El regreso de media pieza
Algo plomiza en su desarrollo, aunque de perfecta ambientación y bella fotografía, la película de Courcon es puro academicismo, para bien y para mal
Cualquier país que haya tenido una guerra en el siglo XX tendrá acercamientos cinematográficos a las huellas de la batalla. Tan esencial como el conflicto en sí mismo, entre países o entre bandos nacionales, es la herida imborrable que queda en los seres humanos que han matado y visto morir a su alrededor. A esos que, como al protagonista de Alto el fuego, se le “clavaron en el cuello los molares” de su compañero de trinchera tras una explosión.
ALTO EL FUEGO
Dirección: Emmanuel Courcol.
Intérpretes: Romain Duris, Céline Sallette, Grégory Gadebois, Julie-Marie Parmentier.
Género: drama. Francia, 2016.
Duración: 103 minutos.
Francia, I Guerra Mundial. Lucha de barro y desolación, de trincheras y absurdo. Un panorama que ejemplificó para el cine la insigne Senderos de gloria, de Stanley Kubrick. Pero no solo. De hecho, dos obras del cine contemporáneo, ambas formidables, hundieron su amargo cuchillo no ya en la destrucción física y moral de la batalla, sino en sus terribles consecuencias personales: Capitán Conan (Bertrand Tavernier, 1996) y El pabellón de los oficiales (François Dupeyron, 2001). La primera, en el ámbito más mental, la segunda, en el físico, el dueto se ve acompañado ahora por Alto el fuego, debut en el largo de Emmanuel Courcol, por debajo de aquellas en cuanto a calidad, pero que al menos aporta una visión interesante de las colonias francesas, de su situación tras la guerra, y origen de tantos aspectos positivos (y algunos negativos) en el devenir de la Francia actual.
Algo plomiza en su desarrollo, aunque de perfecta ambientación y bella fotografía, la película de Courcon es puro academicismo, para bien y para mal. Y a pesar de tener un par de personajes masculinos preciosos, y otros tantos femeninos, los desaprovecha un tanto porque, más que los acontecimientos, a los que nada se puede objetar, son los diálogos los que están por debajo de lo que se espera de una película de evidente trascendencia.
Relato de muertos en vida, de los que sobrevivieron a la batalla pero no a la posguerra de la existencia, Alto el fuego transcurre entre bellas composiciones visuales sin que los acontecimientos lleguen a emocionar. Eso sí, hasta el hermoso monólogo final, con mucha diferencia, el mejor texto de la película: “Lo imposible era volver de una pieza, con lengua para hablar, boca para cantar…”.
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