Premio Nacional a la sensual fotografía de Leopoldo Pomés
El galardón encumbra al creador que “erotizó el país”, según Vázquez Montalbán, tras reconocer “su contribución a la historia de la imagen en España”
El spot publicitario de una atractiva mujer medio desnuda cabalgando a lomos de un caballo blanco en un paisaje idílico anunciando un brandi en 1966; una imagen moderna dentro de la España gris del franquismo; o el de las burbujas doradas de Freixenet que felicitan a los españoles la Navidad, son fruto de Leopoldo Pomés (Barcelona, 1931), un fotógrafo y publicista autor de un estilo elegante, luminoso, sofisticado y sensual, que revolucionó la publicidad con sus fotografías y que llevó a Manuel Vázquez Montalbán a asegurar que “erotizó el país”. Por eso, y por “participar en la configuración de nuestro imaginario colectivo, introduciendo un nuevo lenguaje fotográfico dentro de la publicidad, con una mirada renovada a la sociedad de su época” y “contribuir a la historia de la imagen en España, con una trayectoria, vinculada en sus inicios a la vanguardia artística del grupo Dau al Set y AFAL, comprometida con la modernidad”; el Ministerio de Cultura y Deporte le concedió este martes “por unanimidad” el Premio Nacional de Fotografía 2018 dotado con 30.000 euros.
“Estoy feliz, no me lo esperaba, pero reconozco que había pensando en la posibilidad de ganarlo”, confesó Pomés la tarde de este martes. Haciendo gala del sentido del humor que impregna muchos de sus trabajos, aseguraba sentirse “como el personaje de Amarcord que gritaba, subido en un árbol, voglio una donnnaaaaa!”.
Fotógrafo desde los 16 años, cuando compró su primera cámara con el sueldo que le pagaron en la empresa flan Potax, irrumpió en el panorama de la fotografía con su primera exposición de 1955 en las desaparecidas Galeries Laietanes de Barcelona. Pero la fotografía le daba “mucho éxito intelectual y poco más”, explicó en 2015 durante la inauguración de una retrospectiva que recorría 70 años de trabajo, Leopoldo Pomés. Flashback,en la Fundación Catalunya-la Pedrera que viajó al Canal de Isabel II de Madrid. En 1961 montó, junto a Karin Leiz, pareja de entonces, musa y “colaboradora incombustible”, los Estudios Pomés y se dedicó al cine y a la publicidad “que daban suficiente para vivir”, reafirmó. En 1965 fue premiado en el Festival de Cine Publicitario de Cannes y seis años después obtuvo el León de Oro de cine publicitario en Venecia.
Sus dos pasiones: la mujer, a la que capta con sensualidad y elegancia, y los retratos, de amigos como Teresa Gimpera (su segunda musa), Jorge Herralde, Óscar Tusquets, Eduardo Mendoza o Cortázar; las fotografías de 1962, 1997 y 2014 de los arquitectos Oriol Bohigas, Josep Martorell y David Mackay juntos o los miembros de Dau al Set: unos jóvenes Tàpies, Cuixart, Ponç y Brossa, cómplices ante su objetivo. “Lo más complicado: los retratos de mujer, ya que me hacen ser más consciente de la dificultad del arte de la fotografía”, aseguraba. De su producción se quedaría solo con un centenar de imágenes. De ellas “15 o 20 imprescindibles”, como Eva, de 1963, en la que la modelo exhibe sus enormes piernas. “Me enamoro de los personajes y de sus gestos, y me dejo seducir por ellos”, le gusta explicar al fotógrafo. Será por eso que sus modelos acaban seduciendo al comprador, objeto último de cualquier campaña publicitaria.
Pese a sus 87 años, sigue presente en el mundo cultural, más allá de su cámara "Me encanta fotografiar el terrado de La Pedrera de Gaudi". En los últimos años ha publicado varios libros, uno de poemas breves y otro un tratado como el típico plato catalán de pa amb tomàquet, que habla de otra de sus pasiones, la gastronomía, no en vano es el dueño e impulsor de varios restaurantes en Barcelona como la tortillería Flash Flash y el Giardinetto, no duda en escoger el premio de que recibió este martes entre una buena tortilla y un buen bocata. "Es una pregunta sádica, ¡pues claro que el premio!". Acaba de terminar un libro de memorias. “Ya está entregado, solo falta decidir qué fotos van, porque un libro de un fotógrafo tiene que tener muchas imágenes”. En él no faltan tampoco cientos de historias y anécdotas vividas en el “Living” de la calle Balmes, que no es otro que su casa de entonces.
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