Celebración de la pérdida de tiempo
En tiempos de hipertrofia en las actividades extraescolares de los niños, el casi contracultural mensaje del filme es una excelente invitación al desconcierto
En tiempos de hipertrofia en las actividades extraescolares de los niños y en las agendas de ocio de las familias, el casi contracultural mensaje de una película como Christopher Robin es una excelente invitación al desconcierto: “No hacer nada siempre conduce al mejor de los algos”.
CHRISTOPHER ROBIN
Dirección: Marc Forster.
Intérpretes: Ewan McGregor, Hayley Atwell, Jim Cummings, Toby Jones.
Género: drama. Reino Unido, 2018.
Duración: 105 minutos.
Reinterpretación en clave adulta, aunque esté dirigida fundamentalmente a los niños, de los famosos libros infantiles de Alan Alexander Milne, publicados a partir de 1924, y adaptados en varias producciones animadas de Disney a partir de 1966, la nueva película de Winnie the Pooh y sus amigos del Bosque de los Cien Acres tiene a su crío protagonista, el Christopher del título, ya como un hombre adulto, con familia e hijos. La clave, por tanto, reside en la recuperación de la inocencia y en la pérdida del paraíso, representada por ese jardín donde jugaba con sus animales, y que no era sino la ilusión por la vida, maltratada ahora por su trabajo, y seguimos con las metáforas, como jefe del departamento de eficiencia de una empresa de maletas.
Marc Forster, que en las estupendas Más extraño que la ficción y, sobre todo, Descubriendo Nunca Jamás, se había introducido ya en territorios literarios en los que se sumaba el mito del material infantil de partida con un tratamiento para mayores que no le hacía ascos al drama, es el director de una gran producción británica a la que resulta fácil adherirse, y en la que solo queda la duda de cómo aguantarán los niños que el protagonismo recaiga en un padre.
Con una magnífica ambientación, una gran corte de personajes secundarios, construidos en apenas unas pinceladas, y un guion repleto de enseñanzas sociales, pero también de divertimento, en el que han trabajado nombres tan importantes como Tom McCarthy, el autor de Spotlight, y Alex Ross Perry, Christopher Robin entronca con un humanismo a lo Frank Capra cercano al espíritu de Vive como quieras.
Y, al menos en su versión original subtitulada, destaca también el trabajo con la expresividad de Pooh, Tiger, Ígor y compañía, que no proviene tanto de los efectos digitalees como de los formidables trabajos de sus intérpretes con las inflexiones de voz y de tono.
Babelia
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