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Romeo y Julieta, ‘Carmen y Lola’

La película sobre un amor adolescente entre gitanas, que despertó elogios en Cannes y se ha colocado en el centro de una polémica feminista, llega a los cines la semana que viene

La directora Arantxa Echevarria y las dos protagonistas Zaira Romero (i) y Rosy Rodriguez (d) de la pelicula Carmen y Lola. En vídeo, tráiler de la película.Vídeo: Inma flores
Elsa Fernández-Santos

Rosy Rodríguez y Zaira Romero se han criado en un mundo de vendedores ambulantes y feriantes, pequeños negocios de perritos calientes, fruta, ropa o cerámica. Querían ser modelos y hace casi dos años se presentaron a un casting que buscaba adolescentes gitanas para una película. Zaira se presentó primero. 18 años y merchera, lleva los nombres de sus padres tatuados en los brazos (“en mi familia también hay cantantes y algún futbolista, pero no puedo dar el nombre”, dice). Rosy, 21, casada y gitana, llegó unos meses después: “Yo había intentando lo de modelo, pero me estafaron 60 euros en la academia en la que me apunté. La hoja del casting la vi en casa de mi madre”, recuerda. En el pecho lleva el nombre de su marido, en las manos, sus hermanos, y en la pierna un regalo de fin de rodaje en el que se lee: “Mi madre, mi marido, mis hermanos, mi latido”.

En aquella primera cita las esperaba Arantxa Echevarría (Bilbao, 1968), una directora nutrida en el documental y el cortometraje que había decidido dar su salto a la ficción con Carmen y Lola, la historia de amor entre dos chicas gitanas. Lola, una grafitera de carácter independiente que aspira a estudiar, y Carmen, que pese a su corta edad se ha prometido ya para casarse. “Yo quería hablar del primer amor, de ese momento en el que piensas que si no te quieren se acaba el mundo. En 2009 leí una noticia en EL PAÍS sobre una boda entre dos mujeres gitanas. En la foto salían de espaldas y en la información con nombres falsos. A la boda no había ido nadie. Fue cuando empecé a interesarme por cómo sería una historia de amor entre dos mujeres en ese entorno”, señala Echevarría.

Rosy ha pedido perdón a un primo al que no hablaba porque es gay

Seleccionada para la Quincena de realizadores del último festival de Cannes y elegida por la Academia del Cine Europeo junto a Handía, de Jon Garaño, Aitor Arregi, y Petra, de Jamie Rosales, para representar a España en sus premios, Carmen y Lolase estrena el próximo 7 de septiembre en salas comerciales. La película ha sido descalificada con dureza por algunas asociaciones, como Gitanas Feministas para la Diversidad, que consideran que perpetúa los estereotipos del mundo gitano: machismo feroz, homofobia y la condena al matrimonio y a la casa de las mujeres jóvenes. “Ser gitana y lesbiana es difícil en un mundo payocentrista y heteronormativo, no solo en la comunidad gitana como pretende mostrar la película”, asegura un comunicado de la asociación. “Estigmatizar, criminalizar y estereotipar sobre el pueblo gitano no es libertad de expresión, es fomentar el antigitanismo”, añade. Para Carmen Fernández, su vicepresidenta, las críticas no son contra la película (“que no la hemos visto”) sino contra las declaraciones “de feminismo paternalista” de la directora.

Carmen y Lola está interpretada enteramente con actores naturales, a excepción de la actriz Carolina Yuste, en la piel de una asistente social. “Dos veces a la semana, durante seis meses, vimos a 1.250 gitanos. Fue muy complicado, de entrada porque todas las chicas querían salir, pero no de protagonistas. Zaira fue la número 8 y Rosy la 875. Eso no lo olvido. Sin ellas hubiese tenido que renunciar al proyecto”. Ahora Zaira, que admite que ni se leyó el guion de Carmen y Lola, será la nieta de Carmina Barrios en El silencio del pantano, opera prima de Marc Vigil.

Fotograma de la película 'Carmen y Lola'
Fotograma de la película 'Carmen y Lola'EL PAÍS

En un principio, la película transcurría entera en El Ruedo, el edificio de la M-30 proyectado por el arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza y que en los años noventa sirvió para realojar a familias que vivían en poblados de chabolas, pero la cantidad de vecinos del edifico dificultaba algunos trabajos técnicos, así que se optó por situar la trama entre los barrios de la Uva de Hortaleza y Vallecas, en un entorno de vendedores ambulantes de frutas y antigüedades.

Echevarría explica que quería hacer un Romeo y Julieta con chicas adolescentes y en “un entorno marginal”. “Me moví en todos los foros LGTB para contactar con lesbianas gitanas y conocer sus historias. Toda comunicación que no fuera a través de las redes se hizo muy difícil”. Este verano la película iba a proyectarse en la Muestra Internacional de Cine y Mujeres de Pamplona pero la cineasta se negó a asistir a un debate con las representares de Gitanas Feministas para la Diversidad y el festival retiró la película. “No hay debate posible cuando se ha llegado a la descalificación personal y el insulto, no quiero un enfrentamiento público con ellas”, afirma la directora. “Se nos ataca como violentas y al final son sus opiniones las que trascienden, y nosotras quedamos de agresivas”, responde Carmen Fernández, de la asociación gitana.

La realizadora les prometió un regalo si paraban de tatuarse

En la película, Moreno Borja interpreta a Paco, el padre de Lola. Gitano de 42 años criado en el barrio madrileño de Pan Bendito, trabaja en una empresa de seguridad, pero su papel en Carmen y Lola le está abriendo un inesperado horizonte como actor. Estará en el reparto de la serie de Paco León sobre los años de Ava Gardner en España, Arde Madrid, y tiene dos ofertas más. “Me he enamorado de la interpretación, en el rodaje me encontré con algo fundamental: la paciencia y el respeto de Arantxa”, afirma. “Mi personaje es un hombre conservador, de sus costumbres, de sus leyes y de su cultura. Él está orgullo de esos valores. Hace tiempo que he dejado de leer los comentarios sobre la película. Ni la directora ni nadie pretende representar al pueblo gitano”. “Yo tengo un primo gay al que no hablaba porque mi familia no le habla”, relata Rosy. “Cuando acabó la película lo llamé para pedirle perdón. Él y su marido vendrán al estreno”.

En este tiempo, ella y Zaira han aprendido a vivir en la piel de otro, a experimentar con su propio dolor, a llorar sin ganas. “Al principio no podía tener una cámara enfrente, tardé en acostumbrarme. También me daba mucho miedo sentirme sola, y esa ha sido la mayor sorpresa de este trabajo, que sientes algo familiar con gente que no conoces”, explica Rosy. “Los días de bajón nos apoyábamos la una en la otra”, añade Zaira. Para ellas la mayor dificultad era ocultar su verdadera naturaleza, alegre y expansiva, para comportarse como dos chicas tímidas, inseguras y en ocasiones torturadas. Hasta algo tan sencillo como fumar ante la cámara era un problema, en ocasiones mayor que besarse entre ellas. “Lo de fumar, bueno, nosotras, por respeto no fumamos delante de los adultos”.

Con la directora llegaron a un trato, no se harían ni tatuajes ni piercings hasta que no terminase la película. “Es que cada día llegaban con algo nuevo. Así que le prometí un regalo a cada una si se dejaban quietas la cara y el cuerpo”. El trueque acabó en un tatuaje para una y las primeras clases de la autoescuela para la otra.

Actores que son “pedazos de realidad”

Pier Paolo Pasolini solía explicar que su preferencia por actores naturales era casi "ideológica", ya que en sí mismos representaban "pedazos de realidad, como un paisaje, el cielo o el sol". "Son todos elementos que manipulo para convertirlos en lo que quiero", decía. El cineasta italiano, como Vittorio de Sica, Rossellini, Robert Bresson, o Buñuel con sus mendigos de Viridiana, sentía adoración por estos rostros puros.
Dando un salto de gigante, en el tiempo y en todo lo demás, Mustang (2015), la película turca de Demiz Gamze Ergüven sobre cinco hermanas huérfanas sometidas a una estricta vida doméstica, y que muchos vieron como una vuelta de tuerca a Las vírgenes suicidas de Sofia Coppola, es referente directo al trabajo con las intérpretes de Carmen y Lola. También en Cannes, la película belga Girl, de Lukas Dhont, sorprendía a todos con su protagonista, una pequeña bailarina trans en la piel de sí misma.

“No es fácil tocar la sensibilidad de actores no profesionales”, explica Echevarría. “Para trabajar su dolor hablábamos mucho de cosas importantes de sus vidas. Por ejemplo, trabajamos muchos pensando en sus hermanos, a los que adoran”. Zaira recuerda cómo la directora se acercó a ellas el último día de rodaje para disculparse: “Nos pidió perdón por manipularnos muchas veces sabiendo que lo hacía. Ella entendía que el tema de la película era delicado, y por eso, y aunque ya tenga un hijo en casa, con nosotras ha sido una madre”. Las lágrimas, las de verdad, finalmente llegaron, pero en Cannes. “El día de la proyección nos aplaudían sin parar. Llorábamos porque era el fin. Fue bestial, nos sentimos como Penélope Cruz. La gente nos pedía posar en la calle con ellos. ¿Pero esto qué es?, nos decíamos”.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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