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El calvario de San Antonio de Padua

La pugna entre administraciones y propietarios privados impide la restauración del único monumento español en la ‘lista roja’ de Europa

Vicente G. Olaya
Vista nocturna del claustro de San Antonio de Padua.
Vista nocturna del claustro de San Antonio de Padua. Esteban Martinena Guerrero

En 1883, en el cacereño Garrovillas de Alconétar (en aquel momento 7.000 habitantes, hoy solo 2.100) el rumor iba de casa en casa: un tesoro se ocultaba en el convento renacentista de San Antonio de Padua. Las tumbas orantes de alabastro de los condes de Alba de Liste fueron saqueadas y destruidas. El cenobio, ya muy dañado desde 1835 tras la desamortización de Mendizábal, se convirtió pronto en ruinas. Los vecinos no se dieron cuenta de que el auténtico tesoro estaba frente a ellos. Era el propio convento; desde 2016, uno de los 35 monumentos más en peligro del continente, según Europa Nostra, asociación internacional para la defensa del patrimonio. El único de la lista roja en España.

El municipio lleva más de 20 años intentando recuperarlo, pero ese afán está paralizado por la inacción de las administraciones locales y de una propiedad dividida. Si la joya arquitectónica no es de titularidad pública por completo, el Banco Europeo de Inversiones (BEI), pese a que está dispuesto, no destinará un euro a su recuperación. La Junta de Extremadura posee el 50% de la propiedad, mientras que la otra mitad se la reparten dos privados: uno está dispuesto a donar el terreno, pero el otro reclama dinero o que le reconozcan una dación en pago en concepto de impuestos.

Garrovillas es un pueblo desbordante de cultura e historia. Según un informe de Hispania Nostra (división española de Europa Nostra), actualmente conserva, entre otras joyas, dólmenes prehistóricos, parte de un puente romano de 250 metros del siglo I antes de Cristo, un castillo templario construido sobre un fuerte celta, el tercer órgano más antiguo de Europa (“quizás el único del mundo donde se puede oír la entonación original del Renacimiento”, dicen los expertos), el monasterio de Jerónimo Nuns, un barrio judío del XV, 13 ermitas… Pero el convento es solo un conjunto arruinado con continuos desprendimientos.

Vista general de monasterio de San Antonio de Padua.
Vista general de monasterio de San Antonio de Padua.Esteban Martinena Guerrero

Un informe de Hispania Nostra define así la situación de este Bien de Interés Cultural (BIC): “Las bóvedas góticas de la iglesia y las nervaduras pueden caerse en breve. Actualmente hay cinco grandes boquetes en la cubierta. Las pinturas murales desaparecerán en pocos años, tanto como el resto de dependencias que solo tienen los muros y unos escasos elementos decorativos”. Y continúa: “Todo está cubierto de grafitos, incluso las tumbas de los condes de Alba de Liste. Recientemente ha sido protegido con una malla metálica”. Pero este periódico comprobó que es muy sencillo acceder a su interior. Y destruir.

Dentro, la basura, la maleza y las pintadas campan a sus anchas en una edificación que pertenecía desde 1442 a los condes de Liste, que lo convirtieron en uno de lo monasterios más importantes de Extremadura. El arquitecto renacentista Pedro de Ibarra, que colaboró en El Escorial, fue uno de sus diseñadores. “Es una pena”, señala el concejal de Cultura, José Luis García, mientras ve cómo el crecimiento de una higuera revienta cada año un poco más los muros del edificio.

Interior del convento de San Antonio de Padua. Al fondo, el claustro renacentista.
Interior del convento de San Antonio de Padua. Al fondo, el claustro renacentista.Esteban Martinena Guerrero

Cándido Javier Gil, el alcalde, reconoce que no hay ningún avance en las labores de consolidación, a pesar de que existe un proyecto (del arquitecto Agustín Mateo Ortega), pagado por el Ayuntamiento y aprobado por la Junta de Extremadura. “El problema es que la propiedad está dividida”, señala el regidor.

En 2017, una delegación del Banco Europeo de Inversiones visitó el convento y aprobó la inversión. El presupuesto superaría los cinco millones, pero no se puede ejecutar por la existencia de propietarios privados.  El regidor culpa a la Junta de Extremadura. “No actúa. El convento se degrada día a día con el peligro que eso conlleva. Hace poco se desprendió uno de sus nervios: tres grandes piedras. Recogimos una de ellas para guardarla. Cuando volvimos una hora después por las otras, ya no estaban. El expolio es continuo”.

Ábside del convento en ruinas de Garovillas.
Ábside del convento en ruinas de Garovillas.Esteban Martinena Guerrero

Aposentos destruidos

Carlos Morenés, vicepresidente ejecutivo de Hispania Nostra, respalda estas palabras con su informe de 2016. “El convento se halla en un alarmante proceso de ruina desde 1835, y en los últimos 20 años ha ido a peor. La visita es peligrosa porque techos, cúpulas y muros están en grave riesgo de colapso. Los aposentos de los monjes fueron prácticamente destruidos, aunque conserva aún la magnífica iglesia gótica con grandes problemas provocados por el pillaje y el vandalismo”.

Chema González Mazón, miembro de Adenex (Asociación de la Defensa de la Naturaleza de Extremadura), una de las entidades que más se ha implicado en el proyecto, cree que la paralización “es política”. “El alcalde es independiente y el PSOE está en la oposición. La Junta es socialista, por lo que todo lo que propone el Ayuntamiento queda parado”. Y concluye: “Es patético”.

Por su parte, la Junta de Extremadura señala a EL PAÍS que ya ha logrado “un acuerdo con la propiedad para la cesión del convento”. Y anuncia que “cuando se haga efectiva la firma, la Consejería de Cultura e Igualdad elaborará un documento marco de actuaciones”. El Gobierno extremeño recuerda, además, que se ha reunido con representantes de Banco de Desarrollo del Consejo de Europa, de Europa Nostra y de Hispania Nostra, pero en Garrovillas no terminan de creérselo. “Siempre nos dicen lo mismo”, se queja el alcalde.

 

La churrería que ocultaba una iglesia gótica

Garrovillas de Alconétar impresiona. Una plaza porticada presidida por un palacio invitan a adentrarse por sus calles y descubrir viejas casonas nobiliarias. Cuando los demás pueblos levantaban modernos polideportivos, la localidad convirtió un edificio del centro en un corrala de comedias que imita a la de Almagro. Están orgullosos.
Pero los siglos no perdonan. Alejada de las grandes vías de comunicación, Garrovillas fue decayendo. Aún así, los habitantes no se rinden y rebuscan en su pasado: la churrería del pueblo era en realidad una iglesia gótica. La picaron, la adecentaron y ahora da gusto verla.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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