Marbella
Verás, 'Madon', que aquí hay mucha ostentación, pero todo es vanidad y tú y yo somos apóstoles de la pobreza y de la humildad
Sabes, Madon, yo tuve una vida antes de convertirme en el turista enamorado. Madon ladra desde el asiento de atrás. Mira, estamos llegando a Marbella. Aquí seremos felices. Madon da un salto y se posa en el asiento del copiloto. El turista enamorado conduce su Opel Manta de 30 años de antigüedad por Puerto Banús. Al contemplar los yates y los coches de lujo, los Bentley, los Maserati, los Mercedes, el turista enamorado dice: “Verás, Madon, que aquí hay mucha ostentación, pero todo es vanidad y tú y yo somos apóstoles de la pobreza y de la humildad, por eso estamos enamorados”. Madon saca la cabeza por la ventanilla y le ladra en un paso de cebra de Puerto Banús a un rottweiler que exhibe una mujer rubia, con gafas de espejo, alta, en biquini. La mujer se queja en inglés del inoportuno ladrido de Madon, quien se asusta y se esconde en el asiento de atrás al ser contestado con fiereza por el rottweiler de 60 kilos. Tranquilo, Madon, no temas a la insolencia ni la confundas con la fuerza, filosofa el turista enamorado.
Ya están en su habitación del hotel que admite perros. Comprueba que funciona el aire acondicionado. Madon se ha tumbado en la cama. Se tumban los dos, y el aire les da en la cara. Coge el mando a distancia que yace en la mesilla y enciende el televisor. Sale el telediario. Están dando la noticia de la excarcelación del etarra Santi Potros. Se ve la imagen del etarra subiendo a un coche que ha venido a buscarle a la prisión. El turista enamorado advierte que es un coche nuevo. Se oye el motor del coche de Santi Potros en la tele. Buen motor, piensa el turista enamorado. Me intriga el enigma de España, le dice ahora a Madon, pues tú y yo, que somos honrados y no hemos matado a nadie, vamos en un coche muy viejo, y ese hombre, que ha matado a 40 personas, va en un coche muy nuevo. Cuando le quitas la vida a un ser humano, le quitas todo lo que tiene, todo lo que tuvo y todo lo que podría llegar a tener, dice el turista enamorado.
Se levanta y va hacia el minibar. Saca un KitKat y Madon yergue la cabeza y las orejas y alarga la lengua con frenesí. Madon, estos dulces no son compatibles con tu naturaleza atlética. Acabarías engordando. Comenzaría así tu decadencia, de la que no quiero ser cómplice. Y se come dos KitKat. Madon pone mirada triste. Vayámonos a dar un paseo. Justo en ese momento se da cuenta de que el pobre Madon es un perro y necesita una correa. Busca en Google una tienda. Al rato, Madon va al lado del turista enamorado con una excéntrica correa dorada, último grito en correas para perros, que levanta las miradas de toda Marbella. Me gusta el lujo marbellí, Madon, ¿a ti no? El lujo alegra hasta a los muertos. Pero vayamos a un buen restaurante y comamos. Me apetece probar los mejores pescados de la costa. Fíjate, Madon, en los rostros de la gente, aquí, en Marbella, ¿no has visto cómo están iluminados? Es la vida, Madon, es la fuerza de la vida, lo único que tenemos. El presente es nuestra única verdad. Comamos, pues.
Babelia
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