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Paul Klee, maestro del color y el ritmo pero un espíritu libre de los estilos

El prolífico artista alemán de origen suizo estuvo influenciado por el cubismo, el expresionismo y el surrealismo, pero exploró su propia técnica para expresar su gran personalidad

el artista alemán Paul Klee se convirtió en una referencia en la pintura
el artista alemán Paul Klee se convirtió en una referencia en la pinturaCulture Club (Getty Images)

Paul Klee representa la evolución del artista completo. Destacó en la música gracias a la influencia de sus padres, que habían estudiado en el Conservatorio de Stuttgart canto, piano, violín y órgano, y hasta se convirtió en un niño prodigio con el violín. Sin embargo, cuando se decantó por las artes visuales lo hizo como dibujante, descartando el color, aunque su formación humanista y artística lo acompañarían toda la vida, empezando a ver mucho allá que la realidad que quería pintar. Su desarrollo y progresión en el arte, sabiendo recoger lo que interesaba de cada estilo artístico, nunca lo alejaron de la música, ya que sus obras reflejan ritmo y poesía, hasta que se convirtió en un maestro en el empleo del color.

Un viaje a Túnez supuso le revelación de cómo utilizar la paleta de colores y comenzó a estudiar y a escribir sobre la teoría del color, convirtiéndose en una referencia entre sus contemporáneos: “El color me posee, no tengo necesidad de perseguirlo, sé que me posee para siempre… el color y yo somos una sola cosa. Yo soy pintor”, dijo. A partir de ese momento, sus ‘Escritos sobre la teoría de la forma y el diseño’ son considerados tan importantes para el Arte Moderno que se comparan a la importancia que tiene para el Renacimiento el ‘Tratado de Pintura’ de Leonardo da Vinci.

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Con más de 9.000 obras pintadas en sus diferentes etapas, sus cuadros aluden casi siempre a la poesía, la música y los sueños, incluyendo a veces palabras o notas musicales. Para Paul Klee la abstracción supuso un instrumento muy importante para encontrar mundos paralelos que él sospechaba que se hallaban escondidos tras la llamada realidad. “Un pintor no debe pintar lo que ve, sino lo que se verá”, explicaba. Tal vez por su espíritu libre y su concepción de la pintura sea considerado un artista siempre de actualidad y con gran frescura en sus trabajos.

Paul Klee nació tal día como hoy, 18 de diciembre, de hace 139 años, en 1879, en Münchenbuchsee (Suiza). Era segundo hijo, primer varón del matrimonio formado por un profesor de música alemán y una cantante suiza, así que en casa pronto estuvo claro que se dedicaría a la música. Al año de nacer su familia se trasladó a Berna, y allí el pequeño Klee compaginó la escuela primaria con clases de violín, recibiendo una invitación para tocar como miembro extraordinario de la Asociación de Música de Berna cuando tenía 11 años por ser un alumno claramente aventajado.

Siguiendo los deseos de sus padres, al principio quiso convertirse en músico, pero en la adolescencia ya se decidió por las artes visuales, en parte por rebelión y en parte por la creencia de que la música moderna carecía de significado para él, aunque la musicalidad y el ritmo lo acompañarían ya para toda su vida y quedarían reflejados en sus obras. Gracias al diario que comenzó a escribir en 1897 se puede ver su evolución como dibujante y caricaturista, con dominio de las líneas y los volúmenes, hasta sus dibujos y paisajes que ya mostraban una gran habilidad.

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Con el permiso y el apoyo de sus padres, cuando Paul Klee tenía 21 años comenzó a estudiar arte en la Academia de Bellas Artes de Múnich junto a Heinrich Knirr y Franz von Stuck. Destacó en el dibujo, pero él mismo reconoció que carecería de sentido para captar el color natural de lo que pintaba. Más tarde, incluso recordó que “me di cuenta de que probablemente nunca aprendería a pintar”.

Después de obtener su título de Bellas Artes, Paul Klee fue a Italia en 1902 durante siete meses. Junto a su amigo Hermann Haller visitaron Roma, Florencia y Nápoles, y estudiaron a los maestros pintores del Renacimiento. Entre 1903 y 1905 completó un ciclo de once grabados en placa de zinc llamados ‘Invenciones’, sus primeras obras expuestas, en las que ilustró a diversos personajes grotescos, pero él mismo se dio cuenta de que “aunque estoy bastante satisfecho con mis grabados, no puedo seguir así. No soy un especialista”. Cuando regresó a Berna comenzó a desarrollar algunas técnicas experimentales, incluyendo dibujos con una aguja en un panel de vidrio ennegrecido, dando como resultado 57 obras, entre ella su ‘Retrato de mi padre’ (1906).

Paul Klee, que aún dividía su tiempo artístico con la música, ya que tocaba el violín en una orquesta y escribía partituras de conciertos y críticas de teatro, se casó 1906, a los 27 años, con la pianista bávara Lily Stumpf y tuvieron un hijo llamado Félix Paul al año siguiente. Vivieron en un suburbio de Múnich, y mientras ella daba clases de piano y actuaba de manera ocasional, él atendía al niño e intentaba hacerlo también, aunque sin centrarse demasiado, a sus obras de arte. De hecho, trató de ser ilustrador de una revista pero fracasó, así que su carrera artística progresó lentamente durante los siguientes cinco años mientras trataba de encontrar un nuevo enfoque para su arte. En 1910 tuvo la oportunidad de realizar su primera exposición individual en Berna, que luego viajó a tres ciudades suizas.

En enero de 1911 Paul Klee conoció al crítico de arte Alfred Kubin, quien le presentó a otros artistas y críticos. Ese invierno, Klee se unió al equipo editorial de la revista ‘Der Blaue Reiter’ (El Caballo Azul), cofundada por Franz Marc y Wassily Kandinsky. Comenzó a trabajar en experimentos de color en acuarelas y paisajes. Entre los miembros del Blaue Reiter estaban August Macke, Gabriele Münter y Marianne von Werefkin. Todos compartían un interés por el arte gótico y primitivo y por los movimientos modernos del fauvismo y el cubismo. El nombre del grupo deriva de una obra pictórica de Kandinsky de 1903 que a partir de 1912 sirvió de ilustración para los títulos de un anuario con ese mismo nombre. La primera de las dos exposiciones del Blaue Reiter se inauguró el 18 de diciembre de 1911. En ella se incluyeron 49 obras de Henri Rousseau, Albert Bloch, Heinrich Campendonk, Robert Delaunay, Kandinsky, Klee y Macke.

Sus viajes a París en 1912 también supusieron para Paul Klee al fermento del cubismo. El uso del color por parte Robert Delaunay y de Maurice de Vlaminck también lo inspiraron, pero en lugar de copiar a estos artistas, Klee comenzó a desarrollar sus propios experimentos de color en acuarelas pálidas e hizo algunos paisajes primitivos utilizando bloques de color con una superposición limitada. Klee reconoció que “me espera una larga lucha en este campo de color” para alcanzar un “objetivo noble y distante”, pero poco tiempo después descubriría “el estilo que conecta el dibujo y el reino del color”.

Mientras Paul Klee estaba en París pudo acceder a las obras de posimpresionismo de Paul Cezane y Vincent van Gogh. “Permitidme tener miedo”, dijo Klee después de ver las pinturas de Van Gogh porque fue una influencia clave en el uso del color de Klee para expresar emociones y simplificar o distorsionar dibujos.

Pero el despegue artístico de Paul Klee se produjo en 1914 cuando visitó por poco espacio de tiempo Túnez con August Macke y Louis Moilliet. Allí se quedó impresionado por la calidad de la luz allí y escribió: “... El color y yo somos uno. Soy un pintor”. Klee comenzó a profundizar en la abstracción al agregar color a sus habilidades como dibujante, y en muchas obras las combinó con éxito, como lo hizo en una serie que llamó “pinturas operísticas”. Uno de los ejemplos más literales de esta nueva síntesis es el ‘Don Giovanni bávaro’ (1919).

Después de regresar a casa, Klee pintó su primer abstracto puro, ‘En el estilo de Kairouan’ (1914), compuesto de rectángulos de colores y algunos círculos. El rectángulo de color se convirtió en su bloque de construcción básico, lo que algunos estudiosos asocian con una nota musical, que Klee combinó con otros bloques de colores para crear una armonía análoga a una composición musical. Su selección de una paleta de colores en particular emulaba una tecla musical. A veces usaba pares complementarios de colores, y otras veces colores disonantes, lo que refleja nuevamente su conexión con la musicalidad.

El comienzo de la Primera Guerra Mundial lo afectó porque sus amigos Macke y Marc murieron en la batalla. Desahogando su angustia, creó varias litografías de pluma y tinta sobre temas de guerra, incluyendo ‘Muerte por la idea’ (1915). En 1916 participó en la guerra, pero Paul Klee se salvó de servir en el frente y terminó pintando camuflaje en aviones.

Continuó pintando durante toda la guerra y en 1917 y los críticos de arte ya lo aclamaban como el mejor de los nuevos artistas alemanes. Su técnica era muy sofisticada, empleando acuarela sobre gasa y papel con un fondo de tiza, que producía una rica textura de patrones triangulares, circulares y de medialuna.

En 1919, Klee solicitó un puesto de profesor en la Academia de Arte de Düsseldorf. Este intento fracasó, pero tuvo un gran éxito en la obtención de un contrato de tres años, aunque con un ingreso anual mínimo, con el concesionario Hans Goltz, cuya influyente galería le dio a Paul Klee una gran exposición y cierto éxito comercial y donde también expuso en 1920 una retrospectiva de más de 300 obras con gran éxito.

Klee enseñó en la Bauhaus desde enero de 1921 hasta abril de 1931. Fue maestro en los talleres de encuadernación, vidrieras y pintura mural, y contó con dos estudios. En 1922, Kandinsky se unió al personal y ambos reanudaron su amistad. Ese mismo año se celebró la primera exposición y festival Bauhaus, para el cual Klee creó varios de los materiales publicitarios, y también la primera serie de libros de Bauhaus con obras de Gropius, Paul Klee, Adolf Meyer, Oskar Schlemmer y Piet Mondrian.

Paul Klee también fue miembro de Die Blaue Vier (Los Cuatro Azules), con Kandinsky, Feininger y Jawlensky. El grupo se formó en 1923 y ofrecieron conferencias y expusieron juntos en Estados Unidos 1925. Ese mismo año, Klee tuvo sus primeras exposiciones en París, y se convirtió en un éxito con los surrealistas franceses. Después visitó Egipto en 1928, aunque le impresionó menos que Túnez. En 1929, se publicó la primera monografía importante sobre la obra de Klee, escrita por Will Grohmann.

Paul Klee por fin pudo enseñar en la Academia de Düsseldorf de 1931 a 1933, pero fue señalado por un periódico nazi por producir un “arte degenerado”. Su casa fue registrada por la Gestapo y fue despedido de su trabajo. Su autorretrato ‘Struck from the list’ (1933) conmemora el hecho, y la familia Klee emigró a Suiza a finales de 1933, dejando él la enseñanza para exponer en Londres y París, donde finalmente conoció a Pablo Picasso, a quien admiraba. A pesar de su situación personal, Klee se encontraba en la cima de su producción creativa. Su ‘Ad parnassum’ (1932) es considerada su obra maestra y el mejor ejemplo de su estilo puntillista y también es una de sus pinturas más grandes. En 1933, su último año en Alemania, produjo casi 500 obras. Ese año comenzó a experimentar los síntomas de lo que se diagnosticó tiempo después como esclerodermia.

La progresión de su enfermedad mortal, que dificultó mucho la deglución, se puede seguir también a través del arte que creó en sus últimos años. Su producción en 1936 fue de tan solo 25 imágenes. A finales de la década su salud se recuperó un poco y se animó más todavía por una visita de Kandinsky y Picasso. Con unos diseños más simples y grandes, Klee pudo mantener su producción en sus últimos años, y en 1939 realizó más de 1.200 trabajos. Sus variadas paletas de colores, algunas con colores brillantes y otras sobrias, tal vez reflejaban sus sentimientos alternativos de optimismo y pesimismo.

Una de sus últimas pinturas, ‘Muerte y fuego’, presenta un cráneo en el centro con la palabra alemana muerte, ‘Tod’, que aparece en la cara. El último año de su vida pintó ‘Cementerio’, un cuadro intrigante donde incorpora cruces, cipreses, y un ataúd que espera su turno. Falta el cuerpo, pero lo relevante es que si se gira el cuadro 90° hacia la derecha puede verse con claridad una figura humana, pálida, de ojos azules y mortaja blanca. Evidentemente, él mismo.

Paul Klee falleció en Muralto (Suiza), el 29 de junio de 1940, a los 60 años y sin haber obtenido la ciudadanía suiza a pesar de su nacimiento en ese país. Su trabajo artístico fue considerado revolucionario por las autoridades suizas, pero finalmente aceptaron su solicitud seis días después de su muerte.

Su legado abarca alrededor de 9.000 obras de arte. Las palabras en su lápida, colocadas allí por su hijo Félix, dicen: “No puedo ser atrapado aquí y ahora, porque mi morada está tanto entre los muertos, como con los no nacidos. Algo más cerca del corazón de la creación de lo habitual. Pero no lo suficientemente cerca”. El 4 de julio se efectuó el funeral en la capilla del Burgerhospital de Berna, organizado por autoridades y amigos. Durante el mismo, el Cuarteto de Cuerdas de Berna ejecutó dos adagios de cuartetos de cuerda de Mozart, el compositor preferido de Klee. Años después, al morir la esposa, ambos fueron enterrados en el cementerio Schosshalden de Berna.

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