Guía loca de los sanfermines (a consumir sin moderación)
La madre de todas las fiestas ofrece un abanico inabarcable de versiones de placer: del día a la noche, de la juerga a la calma
La madre de todas las fiestas ofrece un abanico inabarcable de versiones de placer: del día a la noche, de la juerga a la calma.
1. "El que se levante para las seis, delante los toros correráaaa, San Fermín que todo lo ve, le bendecirá, le bendecirá, le bendeciráaa". —Los encierros—. Salvo que tu prima Mari Puri o un amigo del alma tenga un balcón privilegiado sobre la cuesta de Santo Domingo, Mercaderes o Estafeta (los turistas foráneos o celtibéricos con posibles suelen pagar su alquiler a razón de 140 euros por persona y día), ten claro que donde mejor y más confortablemente se ven los encierros es en la televisión. La Primera de TVE —con los comentarios de Javier Solano, impagables— te mete los toros en el salón de casa o en la habitación del hotel desde las siete y media de la mañana. ¿La alternativa? Auparte dos horas antes (esto es, seis de la mañana) en alguna de las vallas del recorrido y defender el sitio a codazos como si fuera el cerco de Numancia. O, claro, verlo desde dentro del callejón. Un problema ahí: seis toros, seis, como seis trenes, pero con cuernos, pueden darte el pasaporte a mejor vida. Alerta roja: a más alcohol o drogas, más boletos para la desgracia. Al acabar el encierro, date un salto hasta la churrería La Mañueta (calle de Mañueta, 8)… gloria bendita, “los mejores churros del mundo” en palabras de la familia Elizalde, cuyos componentes, durante los sanfermines, dejan sus trabajos de abogados, médicos y profesores para levantarse a las cuatro de la mañana y preparar la masa. Doña Paulina Fernández, la matriarca, tiene 96 años y está más guapa que nunca. Una institución en Pamplona.
2. “Pamploneses, pamplonesas: ¡viva San Fermín! ¡Gora San Fermín!”. —El chupinazo—. Conocerlo y vivirlo en directo en la Plaza del Ayuntamiento al menos una vez en la vida merece la pena. El caos y el absurdo en estado puro hay que vivirlos para poderlos poner luego a parir y asegurarte a ti mismo que nunca más, nunca más, nunca más. Eso sí: saldrás como un mapa de kalimotxo, sangría, cava barato, harina y demás svnis (sustancias voladoras no identificadas). La cosa sucede a las doce en punto. Tienes dos opciones. Una, meterte en esa plaza sobre las diez y dejar que la marea te lleve. Dos, colocarte delante de alguna de las bocas de entrada a la plaza a las doce menos cuarto y dejar que la marea te lleve. Entrarás. Otra cosa es cómo. Tendentes a la bronca fácil y al cabreo por irrigación ajena, abstenerse.
3. Bocata de ajoarriero y magras con tomate a las nueve y media de la mañana. —El almuerzo—. Un día le ocurrió lo siguiente a un sanferminero de pro. Se fue con sus amigos a una taberna del casco viejo de Pamplona y se puso de ajoarriero como si no hubiera un mañana, vaya, que la comida le pilló con hambre. Echó un mundo por la boca. Se repuso a base de vermús. Se fue a los toros con el estómago como el volcán Krakatoa. Se sentaron junto a una de las peñas del tendido de sol. Tras el tercer toro, como es tradición, un miembro de una peña le extendió, obsequiosamente, un bocadillo tamaño catedral de Burgos. “No, no, gracias”, objetó. “¡Toma, hostia!”, le objetaron. Retiró el papel de aluminio. ¿Saben de qué era el megabocata? Acertaron. Pero los excesos gástrico-gastronómicos de San Fermín suelen empezar antes, suelen empezar por la mañana. En las sociedades, en las bajeras, en los txokos, en los bares… Gargantúa y Pantagruel llevan pañuelico rojo. Los almuerzos del día del chupinazo, por ejemplo, no son creíbles si te los cuentan y no los has vivido. Junto a las ganas de juerga y el pañuelo, no olvides el almax o el alka-seltzer.
4. Paquito el chocolatero y la chica ye-ye. —Los toros—. No importa lo que te digan, vete un día a los toros en San Fermín. Los festejos de gladiadores en la antigua Roma no debieron de ser demasiado distintos. Aquí los leones no se comen a los cristianos, pero los cristianos y los demás se comen y se beben en los tendidos de sol lo inimaginable. Después del tercer toro es posible ver a los miembros de una peña pasarse centollos de mano en mano o una cementera (sí, de esas que giran) llena de botellas de cava en las andanadas de sol. Hay, o había, un premio al más bestia de la plaza. Pero cuando cerca de 10.000 personas se ponen a cantar despechugándose —y sin desafinar, oiga— La chica ye-ye de Conchita Velasco (bueno, de Algueró y Guijarro)… todo se reanuda en la linde de la locura y el jolgorio. Los puristas taurinos no soportan la plaza de Pamplona. Se les entiende. Pero el lleno está asegurado cada día. A día de hoy todavía hay entradas para casi todas las corridas (www.taquillaoficial.com). Las corridas empiezan a las seis y media. Antes, imprescindible un buen pacharán casero en el bar Monasterio, a tiro de piedra de la plaza. Al salir, el Niza es una extraordinaria opción para el primer gin-tonic. Todas estas indicaciones no quieren ser una apología del alcoholismo. Es solo que en San Fermín no se pasa igual de bien a base de batidos de vainilla…
5. Al son que más calienta. —La música en San Fermín—. De día, música de bandas (sobre todo La Pamplonesa, omnipresente banda sonora de las fiestas) y un sinfín de charangas y orquestinas, festivales de jotas, bertsolaris y verbenas. Las canciones y los sones populares asaltan los bares y las plazas. Por la noche, en la Plaza de la Compañía, Plaza de la Cruz o Parque Antonutti un buen elenco de música actual para estos nueve días de fiesta: jazz, folk, ritmos latinos, música vasca…
6. Gigantes, 'kilikis', cabezudos… y vermut. —Los sanfermines de día—. En Pamplona hay unas fiestas igualmente efervescentes, pero de día, para quien quiera huir de lo que podríamos llamar la globalización nocturna de la juerga. En efecto, llega el momento en que la noche sanferminera puede parecerse a otras farras, solo que multiplicada por mil. Lo que de verdad distingue a estas fiestas es el día, en el que los grandes protagonistas son los niños y sus padres (todos ellos limpios y relucientes de blanco y rojo, cosa que, no hace falta decirlo, no ocurre con el aspecto del gentío por la noche), pero también miles de peregrinos en pos de diversión que hacen otro horario distinto al del conde Drácula. Las comparsas de gigantes, kilikis, zaldikos y cabezudos recorren la ciudad para regocijo de los más pequeños, mientras los mayores llenan las terrazas de la Plaza del Castillo, Carlos III, Taconera y toda la city en general y los mil y un bares de Pamplona para el sagrado vermut (el vermutico de San Fermín). Algunos locales muy recomendables para tal menester: Burladero, Gaucho, Txoko, Niza, Iruña, Otano, Roch, El Burgalés… El Anaitasuna, uno de los locales más populares de la geografía sanferminera, cierra tras estas fiestas, después de 38 años de vida.
7. Paseos, excursiones y otras descompresiones. —Las alternativas a la juerga—. Para quien desee oxigenarse un rato y ejercitarse en estirar las piernas y no solo en el levantamiento de codo, o sencillamente para quien no quiera participar en el follón (pero para eso Pamplona es mejor en cualquier otra época del año) existen alternativas más que apetecibles en una ciudad llena de historia, espacios verdes y monumentos. Una de ellas es recorrer parte de las murallas de la ciudad desde los (preciosos) jardines de la Taconera hasta el imponente edificio del Archivo de Navarra. O pasar la mañana o la tarde en el parque de la Ciudadela y visitar su fortificación renacentista y sus murallas (a 10 minutos a pie del casco viejo). Los jardines de la Media Luna y el campus de la Universidad de Navarra son espacios perfectos para un paseo o una buena siesta lejos del bullicio. Una excursión de un día permitirá visitar lugares tan encantadores como Roncesvalles, los valles de Ulzama, Roncal o Baztán, las localidades de Puente la Reina o Estella (ambas en pleno Camino de Santiago) o el monasterio de Leyre.
8. Comer, beber, amar y lo que vaya surgiendo. —Los imprescindibles—. Comer (caro): Restaurante Rodero, Restaurante Europa, Restaurante Alhambra, y fuera de Pamplona (en Zizur Menor, a unos cinco kilómetros), Asador Martintxo y Bidea Bi… Comer (precio medio): Savoy (extraordinarias fondues y tablas de quesos y patés, ambiente asegurado), Zaldiko, El Mercao (un local de decoración impactante y relación calidad/precio difícilmente superable), Otano (un clásico en vida), Erretegi de Estafeta, La Sidrería de Martintxo en Cizur Menor… Bares de pintxos y raciones: Bar Gaucho, Bar Txoko y bares de las calles San Nicolás y San Gregorio. Beber de noche: la oferta es interminable en Pamplona, pero estos abrevaderos valen de verdad el viaje: Café Iruña, Bar Savoy, Bar Niza, Bar Kabiya, Casino Eslava. Amar (o dormir): si eres un héroe de la vida moderna y aún encuentras habitación a estas alturas (poco probable para el primer fin de semana, muy factible de ahí en adelante), mira en estos hoteles: Caros (en San Fermín el precio puede multiplicarse por ocho o diez, esto es que puedes llegar a pagar 800 y hasta mil euros por una noche): La Perla, Palacio de Guenduláin, Pamplona Catedral, Tres Reyes. Medios: Pompaelo (con vistas al chupinazo y a los encierros), Maisonnave, Europa, Yoldi, Leyre. Barato y bien situado: Hotel Eslava. Atención: barato en San Fermín quiere decir 200 euros, tirando por lo bajo.
9. El Baile de la alpargata. Durante los sanfermines, cada mañana a las nueve, en el Nuevo Casino (encima del café Iruña en la Plaza del Castillo) tiene lugar el llamado Baile de la alpargata. Es una buena opción si: A)te has levantado temprano y quieres disfrutar la fiesta diurna desde el punto de la mañana empezando con buen almuerzo y unos buenos bailables. B)si después del encierro no te quieres acostar (¡enhorabuena por la energía, campeones!) y quieres prolongar la fiesta. Ambiente asegurado. Son las nueve de la mañana pero parecen las dos de la madrugada. Necesitarás ser socio del Nuevo Casino o que un socio te invite.
10. Últimos consejos prácticos. 1) Si puedes elegir, evita ir a San Fermín en fin de semana. Ambiente extraordinario + mucha menos gente = mejores fiestas. Más fácil pedir en los bares, reservar mesa, comprar entradas para los toros, encontrar hotel y hasta andar por la calle. 2) Si decides dormir al raso (parques, plazas, bancos de la calle, etcétera) ¡cuidado!: aunque sea julio, los carteristas hacen su agosto en San Fermín. También los agresores sexuales se aprovechan del sueño de la gente en lugares públicos. Y cuidado también con dormir cerca de las murallas de Pamplona: más de uno y de dos se han despeñado por ahí. 3)Si vas a San Fermín, intenta probar las dos fiestas, que son dos mundos paralelos: la noche y el día. El disloque y la calma. El gin-tonic y el vermut. El bailoteo desenfrenado y el chocolate con churros. Cada una tiene sus porqués y las dos son divertidísimas. San Fermín es la madre de todas las fiestas. A por ellas.
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