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DONALD TRUMP
Tribuna
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Olvida a Elon Musk, el problema es Robert Kennedy

Elegido por Trump como responsable de las agencias de salud de EE UU, estuvo a punto de condenar a una muerte segura a 140.000 ciudadanos de su país durante la pandemia

Robert Kennedy
Robert F. Kennedy Jr. (centro), en la gala del American First Policy Institute en Palm Beach, Florida, el 15 de noviembre.Carlos Barria (REUTERS)
Javier Sampedro

[Esta pieza es una versión de uno de los envíos de la newsletter semanal de Tendencias de EL PAÍS, que sale todos los martes. Si quiere suscribirse, puede hacerlo a través de este enlace].

Debo de ser una de las pocas personas del mundo que no está decepcionada por la deriva trumpista de Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos y el resto de los acaparateguis de Silicon Valley. Como nunca creí en su nobleza visionaria ni en su compromiso social, me resulta imposible escandalizarme por sus grotescas actitudes actuales. Cuando uno lleva en el bolsillo del pantalón la tercera parte del PIB español, que es la fortuna personal de Musk, es lógico que crea que la moralidad es una enfermedad psiquiátrica. La verdad es que ahora mismo me preocupa mucho más Robert Kennedy.

Robert F. Kennedy junior, sobrino de JFK, hijo del también asesinado Bobby Kennedy y elegido por Donald Trump como nuevo responsable de las agencias de salud de Estados Unidos, estuvo a punto de condenar a una muerte segura a 140.000 ciudadanos de su país durante la crisis pandémica. Y sí, me estoy expresando con brutalidad, pero no, no estoy exagerando.

En mayo de 2021, justo cuando las vacunas de la covid empezaban a desplegarse por medio mundo, Kennedy solicitó formalmente a la FDA (la agencia del medicamento estadounidense) que rescindiera la autorización que había otorgado a esos fármacos y que, de paso, renunciara a aprobar cualquier otra vacuna de la covid en el futuro. Ya para entonces, las estimaciones científicas indicaban que las vacunas anticovid habían salvado 140.000 vidas solo en Estados Unidos.

Kennedy dirigía entonces una organización sin ánimo de lucro llamada paradójicamente Children’s Health Defense (Defensa de la Salud de los Niños), que él mismo había fundado, y su solicitud a la FDA proclamaba sin pruebas que los riesgos de las vacunas superaban a los beneficios, y proponía sustituirlas por tratamientos como la hidroxicloroquina, que ya entonces se había demostrado ineficaz. Por fortuna, la FDA no le hizo ni caso. El problema es que la FDA va a quedar ahora bajo su autoridad. Y esa agencia es la más influyente del mundo en su sector.

Y hay otras instituciones que también van a depender de él. Como secretario de Salud y Servicios Humanos (ministro de Sanidad en nuestra nomenclatura), Kennedy decidirá sobre el programa de vacunas infantiles, que asigna 8.000 millones de dólares de fondos federales cada año. Ni haciendo estallar mil cohetes sobre el Atlántico podría Elon Musk hacer tanto daño como el que puede hacer Kennedy en una sola semana.

Pero hay más, mucho más.

Donald Trump ha firmado un acuerdo para la retirada de EE UU de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Trump ya lo hizo de facto durante su primera legislatura. Como Estados Unidos es el principal contribuyente de fondos a esa agencia de Naciones Unidas, a la que aporta el 16% del total mundial, su abandono causará gravísimos problemas para la salud humana, sobre todo para los países en desarrollo, y no solo para ellos. Incluso los científicos más sobrios predicen ya una catástrofe.

En 2020, Trump acusó a la OMS de plegarse a los intereses de China e inició el proceso para abandonar la organización, aunque no le dio tiempo a consumarlo. Su sucesor en la Casa Blanca, Joe Biden, recuperó las relaciones al poco tiempo de tomar posesión en 2021. El equipo del nuevo presidente ha acelerado la ruptura esta vez. Creen que tendrá un gran valor simbólico, por alguna razón. Si Estados Unidos se retira de la OMS, será el segundo país miembro de Naciones Unidas que esté ausente de la agencia. El primero seguirá siendo Liechtenstein.

Washington ha aportado 1.100 millones de dólares a la OMS entre 2022 y 2023, la quinta parte de su presupuesto. En teoría, los países europeos podrían cubrir ese déficit, pero la ola de nacionalismos provincianos que invade el continente y la presión cada vez más acuciante para aumentar sus presupuestos de defensa juegan en contra de esa opción. La influencia de China en la agencia de la ONU está llamada a crecer en esas condiciones, en un caso clamoroso de profecía autocumplida. Inventarse problemas es un método muy eficaz para generarlos. La irracionalidad es aún peor que la codicia. Nos vemos la semana que viene.

Tendencias es un proyecto de EL PAÍS, con el que el diario aspira a abrir una conversación permanente sobre los grandes retos de futuro que afronta nuestra sociedad. La iniciativa está patrocinada por Abertis, Enagás, EY, GroupM, Iberdrola, Iberia, Mapfre, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), Redeia, y Santander y el partner estratégico Oliver Wyman.

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