Roberto Blatt: “Uruguay es el último reducto de la decencia política"
El escritor uruguayo se somete al carrusel de preguntas de este diario.
Roberto Blatt su patria, Uruguay, es de las pocas cosas en el mundo que le hacen sonreír en este tiempo de posverdades. El escritor, que ya analizó el colapso de las ideologías y el auge de los fundamentalismos en Biblia, Corán, Tanaj, publica este mes Historia reciente de la verdad (Turner), un ensayo en el que se pregunta por el cada vez más difuso concepto de verdad, y lo disecciona bajo la tenue luz de eso que llamamos Era de la (¿des?)información.
De pequeño quería ser…
Astronauta. Pero muy joven, como a los 13 años, pasé a querer ser pensionista.
¿Cuál es el mejor consejo que le dio alguno de sus padres?
“Apáñate”. Luego, claro, cuando lo llevaba a la práctica les gustaba menos...
¿Con quién le gustaría quedar atrapado en un ascensor?
Con Kathleen Turner.
¿Algún sitio que le inspira?
Punta Rubia. Un ranchito muy modesto que tengo en Rocha, en Uruguay.
“Un escritor es una persona que, por una siniestra razón, necesita escribir”
¿Cuándo fue la última vez que lloró?
Recuerdo la primera. Era muy pequeño y estaba viendo a mi equipo, el Nacional, jugar un partido. Perdían, pero empataron en el último minuto. Un señor que había a mi lado me miró y me dijo: “Dios existe”.
¿Cuál ha sido el mejor regalo que ha recibido?
Un encuentro internacional de amigos que mi ex me preparó por mi 50 cumpleaños. Fue como una obra de arte colectiva. Me dejó a los 51, pero me quedé con la fiesta.
¿Qué significa ser escritor?
Un escritor es una persona que, por alguna siniestra razón, tiene la necesidad de escribir.
¿Cuál es el último libro que le hizo reír a carcajadas?
Uno que no es cómico, de Gerald Murnane, el australiano que escribe de caballos. Las llanuras. Tiene una finura, una ironía... El humor, ya se sabe, es una de las herramientas de la sabiduría.
¿Qué libro mataría por haber escrito?
Uy, tantos... El jardín de los senderos que se bifurcan, Los detectives salvajes... Mira, el último de Bolaño, Sepulcros de vaqueros. Tal y como Bolaño lo dejó, inacabado.
¿Qué es la verdad?
Mmm... la verdad es algo que tiene que poder ser compartido de forma colectiva, basado en evidencias eficaces. Ya sean científicas o intelectuales.
¿Vivimos una crisis de verdad?
Sí. Una crisis de verdad y de literatura. La posverdad es el asesinato de la literatura.
¿Cuál ha sido su gran experiencia?
La que más me marcó, mi más maravilloso fracaso, fueron los 14 años que pasé en Israel, con el Movimiento por la paz. Fue algo extraordinario y frustrante, pero en aquel entonces teníamos esperanza.
En una fiesta de disfraces, ¿de qué se disfrazaría?
De hombre invisible. No. De mujer invisible.
¿Dónde no querría vivir jamás?
En un lugar que estuviera por debajo del umbral de la libertad.
“La posverdad significa el asesinato de la literatura”
¿Qué lo deja sin dormir?
Mmm... la preocupación de no haber estado a la altura. Algo que se agrava en mi caso, que soy bajito.
¿Tiene un sueño recurrente?
De pequeño —por suerte me he librado—, soñaba que estaba preso en una estructura geométrica sin principio ni final.
¿Qué personaje del cine o la literatura se asemeja a usted?
Hay quien dice que me parezco a Harvey Keitel en ¿Quién llama a mi puerta?
¿Qué le hace suspirar?
El riesgo de volver a enamorarme.
Respecto a su trabajo, ¿de qué está más orgulloso?
De que, aunque minutos antes de terminar un texto creo que no podré acabarlo, de repente ver que está acabado.
¿Cómo ve el futuro de Uruguay?
Mira, Uruguay es una de las pocas cosas en el mundo que me hacen sonreír. Es un paraíso humilde. Aunque vivimos en la pesadilla onettiana de que todo va mal, es el reducto real de la socialdemocracia y de la decencia política. Tiene futuro.
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