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Crítica | Bendita ignorancia
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¿Y qué quieres que les diga?

Frente a situaciones de cierta gracia, amparadas en la cotidianidad contemporánea y en la vergüenza ajena, el director apuesta también por el melodrama folletinesco

Alessandro Gassman (izquierda) y Marco Giallini, en 'Bendita ignorancia'.
Alessandro Gassman (izquierda) y Marco Giallini, en 'Bendita ignorancia'.
Javier Ocaña

BENDITA IGNORANCIA

Dirección: Massimiliano Bruno.

Intérpretes: Marco Giallini, Alessandro Gassman, Valeria Vilello, Carolina Crescentini.

Género: comedia. Italia, 2017.

Duración: 102 minutos.

—Hoy en día, el que no sabe lo que pasa en la Red es un ignorante.

—En ese caso, ¡bendita ignorancia!

Las relaciones sociales, amistosas, laborales y sentimentales, en la era de Internet. Hay tema, nadie lo duda. Y más en una comedia, como bien se ha encargado de demostrar uno de los últimos éxitos del cine español: Perfectos desconocidos. Y sobre ese diálogo inicial, sobre esa dicotomía entre tradicionalistas y progresistas, entre reaccionarios e impostores, según de quien venga la noción, o el insulto, se sostiene la comedia italiana Bendita ignorancia, costumbrismo popular para grandes públicos, con algún hallazgo narrativo y ciertos excesos de meliflua emotividad.

En su quinta película como director, Massimiliano Bruno, también coguionista, establece un buen conflicto inicial entre dos antagónicos profesores de instituto: el adicto al móvil, a las redes sociales y a Internet como apoyo para la educación, y el maestro a la antigua usanza, lector impenitente, alérgico a la fanfarronería de la imagen y a las conexiones virtuales, deberán intercambiar sus vidas para ver quién se desenvuelve mejor en la dinámica del otro. Sin embargo, frente a situaciones de cierta gracia, amparadas en la cotidianidad contemporánea y en la vergüenza ajena que damos los seres humanos cuando nos enfrentamos a nuestras propias taras, Bruno apuesta también por una doble trama de conflicto familiar y amoroso, casi de melodrama folletinesco, que rebaja las expectativas cómicas en beneficio de una supuesta emoción que no es tal.

Como tantas otras películas y series contemporáneas, quizá demasiadas, Bendita ignorancia recurre a la cercanía con el espectador mediante la ruptura de la cuarta pared, con continuos apartes de los protagonistas con mirada a cámara, apelando a la opinión del público y a que éste, en su pensamiento, vaya alineándose en uno de los dos bandos. Y además contiene un par de recursos elípticos muy bien conformados visualmente, sobre todo ese en el que una niña se convierte en mujer a través de unos simples paseos por el pasillo de casa.

Pero, consciente de que en la complejidad y la trascendencia puede estar el distanciamiento de su espíritu popular, Bruno prefiere el encontronazo grueso y la diatriba gritona a la finura cómica y al argumento elaborado, que solo aparece en puntuales réplicas de calidad, basadas en una sencillez casi filosófica. Como esa en la que a una alegre afirmación, “ahora puedes hablar con millones de personas en todo el mundo”, simplemente se responde: “¿Y qué quieres que les diga?”.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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