El nuevo ‘boom’ de las letras irlandesas
El fenómeno Sally Rooney llega a España como avanzadilla de una nueva hornada de escritores que despuntan por su talento y su crudeza tras los estragos de la crisis
Hay una nueva generación de escritores recorriendo las calles de Dublín y no se parece a nada que la haya antecedido. Lo único que les une es que, por primera vez, no tienen que irse a ninguna parte para publicar. Si en los 90, Colm Tóibín y otros de su talla, como Roddy Doyle, tenían que cruzar el charco y plantarse en Londres para, después de vérselas con el sinfín de autores autóctonos, lograr publicar; en el mundo después de la crisis, no sólo no tienen que subirse a ningún ferry, sino que tampoco tienen que adecuarse a nada y pueden ser tan valientes como su literatura se lo pida. Ellos, se diría, siempre han estado ahí, y lo han estado todo el tiempo, sólo que hasta que no estalló la crisis y los enormes sellos empezaron a despedir a editores que decidieron que no tenían nada que perder y que iban a montar sus propios sellos y, también, sus propias revistas, para echar mano de todo aquello que no se estaba publicando, nadie les había escuchado.
“Es algo que está ocurriendo en todas partes. Es un fenómeno global. A mayor concentración editorial, en poco tiempo, mayor atomización. Están surgiendo en todas partes, a raíz de la crisis, pequeñas editoriales que apuestan por autores sin miedo a que no funcionen, porque creen en ellos". La que habla es Laura Huerga, una de las pocas editoras en España que se ha atrevido a publicar a un escritor de esta nueva ola de la literatura irlandesa: Kevin Barry. Su sello, Rayo Verde, ha editado sus dos primeras novelas, Ciudad de Bohane y Beatlebone. ¿Cómo lo conoció? "Ganó el prestigioso premio Impac, y eso hizo que nos lanzáramos. Nos fascinaba su manera de forzar la lengua hasta extremos inconcebibles. Sabíamos que la traducción iba a ser complicada, pero creíamos mucho en él", contesta. ¿Es esa la manera de que un joven y desconocido valor, una futura estrella de las letras, llegue a cruzar una frontera como la nuestra? "Sí, todo ayuda".
Algo parecido ha ocurrido con Sally Rooney. Sally Rooney nació en 1991 y publicó su primera novela, Conversaciones entre amigos (Literatura Random House), en 2017. El libro es un poderoso 'coming of age' sentimental construido a partir del deseo femenino. Tal y como contaba la ganadora del Booker Anne Enright, la literatura irlandesa ha tenido que ver, históricamente, con romper todo tipo de silencios. Y el único que quedaba por romper era el de la mujer. Y ese silencio es el que ha roto la primera novela de Rooney. Contada desde el punto de vista de Frances, una poeta de 21 años cuya mejor amiga es su propia ex, la novela relata el affaire entre la propia Frances y un guapísimo actor en horas bajas ante la atenta mirada de su mujer, y de la ex de la protagonista, con una crudeza sentimental exenta de casi todo menos de deseo. Rooney se suma así a las voces de las aún por traducir Belinda McKeon, Eimear McBride, Sara Baume, Claire Keegan y la ya en las filas de Alianza Lisa McInerney.
Pero no todo son chicas en la nueva literatura irlandesa. Daniel Osca, al frente de Sajalín Editores, fue uno de los primeros en apostar por el ya hoy, pese a su juventud, nombre clave de esta nueva ola: Colin Barrett. Barrett creció en las afueras de las afueras y escribió un puñado de cuentos ambientados en una ciudad ficticia en la que la vida era casi tan cruda como en el Knockemstiff de Donald Ray Pollock y los reunió en la epatante Glanbeigh. "Irlanda es un buen sitio en el que encontrar buenos autores aún por descubrir hoy", dice Osca, que anuncia, feliz, la incoporación a su catálogo para el año próximo de Donal Ryan, el nominado este año —hace apenas unos días— al Man Booker por su última novela. Ellos no publicarán la última, sino la primera The Spinning Heart, de la que se hicieron, en Irlanda, "500 copias" en una primera edición "que se agotó antes incluso de ponerse a la venta". En The Spinning Heart hay crisis en el campo y hay un coro de 21 voces huyendo del desastre y lamentándose por ello. Nada que ver con la fabulosa 'new sincerity' a la irlandesa de Rooney. Se diría que, por encima de todo, lo que hay en la nueva literatura irlandesa es diversidad, y riesgo.
Una diversidad que, como decía Huerga, existe gracias al fin del mundo que se dio después de la crisis. Porque en Irlanda, hoy, hay nuevas revistas —Stinging Fly es una de ellas— en las que publicar y nuevos sellos, como el que comandan Sarah Davis-Goff y Lisa Coen: Tramp Press. Sarah y Lisa perdieron su trabajo en un gran sello durante la crisis y decidieron montar el suyo propio, en el que sólo piensan apostar por aquello que las vuelva literalmente locas. Como reza su manifiesto: "Publica sólo material por el que quemarías tu casa o saltarías por la ventana; sé valiente, no te alejes nunca de la pila de manuscritos recién llegados de cualquier parte". Y podría decirse que ese es el espíritu. Y que lo más probable es que, con un espíritu así, la nueva literatura irlandesa llegue muy lejos.
Adiós James Joyce, adiós Flann O’Brien
Aunque no tengan nada en común, lo cierto es que las propuestas del nuevo boom de le literatura irlandesa huyen, cada una a su manera, de la ópera del delirio que constituyeron los clásicos que anteceden a todo aquel que intenta abrirse camino en el mundo de las letras irlandesas: el Ulises de James Joyce (1882-1941), o el puñado de obras fantásticamente absurdas de Flann O'Brien (1911-1966).
Se sitúan, estas nuevas historias, en un entorno urbano —adiós colina verde, adiós Edna O'Brien (1930)—, a menudo suburbial y durísimo —como el que describe Colin Barrett en Glanbeigh (Sajalín)—, y en cualquier caso, distinto a sus notables predecesores.
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