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Columna
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Chicho

La Academia de Cine va a otorgar su próximo Goya de Honor a un cineasta peculiar, tanto que es director de sólo dos películas

La Academia de Cine va a otorgar su próximo Goya de Honor a un cineasta peculiar, tanto que es director de sólo dos películas, lo que parece poco para una distinción tan notable. El último director en haber sido premiado con este honor fue Antonio Ozores, cuyo mayor mérito principal es el de haber realizado un centenar de películas, muy populares, eso sí, pero de escaso valor artístico. Frente a ese centenar, Narciso Ibáñez Serrador aporta solo dos, pero que la Academia considera abrieron “el camino a toda una generación de cineastas por su excepcional contribución al cine de terror y fantástico”.

Pero valorar la trayectoria de Chicho no puede limitarse a La residencia y ¿Quien puede matar a un niño?, sus dos películas, sino que hay que tener en cuenta sus trabajos en televisión que todo el mundo conoce, y los de teatro y circo, porque como él mismo dice, “hay que atreverse a hacer cosas y a equivocarse”, y se atrevió a casi todas, incluso contra la censura de Franco, que cambió el título original de su primera obra de teatro, Aprobado en castidad, para convertirlo en Aprobado en inocencia, y el de su gran éxito televisivo, Historias de la frivolidad, originalmente Historias de la censura. El caso es que se corrió la leyenda de que todo lo que tocaba Chicho se convertía en oro, especialmente tras el exitazo televisivo de Un, dos, tres, responda otra vez, que estuvo seis temporadas en pantalla, aunque él reconoce que “fue un peso que me aplastó”, a pesar de que tanto éxito venia a coronar el apodo de “chanchito práctico” que le habían puesto en la familia de su madre, la actriz Pepita Serrador. Chanchito, cerdito como el de las alcancías para el ahorro porque eso hacía él, guardar la mitad para los tiempos del hambre.

Ya se acabaron aquellos temores a la necesidad, tan propios de las familias de cómicos (su padre, Ibañez Menta, lo había sido desde los cinco años), y ha llegado la época de los reconocimientos, de los que este Goya de Honor, no es más que el último de una larga serie de trofeos rendidos a su imaginación, riesgo y admiración por su profesionalidad y valentía.

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