El galeón San José vuelve a navegar
Un equipo de arqueólogos subacuáticos reconstruirá el hundimiento de una nave saqueada por los cazatesoros para hallar sus restos
El general Bernardino Hurtado de Mendoza, a bordo de la nao capitana Nuestra Señora de Loreto, oyó el enorme estruendo proveniente del cercano galeón San José y supo enseguida que era su final. La nave almiranta, cargada de oro y plata, había colisionado con el fondo marino del Archipiélago de las Perlas (Panamá). Tardaría pocas horas en partirse literalmente por la mitad y que sus riquezas se deslizasen hacia las profundidades ante los ojos estupefactos del militar. Eran las once de la noche del 17 de junio de 1631. Ahora, casi cuatro siglos después, un equipo de expertos capitaneado por el arqueólogo subacuático Carlos León Amores reconstruirá el hundimiento del San José para determinar dónde se hallan sus restos. Han tardado casi una década en recopilar toda la información, incluyendo los testimonios de los supervivientes y las órdenes que llegaban de Madrid de recuperar todo lo posible.
El 31 de mayo de 1631, ambos galeones partían del puerto de Callao (Perú) cargados de riquezas. Tenían como misión transportarlas hasta Panamá y de allí a España, donde una Corona, siempre necesitada de dinero, las esperaba. El 17 de junio, a solo un día del final de su trayecto, Puerto Perico (Panamá), ambas naves realizaban labores de acercamiento a la costa. Frente a ellas, las islas de las Perlas, un archipiélago bien conocido por los españoles que apenas ofrecía peligro. Primero atravesó los cayos la capitana, Nuestra Señora de Loreto. Logrado el paso, Hurtado de Mendoza ordenó entonces lanzar un cañonazo que indicara que el camino estaba expedito a la almiranta.
El San José emprendió la misma ruta, pero se desvió confiado unos metros del rumbo establecido. El estruendo que provocó su encallamiento llegó hasta el otro galeón. Hurtado de Mendoza lo vio claro desde el principio: había que salvar a la tripulación costase lo que costase, el barco se hundiría en breve. Con lanchas se acercaron a toda prisa al rescate. Salvaron a 61 de sus 62 hombres, incluidos los 12 grumetes.
El agua, mientras tanto, entraba en el San José y el casco comenzó a escorarse hacia babor. Dos horas después, se partió y la carga se deslizó hacia las profundidades. “El oro y la plata del Rey se derramaban sin remedio hacia el fondo, mientras el casco comenzaba a navegar sin rumbo siguiendo las fuertes corrientes marinas”, señala Carlos León Amores. Después de recorrer varios islotes, el galeón acabó en la isla Contadora donde los buzos del navío y los buscadores de perlas de lugar rescataron parte del cargamento.
El San José (no confundir con la nave homónima que se hundió en Colombia en 1708) fue noticia en 2016 cuando el diario panameño La Estrella dio a conocer el expolio cometido en este naufragio desde 2003 hasta 2014 por la empresa de buscadores de tesoros Investigaciones Marinas del Istmo, señala Carlos León. Más de 8.000 monedas de oro y plata fueron saqueadas. No obstante, el expolio fracasó parcialmente porque uno de los socios de la empresa intentó sacar de Panamá el cargamento con destino hacia Estados y fue detenido por el Gobierno centroamericano.
Desde hace diez años, el Proyecto San José 1631 está en marcha y cuenta con el respaldo del Gobierno de Panamá y de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Estudios Navales (Universidad Politécnica de Madrid). Su fin es determinar informáticamente el derrotero que siguieron los restos de la nao para recuperarlos.
Para conseguirlo, la historiadora Genoveva Enríquez y la arqueóloga Beatriz Domingo han buceado en el Archivo General de Indias de Sevilla y en el del Museo Naval de Madrid. Allí han encontrado los testimonios de más de 20 supervivientes del naufragio, una carta del virrey de Perú al Conde Duque de Olivares detallando lo ocurrido, el informe de Hurtado de Mendoza, un listado de carga sin registrar (estas naves llevaban abundante contrabando), la orden de quemar los restos del barco (los clavos tenían un valor incalculable en América) y los partes diarios de lo que iban encontrando los buscadores de perlas contratados para recuperar la carga.
Pero además, Carlos León y su equipo cuentan desde hace unos meses con una nueva fuente de información en la que pueden estar las claves de este hundimiento: La relación verdadera y cierta de todo lo que hay en esta Mar del Sur y en el distrito del gobierno del este Reino de Tierra Firme, un preciso derrotero conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid que detalla cómo se navegaba en las aguas panameñas en aquellos tiempos, escrito por el capitán Diego Ruiz de Campos en 1631.
Estos documentos, unidos a una potente herramienta informática de simulación de navegación permitirán, 387 años después, reconstruir con exactitud cómo colisionó el galeón, cómo se partió su casco y qué trayectoria siguió entre los islotes del archipiélago de las Perlas.
Los cazatesoros no se lo llevaron todo. Y allí sigue para ser estudiado, no para venderlo.
Un tesoro en el maletero de un coche
Alberto Vásquez y un acompañante fueron detenidos por el Servicio Nacional de Aduanas de Panamá en 2016 después de visitar una sucursal del Banco Nacional y retirar tres mil monedas de plata de la empresa Investigaciones Marinas del Istmo (IMDI), de la que era uno de sus socios, según publicó el diario Estrella de Panamá.
El botín, hallado en el maletero de su coche, procedía de lo extraído por los cazatesoros del San José entre 2013 y 2014, 75% para IMDI y el resto para el Gobierno centroamericano.
¿Pero por qué se les arrestó si había un contrato en vigor? Un informe de la UNESCO denunció que los caza tesoros habían llevado a cabo "una simple operación de extracción de objetos enmascarada en un proyecto supuestamente arqueológico, y con la intención de explotar comercialmente los objetos preciosos extraídos del fondo del Archipiélago de Las Perlas".
El barco hundido transportaba 1.417 barras de plata, monedas, alhajas y piezas de cerámica y la UNESCO advirtió, según el citado periódico panameño, que "los cazatesoros operaron con impunidad, sin supervisión del Instituto Nacional de Cultura (INAC)", por lo que su actuación "no se acomoda a las normas del anexo de la convención UNESCO del 2001 (de la que Panamá es signatario), sino que asegura que las actividades realizadas por IMDI podrían haber afectado a más de un pecio hundido en la zona del archipiélago de las Perlas, así como sus contextos arqueológicos y naturales".
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Babelia
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