“Ahora es difícil entender el poder que tenían los curas en Irlanda. Eran dioses”
Patricia Gibney relata en el 'thriller' 'Los niños desaparecidos' las consecuencias del régimen de terror, abusos e impunidad del que disfrutó la Iglesia católica durante décadas
Hubo un momento en la existencia de Patricia Gibney en el que se unieron un deseo, sobrevivir tras el cataclismo, y un medio, la escritura. Su vida apacible de clase media se había visto truncada poco antes cuando a su marido Aidan le diagnosticaron un cáncer. Murió tres meses después, en 2010. “Fue devastador. Era un soldado, un hombre fuerte y en tres meses ya no estaba”, relata Gibney a EL PAÍS. “Al principio escribir fue una terapia, un mecanismo para controlar y aguantar, para darle sentido a la vida. El dolor de Lottie Parker es en gran parte mi dolor”, cuenta tranquila, el sufrimiento lejano o controlado, para explicar de dónde surge esta policía que protagoniza su primera novela negra, Los niños desaparecidos, publicada esta semana por Principal (traducción de Luz Achaval Barral y Albert Martí)
No me canso ni tengo miedo de hacerlo. Escribo y edito todo el tiempo y eso me encanta
Lottie Parker es, también, una mujer que se ha quedado viuda, que no controla su vida, que trata, como su creadora, de sacar adelante a sus hijos. Trabaja como policía en una localidad tranquila en el corazón de Irlanda donde en el espacio de pocas horas se suceden dos muertes violentas. Ese es el hilo del que Gibney tira para contar, con ritmo de policial, las consecuencias del régimen de terror, abusos e impunidad, del que disfrutó la Iglesia católica durante décadas en su país. “Fue horrible. La gente temía a la Iglesia y si alguien se atrevía a denunciar el cura era trasladado a otra diócesis, donde continuaba con los abusos. El encubrimiento se hizo desde arriba y nunca ha habido ganas de saber la verdad”, asegura.
La Iglesia ha perdido influencia, pero todo sigue muy escondido y no han pedido perdón realmente
Pero también hubo mucha gente que encubrió desde fuera, que calló, ciudadanos que no tenían que ver con la Iglesia, ajenos a cualquier abuso. ¿Cómo se explica eso? “Por miedo. Ahora es difícil entender el poder que tenían los curas. Eran dioses. Así fuimos educados. Solo ahora se están levantando voces” explica Gibney, que se metió de lleno en el tema arrastrada por la actualidad de su país. “También se ve la crisis económica a través de los personajes. Siempre a través de los personajes. No quería hacer un panfleto, ni una declaración; esto es ficción y lo que quiero es contar una historia”, se apresura a aclarar.
Queda una pregunta inevitable. ¿Ha cambiado algo de verdad? “En la reciente visita del Papa ha habido enormes protestas y mucha menos gente en las misas. La Iglesia ha perdido influencia, pero todo sigue muy escondido y no han perdido perdón realmente”, se lamenta.
Curso intensivo
En Los niños desaparecidos desempeña un papel central Saint Angela, una especie de orfanato en el que niños arrebatados a sus madres eran maltratados sistemáticamente. Mientras, las progenitoras estaban en un régimen de trabajos forzados, relata Gibney. “Era la manera que tenían las familias de limpiar su vergüenza”, añade.
Hay un acelerado proceso de aprendizaje en todo lo que hace Gibney, que recurrió también a escuelas de escritura cuando se atascó. “Termina tu novela fue un curso esencial para mí, me ayudó mucho, sobre todo a dejar de ir para atrás continuamente”, cuenta. En la novela hay momentos en los que se ve cómo la autora dosifica demasiado la información, algo que deja en mal lugar en algunos momentos a la protagonista, una brillante y poderosa policía. “Es humana, se le escapan cosas. Por eso no se da cuenta antes”, se defiende Gibney, que hinca la rodilla cuando se le presenta un ejemplo concreto, algo esencial que Parker tenía que haber visto mucho antes. “Sí, tenía miedo de dar demasiada información al principio. Además, aquí los personajes están presentes todo el tiempo porque me ayudan mucho con la estructura. Luego he ido mejorando eso. No sé si te reconocen esto muy a menudo”, comenta sin aparente incomodidad. “Pero, claro, los lectores de género negro son mentes deductivas. Es un riesgo que hay que tomar”, remata esta fan de Val McDermid, John Connolly o Ian Rankin y su personaje John Rebus, de quien Lottie Parker tiene influencias.
La novela es parte de una serie de siete libros de los que ya se han publicado tres en el mercado anglosajón. El éxito de ventas ha llevado a Gibney de ser una escritora sin libros publicados en 2016 a sacar dos al año. ¿Le da tiempo? ¿No tiene miedo de repetirse, de cansarse de los personajes? “No me canso ni tengo miedo de hacerlo. Escribo y edito todo el tiempo y eso me encanta. Y tengo un gran equipo junto a mí”, cuenta consciente de que su serie es un producto diseñado para funcionar en un mercado saturado, cómodamente instalada en un mundo al que llegó antes de ayer, cuando su vida cambió para siempre.
Babelia
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