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El cine lima asperezas entre Venezuela y Colombia

Un festival busca la integración cultural de Bogotá y Caracas

Fotograma de El Malquerido, de Diego Rísquez.
Fotograma de El Malquerido, de Diego Rísquez.
Santiago Torrado

Que el cine una lo que la política ha separado. Tres años después de haber quedado en suspenso por el cierre de la frontera y unos días después de el presidente venezolano Nicolás Maduro acusara a Colombia de estar detrás del intento fallido de atentado contra él, el cuarto Festival Binacional de Cine Colombia Venezuela (FBCCV) lleva por primera vez a las respectivas capitales las películas más destacadas de lado y lado de la línea divisoria.

Algunos de los más recientes largometrajes venezolanos podrán verse en Bogotá del 9 al 15 de agosto en las salas de la Avenida Chile, el Museo de Arte Moderno y la Universidad del Rosario, mientras que las producciones colombianas se presentarán del 30 de agosto al primero de septiembre en el centro Trasnocho Cultural de Caracas.

“Queremos que la gente comience a pensar en Colombia y Venezuela con altura, que nos veamos de otra forma, con más respeto”, apunta Karina Gómez, directora del FBCCV. Ella explica que no todo puede ser “malandros”, contrabando y malas noticias entre dos países hermanos que comparten más de 2.200 kilómetros de frontera. “Estamos hablando de cinematografías importantes y queremos difundirlas. Es cine latinoamericano, es importante, es inteligente e interesante”.

El límite común entre los dos vecinos siempre ha sido poroso, aunque la crisis venezolana ha invertido la tendencia histórica del flujo migratorio. Antes, en tiempos de bonanza petrolera de un lado y conflicto armado del otro, los colombianos llegaban en masa a la “Venezuela Saudita”, que veían como una tierra de oportunidades. Hoy, un millón de venezolanos que huyeron de la escasez de alimentos y medicinas, la inseguridad o la hiperinflación han hallado refugio en Colombia. El festival busca levantar la percepción actual acerca de los venezolanos en Colombia, demostrar que a pesar de las adversidades, del otro lado aún se hace cine y sobrevive la cultura.

Afiche del FBCCV
Afiche del FBCCV

Gómez, una colombiana que emigró, dirige desde hace 14 años el Festival de Cine Venezolano de Mérida. Para sacarlo adelante por encima de las dificultades ha llegado a montar al grueso de los cineastas venezolanos en un autobús para recorrer las 12 horas de carretera que separan a esa ciudad andina de Caracas.

“Los países en las peores crisis sacan su mejor cinematografía”, sostiene para explicar que Venezuela esté produciendo películas de calidad mientras una buena parte del país está emigrando o pasando hambre, algo parecido a lo que ocurrió en su momento con Cuba o Rusia. Las explicaciones son diversas. Algunos cineastas han redoblado su trabajo en estos tiempos inciertos, otros paran y siguen hasta que consiguen finalizar sus películas, algunos se embarcan en coproducciones con otros países y otros combinan el cine con oficios más lucrativos como la publicidad. En cualquier caso, el cine venezolano persiste. En la edición de este año, 19 largometrajes compitieron en Mérida.

Con la experiencia de Mérida, en el año 2012, “cuando todavía teníamos una frontera viable”, el FBCCV se echó a andar originalmente en las ciudades limítrofes de Cúcuta y San Cristóbal. Tres años después, el creciente deterioro de la relación entre los dos gobiernos lo dejó en el aire, hasta ahora, cuando será acogido, con renovado impulso, por las capitales.

El FBCCV se inauguró con la exhibición de El Malquerido, del recientemente fallecido director Diego Rísquez, sobre la vida del cantante Felipe Pirela, un bolero en sí misma. Este drama, protagonizado por el reguetonero Jesús Chino Miranda, ganó el premio a mejor película en el festival de Mérida 2017, y Rísquez se llevó el de mejor director.

La ganadora de este año, el drama Hijos de la sal, de los hermanos Luis y Andrés Rodríguez, también forma parte de la muestra en Bogotá, así como el thriller policial El vampiro del lago, de Carl Zitelmann -una adaptación de la novela Un vampiro en Maracaibo, inspirada en un famoso asesino en serie venezolano que bebía la sangre de sus víctimas-, que se llevó el premio del público en Mérida.

Entre los largometrajes de ficción también destaca El Inca, del director Ignacio Castillo Cottin. Aunque la historia del boxeador Edwin Valero fue escogida para competir por una nominación en la categoría a mejor película en lengua extranjera de los Oscar 2017, en Venezuela ha quedado atrapado en una disputa judicial que ha impedido su exhibición. Muchos atribuyen motivaciones políticas a la polémica entre el cineasta y algunos familiares del boxeador.

La muestra también incluye La distancia más larga (2014), de Claudia Pinto, con los sobrecogedores paisajes de la Gran Sabana venezolana como escenario –nominada al Goya 2015 como mejor película iberoamericana– y el documental Cabrujas, en el país del disimulo, sobre el escritor José Ignacio Cabrujas.

“Son películas de muy buena calidad”, apunta el crítico de cine venezolano Alfonso Molina, comisario de la muestra. Las más antiguas se incluyeron por el interés del público. La selección colombiana que se exhibirá en Caracas aún permanece abierta, pero está garantizada la presencia de Víctor Gaviria con su última película, La Mujer del Animal, así como el documental Ciro y Yo, de Miguel Salazar, sobre una víctima del conflicto armado.

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Sobre la firma

Santiago Torrado
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia, donde cubre temas de política, posconflicto y la migración venezolana en la región. Periodista de la Universidad Javeriana y becario del Programa Balboa, ha trabajado con AP y AFP. Ha cubierto eventos y elecciones sobre el terreno en México, Brasil, Venezuela, Ecuador y Haití, así como el Mundial de Fútbol 2014.

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