J Balvin somete Coachella al poder del reguetón
El colombiano coloca la música de baile latina en la meca del hipsterismo y canta con Rosalía. Billie Eilish seduce al festival con 17 años
Para entender hasta dónde ha llegado el reguetón en la cultura popular estadounidense sirva decir que a eso de las siete y media de la tarde del sábado en Coachella, la meca del hipsterismo exquisito, decenas de miles de personas bailaban La gasolina. El responsable fue J Balvin, el colombiano que ha llevado a la cumbre internacional este rap bailongo latinoamericano. Balvin ofreció la primera actuación completa de reguetón en 20 años de Coachella. Se comió el festival.
Anochecía en el desierto californiano y sobre las pantallas gigantes del escenario principal de Coachella apareció la palabra reguetón. Sonó Y si el pueblo pide reggaeton. Vaya si lo pedía. Balvin dominó durante 45 minutos al público de Coachella, ese que viene a conectar con la naturaleza, la comida orgánica y la luz dorada. “Nos demoramos 15 años para que llegara el reguetón a Coachella”, dijo Balvin, en tono de celebración histórica para la música latina. Se declaró “orgulloso de ser latino” y antes de que el público dejara de gritar estaba empezando Ginza y esa frase: Si necesitas reguetón, dale.
Le dio. Y por el camino, sucedió uno de esos momentos que se revivirán en YouTube: el debut de la española Rosalía sobre el escenario principal de Coachella al día siguiente de triunfar para un público más dedicado. Frente a decenas de miles de personas cantaron juntos Con altura, el single que acaban de estrenar y en la que la catalana se abraza al trap de Balvin.
Balvin no solo cantó su media docena de temas imprescindibles, sino que hizo todo un homenaje al género con los primeros éxitos del género. La gasolina y Oye mi canto, con decenas de miles de personas bailando enloquecidas bajo la luna de Coachella, vinieron a confirmar que el género despreciado hasta hace muy poco tiene un sitio en la fiesta más caviar de Estados Unidos.
Puede que este sea el año en el que J Balvin ya ha dejado de ser un artista latino, en el sentido excluyente de la palabra, para ser parte del mainstream musical de Estados Unidos. El colombiano ya subió al escenario principal de Coachella el año pasado, invitado por Beyoncé, que es lo mismo que decir la dueña del festival. La actuación de Beyoncé en 2018 fue tan espectacular que a esa edición se la llama oficiosamente Beychella. José Álvaro Osorio Balvin fue parte de ello y el vídeo de los dos juntos es historia del YouTube musical.
El disco Vibras ha ganado premios desde los Billboard hasta los Latin Grammy. Su popularidad es tan grande que el pasado noviembre los demócratas lo reclutaron para hacer campaña en distritos donde los latinos podían inclinar la balanza. “¿A quién no le gusta J Balvin?”, dijo Barack Obama en un mitin en Las Vegas antes de presentar su actuación. J Balvin llegaba este sábado al escaparate más lucido del circuito en directo de Estados Unidos, Coachella, con más visualizaciones de sus canciones en YouTube que ningún otro artista del festival, según su oficina de prensa. Ha sido número uno en las listas globales de Spotify y de YouTube.
Las frías cifras de streaming tienen poca importancia a la hora de valorarlo como artista. Pero el sábado J Balvin tocó la cima del triunfo en directo, y consigo encumbró a todo un género. El reguetón se acepta como música de festival cool. Lo dice Coachella.
El otro nombre propio de este sábado en Coachella fue Billie Eilish. Tiene 17 años y graba música desde hace tres. Es pop, electrónico, hip hop, gótico, es inclasificable, pero sobre todo es la personalidad de ella. Con aspecto intencionado de acabar de levantarse de la cama, Eilish es una sensación salida de Los Ángeles con su único disco completo, When we all fall asleep, where do we go? El sábado, cuando empezó a sonar Bad guy todo Coachella estaba apelotonado en el escenario secundario donde habían programado su actuación. Salió con media hora de retraso, con tal poder de convocatoria que compitió con la actuación del cabeza de cartel del día, Tame Impala.
La jornada había empezado con la chilena Javiera Mena. Chile es el país hispanohablante con más representantes en este Coachella (Mena, Mon Laferte y la reguetonera Tomasa del Real). El electropop de Mena fue injustamente condenado a una carpa cerrada a mediodía que deslució una gran actuación centrada en su disco Espejo.
Antes de J Balvin, el escenario principal había visto pasar a la cubano americana Sabrina Claudio, que tuvo el encargo de Kacey Musgraves el día anterior. Llenar de música chill out, en este caso soul, el ambiente del festival justo a la hora en la que se empieza a llenar. En tres años, Claudio, ha pasado de subir unas canciones a Internet al escenario principal de Coachella. Tiene 22 años. Claudio, sin embargo, apenas pudo competir con un estupendo concierto de Mac de Marco en otro escenario. Después de ella, el rapero meloso Bazzi, un artista del trap de 21 años, con una historia parecida que empezó en YouTube y triunfó con la balada urbana Mine.
En un Coachella lleno de artistas veinteañeros, el honroso representante de la música de la generación X fue Weezer. Los californianos ofrecieron un impecable set de rock que empezó con sus éxitos Buddy Holly y My name is Jonas. Rindieron tributo a una época con Everybody wants to rule de world de Tears for fears. Weezer es de repente este año uno de los grupos que más suenan en las radios de Estados Unidos gracias a su cover de Africa, el éxito de Toto de los ochenta. Ninguno de los triunfadores de este Coachella había nacido cuando salió esa canción.
Babelia
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