‘La Guerra del Chaco 1932-1935’, la restauración digital de la memoria colectiva de Bolivia y Paraguay
Se recupera el primer filme sonoro del país andino que retrata el conflicto bélico entre ambas naciones
Bolivia perdió la guerra librada ante Paraguay por el control del Chaco Boreal. El conflicto bélico entre las dos regiones se extendió desde 1932 a 1935. En 1933, el fotógrafo Luis Bazoberry fue contratado por el ejército boliviano para trabajar la aerofotogrametría, técnica para obtener mapas y planos por medio de la fotografía aérea. Sin embargo, este no solo capturó las imágenes encomendadas, sino que se dedicó a filmar a los combatientes del país andino hasta que la lucha armada llegó a su fin. Fruto de este trabajo en el campo de batalla, se estrenó en 1936 La Guerra del Chaco 1932-1935, la primera película sonora de la historia de este país. Más de 80 años después de su primera proyección, la cinta ha sido restaurada en su totalidad y digitalizada en un primer paso para la consolidación de la memoria colectiva de ambas naciones.
Claudio Sánchez, responsable de programación de la Cinemateca Boliviana y crítico de cine, dice que el público no respondió favorablemente cuando la película se estrenó en La Paz en septiembre de 1936. Esto debido al ánimo bajo por la derrota en la contienda frente a Paraguay. Más de ocho décadas después, el recibimiento al filme fue diferente. El pasado mes de marzo, cuando el documental fue reestrenado, dos de las principales salas de la institución dedicada a preservar el patrimonio fílmico de Bolivia no fueron suficientes para la cantidad de público en el lugar. “Todavía hay una generación de hijos, nietos y bisnietos que tienen una referencia sobre esta contienda y el Chaco es definitivamente el gran paradigma de lo que es el siglo XX”, afirma Sánchez.
El proyecto de restauración, a cargo de Alberto Velasco en el sonido y Luis Tapia en la imagen, fue financiado gracias al Fondo Concursable Focuart, impulsado por el Gobierno municipal de La Paz y que obtuvo la Cinemateca Boliviana.
Velasco, de 25 años, estaba en búsqueda de su proyecto de grado para graduarse de la carrera de ingeniería de sonido. Encontró en la obra de Bazoberry el reto que buscaba. Le fueron entregados cuatro rollos originales de la película en un formato de 35 milímetros. En un primer diagnóstico pudo notar que el celuloide estaba roto, tenía rayones, empalmes mal hechos, realizados artesanalmente con cinta adhesiva. “Todas esas cosas influyeron en la propagación de los ruidos de la cinta. Se dividió la película en 19 regiones para estudiar cada una de ellas y aplicar las herramientas no destructivas para la restauración del audio”, da a conocer el ingeniero de sonido a EL PAÍS en una entrevista vía telefónica.
El responsable de la restauración de la parte del sonido dice que lo más desafiante de su trabajo fue conservar la originalidad de la banda sonora. Al tratarse de una película de 1936, según Velasco, no puede limpiarse completamente la voz, algunos ruidos, ya que se tiene que conservar la estética de la época. Tapia, de 34 años, cuenta que cuando vio el resultado final del filme restaurado fue muy emotivo, ya que considera que ese tipo de trabajo es “encantador”. Pero también tuvo un involucramiento personal con el proyecto, ya que su abuelo, José Heredia Murillo, participó de esta guerra cuando fue reclutado a sus 16 años.
Con más de 10 años trabajando en la industria cinematográfica, Tapia dice que la labor de recuperación de la imagen no fue difícil, sino más bien moroso. “Hay algunas tomas que no se pudieron limpiar al 100 por ciento por la suciedad que existía debido a las rayaduras. En Bolivia no contamos con la tecnología necesaria para hacer un escaneo de películas y poder trabajar con eso y restaurarlas, pese a eso hicimos un buen trabajo restaurando la imagen”, precisa el especialista en postproducción.
Gracias a la restauración, la película de Bazoberry se podrá preservar como una obra complementaria al documental En el infierno del Chaco, dirigida por el argentino Roque Funes, encargada por el Gobierno de la nación guaraní y estrenada en 1932 con el objetivo de reclutar ciudadanos paraguayos en el país rioplatense. En ese sentido, La Guerra del Chaco 1932-1935 se trata de una obra que en sí misma es el final de la batalla. “El filme [de Bazoberry] incluye escenas de la desmovilización de las tropas luego de los encuentros de los altos mandos militares paraguayos y bolivianos en territorios de ambos países, en momentos que se reconocen como hechos que marcan el cese al fuego”, afirma Sánchez.
Alfonso Gumucio Dagron, escritor y cineasta boliviano, recuerda -en un artículo de su autoría publicado en Página Siete- los detalles y anécdotas que el hijo de Bazoberry le contó sobre esa época. En el texto da a conocer que durante los dos años que el fotógrafo pasó en el Chaco, impresionó cerca de 25.000 metros de rollos de cinta. Dice que la pasión con la que encaró el proyecto fue objeto de burlas, pero que el aerofotogrametrista persistió a pesar de las dificultades. “Más que un documental, el filme es un documento visual, un informe narrativo que rinde homenaje a los héroes de la guerra pero también a la hermandad entre los soldados y oficiales paraguayos y bolivianos”, escribe Gumucio Dagron en la misma publicación.
Las imágenes de Bazoberry, según Sánchez, toman forma en Barcelona, ya que todo lo que filmó fue revelado en la empresa Cinematografía Josep Maria Bosch, donde coincide con el montajista catalán Juan Pallejá, quien le “da un sentido a la obra”. “Va a coincidir también con las formas que está desarrollando Pallejá en ese momento sobre los materiales de propaganda contra el franquismo [dictadura de Francisco Franco en España desde 1936 hasta 1975], entonces la forma en la que trabaja Pallejá, que es un anarcosindicalista, también tiene que ver con un discurso sobre la guerra que es muy particular y eso se lo ve claramente en la película”, finaliza el programador de la Cinemateca.
Babelia
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