece atrapado en una descorazonadora opacidad. Y también es Alba quien acaba cargando con lo más discutible de la propuesta: resulta paradójico que un trabajo que tiene el detalle de no juzgar a sus personajes secundarios acabe eligiendo contar una historia de conformidad e integración de un espíritu libre.

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