Radiografía de urgencia a las catedrales españolas
El incendio de Notre Dame obliga a revisar la protección de los templos Se ignora cuántos poseen planes de emergencia
El brutal incendio del pasado lunes en la catedral de Notre Dame de París ha hecho saltar las alarmas en toda Europa. Los países con patrimonio milenario han contemplado el fuego con espanto y siguen aguantando la respiración al mirar sus propios tesoros. ¿Estarán a salvo? ¿Serán suficientes las medidas en vigor para resguardarlos? José María Pérez, Peridis, dibujante de EL PAÍS y arquitecto, lleva décadas conservando y restaurando el patrimonio gótico y románico español: “La base para el resguardo de todo es lo que llamamos conservación preventiva. Una catedral y cualquier templo debe estar sometido constantemente a mantenimiento y diagnóstico”, asegura.
España ha hecho grandes esfuerzos en las últimas tres décadas —las que lleva en vigor el Plan Nacional de Catedrales del Gobierno, de acuerdo con la Iglesia católica, dueña de estos edificios— para conservar en buen estado unos inmuebles costosísimos de mantener, por su antigüedad y por su elevado número: 95, según el recuento del Ministerio de Cultura. Sin embargo, a la endémica falta de dinero para patrimonio —agravada enormemente por la crisis económica— se suman serios problemas de coordinación. Un ejemplo: ni el subdirector general del Instituto del Patrimonio Cultural de España, Javier Rivera; ni el responsable de Patrimonio Cultural en la Conferencia Episcopal, Pablo Delclaux, reconocen que no saben cuántas catedrales tienen planes de emergencias.
El próximo viernes el Ministerio de Cultura ha convocado el Consejo de Patrimonio Histórico para impulsar planes de salvaguarda específicos y actualizados —a la reunión están convocadas las comunidades, pero no la Conferencia Episcopal—. Teniendo en cuenta, además, que un accidente como el de Notre Dame obliga a “reflexionar y revisar” incluso a aquellas catedrales que tienen ya esos planes, asegura Daniel Lorenzo, director de la Fundación Catedral de Santiago.
Mientras los responsables del patrimonio hacen sus exámenes de conciencia, este diario ha analizado la situación de 13 de las más importantes catedrales de España: Burgos, Santiago, Salamanca, Segovia, Oviedo, Barcelona, Palma de Mallorca, Valencia, Toledo, Córdoba, Granada, Sevilla y León. Y, entre algunas voces que insisten en que lo ocurrido en París sería imposible y las que recuerdan que “no existe el riesgo cero”, que siempre hay que estar preparados ante fallos, negligencias o catástrofes (así lo recalca el premiado arquitecto experto en restauraciones Juan de Dios de la Hoz), las siguientes son las principales conclusiones de esa radiografía.
Cubiertas de madera. En la Catedral de Valencia “es imposible que se produzca un incendio como el de Notre Dame, ya que aquí no hay techumbre de madera y sobre las bóvedas está la terraza, como en Sevilla y otras catedrales españolas”, explica de manera taxativa Jaime Sancho, canónigo conservador de Patrimonio Artístico de la Seo que se comenzó a construir en el siglo XIII y que mezcla los estilos románico, gótico valenciano, renacentista, barroco y neoclásico. Desde hace décadas, buena parte de las catedrales españolas han ido cambiando esas cubiertas por vigas de metal u hormigón, añaden los responsables de los templos de Burgos y Santiago. “Un incendio como el de París, en Toledo, es impensable. Nuestras bóvedas y cubiertas ya apenas tienen madera o elementos combustibles”, añade Juan Miguel Ferrer Grenesche, deán de catedral Primada de España.
Sin embargo, en otros lugares ese riesgo permanece, por ejemplo, en la mezquita-catedral de Córdoba, con 20.000 metros cuadrados y una techumbre casi en su totalidad de madera, salvo el crucero renacentista de la parte central. “Lo más importante para nosotros es el mantenimiento diario, algo que se puede hacer gracias a un equipo de casi un centenar de personas. Las continuas revisiones permiten detectar rápidamente cualquier problema”, explica Gabriel Rebollo, uno de los arquitectos conservadores del monumento.
Sistemas de protección. “El monumento cuenta con un sistema de detección automática de incendios, con sensores repartidos por toda su enorme superficie que están conectados a una sala central de control que se encuentra en el edificio y en la que se trabaja las 24 horas”, añade Rebollo sobre un edificio cuyo origen se remonta al año 786, cuando el primer emir de Córdoba inicia su construcción sobre una basílica visigoda del siglo V.
Todas las catedrales consultadas cuentan con distintos sistemas de alarmas (también antirrobo), cámaras de seguridad, vigilancia, pararrayos y con esos sistemas de detección de humos. En la de Santiago, que está culminando un colosal proceso de rehabilitación —ahora en el interior, después de la fachada del Obradoiro y el pórtico de la Gloria—, están a la espera de terminar las obras para instalar unos detectores que, en su caso, tendrán que ser compatibles —y por lo tanto especiales— con la tradicional ceremonia del botafumeiro; ese enorme incensario sobrevuela a toda velocidad, como un péndulo, el transepto cargado de incienso encendido y humeante.
Algunos templos, como el de Burgos, tienen instalado en determinados espacios un sistema llamado de gas intergen, que “se dispara en el momento en que se detecta humo o fuego y absorbe todo el oxígeno con el fin de que se pueda detener el incendio de modo radical”, explica Juan Álvarez Quevedo, vicepresidente del Cabildo de la catedral construida a partir del siglo XII, precisamente, tomando como modelo el gótico francés.
Planes de emergencias. Burgos cuenta con un plan de evacuación en caso de emergencia y, después del siniestro de París, está a la espera de la visita de los bomberos para establecer “una especie de protocolo de evacuación” de obras de arte. En Santiago, también tienen planes de “seguridad y salud” y un plan propio de protección de elementos patrimoniales.
En general, aunque quizá con una heterogénea variedad de nombres, contenidos y detalles, las catedrales españolas cuentan con protocolos de seguridad, específicos además durante los periodos de obras. En Salamanca, su plan de seguridad y emergencias se aprobó en 2003. En Mallorca, hay un plan antiincendios y, desde el año pasado, otro de conservación preventiva, explica Mercè Gambús, profesora de Historia del Arte de la Universidad de Baleares y coordinadora del Departamento de Cultura de la catedral. En Barcelona y Toledo —en las que su ubicación en medio del barrio gótico, como recuerda Peridis, dificulta una eventual evacuación— sus protocolos están revisados por los bomberos de la ciudad.
El problema en este apartado es probablemente la falta de uniformidad de los planes, de unos mínimos comunes y del desconocimiento por parte de las autoridades de las carencias. Por ejemplo, en la renacentista catedral de Granada, en cuya Capilla Real se encuentran los restos de los Reyes Católicos, admiten que no cuentan con un plan de salvaguarda específico, sino de planes para cada intervención.
Puntos débiles. A pesar de que se intentan reducir al máximo, siempre quedan muchos elementos inflamables, sobre todo de madera, en el interior de las catedrales, con lo cual una de las principales preocupaciones son los cortocircuitos y los problemas del tendido eléctrico. En Santiago están renovando completamente el sistema eléctrico; en Salamanca se hizo hace poco. En Burgos, llevan año procurando eliminar todo tipo de conducción eléctrica, bombillas e hilos de las zonas de los retablos (tienen 35), las sillerías de coro o distintas cajoneras.
A partir de ahí, los problemas pueden ser de lo más variopinto en cada caso. Por ejemplo, en Oviedo tienen que ver con la mejora del sistema de pararrayos, pues al estar edificada la catedral sobre roca viva, “en muchas de sus zonas la toma de tierra no es todo lo profunda que debería”, explica el deán, Benito Gallego.
En León, el gran enemigo parece ser el clima, a juzgar por los dos últimos accidentes ocurridos en lo más duro del invierno, en 2007 (se desprendieron dos gárgolas) y 2015 (cayó un trozo de un vierteaguas). Pero los trabajaos continuos —ahora mismo se está restaurando los pináculos del claustro, los arbotantes y botareles de la zona del ábside y el hastial oeste—, “en este momento es muy bueno el estado de conservación en la parte arquitectónica”, asegura el deán Antonio Trobajo.
Peridis, que insiste en esa idea de la conservación preventiva, también recuerda: “Son estructuras que resisten. Más allá de los daños, Notre Dame sigue en pie”. La historia de los edificios, añade desde Córdoba el arquitecto Gabriel Rebollo, “no termina con su construcción, sino que continúa con su difícil y emocionante lucha a lo largo del tiempo”. Y precisa sobre la mezquita-catedral: “Los problemas no deben asustarnos porque son solo batallas en una lucha por mantener vivo un edificio que dura ya 1.233 años”.
Con información de Silvia R. Pontevedra, Sonia Vizoso, Alfonso L. Congostrina, Ferran Bono, Vicente G. Olaya, Peio H. Riaño y J. A. Aunión.
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