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Las momias vuelven de buen rollo

El congreso mundial en Tenerife de estudios sobre los cuerpos conservados considera superada la etapa del morbo. Los restos ayudan hoy a investigar enfermedades

Jacinto Antón
Arthur C. Aufderheide, el gran especialista estadounidense en momias y pionero de su estudio al que ha homenajeado el congreso, en las excavaciones en el oasis egipcio de Dahkleh en los 90.
Arthur C. Aufderheide, el gran especialista estadounidense en momias y pionero de su estudio al que ha homenajeado el congreso, en las excavaciones en el oasis egipcio de Dahkleh en los 90. PETER SHELDRICK

“¿Cómo están tus momias?”, “bien, bien”. El saludo entre sesión y sesión de dos de los participantes en el Congreso Mundial Extraordinario de Estudios sobre Momias, que se ha celebrado esta semana, de lunes a viernes, en el Auditorio de Tenerife, testimonia la familiaridad con la que los estudiosos, una verdadera tribu científica, tratan esos cuerpos que la marea de la historia ha dejado ante nuestra puerta asombrosamente preservados (natural o artificialmente). El congreso ha reunido a 200 especialistas, la créme mundial del estudio de las momias, entre ellos verdaderas estrellas como Albert Zink, que estudia las tripas de Ötzi, el hombre del glaciar del Tirol; Niels Lynnerup, investigador de la espectral gente de la turba, las momias de los pantanos europeos; Salima Ikram, la mayor especialista en momias de animales; Guido Lombardi, incansable perseguidor de las momias incas perdidas, o el propio presidente del encuentro, Conrado Rodríguez, referencia en la investigación de las momias guanches.

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Las momias, por supuesto, de todas las culturas, convertidas de objetos de curiosidad y piezas de arte en llaves de conocimiento, también han estado estupendamente representadas. Por las sesiones han aparecido el viejo Ötzi, la Dama de Pavía, los gemelos egipcios, la famosa momia 1770 de Manchester, la Mexicana del Museo Darder de Banyoles, la momia checa perseguida por los nazis, las 265 de la cripta húngara de Val, el sacerdote Nespamedu, el sufrido indio con megacolon, el sacrificado Hombre de Tollund, el medieval san Davino Armeno (capitán del equipo de venerados incorruptos) e incluso la tan célebre Momia de la Mala Suerte a la que se le llegó a responsabilizar, pobrecilla, del hundimiento del Titanic.

Con ellas de punta de lanza, una verdadera legión de momias, miles, poderosas y humildes, famosas y anónimas, de las que se ha tratado profusamente en los 175 trabajos científicos presentados, algunos rematadamente macabros para un profano. Otros inesperadamente divertidos: como el debate sobre si la evisceración en las momias egipcias por el perineo se realizaba con incisión o aprovechando el acceso, o el experimento sobre las técnicas de embalsamamiento relatadas por Herodoto aplicadas a tres conejos.

Incluso ha habido una selección de momias de cuerpo presente: con motivo del congreso puede verse hasta el 3 de junio en el Museo de la Naturaleza y el Hombre (MNH) una espléndida exposición, Athanatos (inmortal), en la que se exhibe un impresionante conjunto de momias, incluidas varias egipcias, precolombinas, guanches y las tan tristes de niños de principios del siglo XX del cementerio de San José de Granada, que inspiran a la vez piedad y escalofrío (esos piececitos renegridos dentro de las pequeñas sandalias blancas).

Asistentes al congreso observan una momia en la exposición 'Athanatos' en el MNH de Tenerife.
Asistentes al congreso observan una momia en la exposición 'Athanatos' en el MNH de Tenerife.

El Congreso Mundial de Momias se celebra cada tres años desde 1992 con la finalidad de reunir a los especialistas en ese campo e intercambiar conocimientos. El recién celebrado en Tenerife es extraordinario (el último fue en Lima en 2016, así que no tocaría aún) y se ha organizado para conmemorar el primero, que tuvo lugar precisamente en Tenerife hace 25 años.

Se constata que este sector de investigación ha crecido mucho, recalca Rodríguez, desde que un puñado de especialistas pioneros, a los que se tenía aún por bastante excéntricos, incluso dentro de sus propios campos como la medicina y la arqueología, se reunieron hace ya un cuarto de siglo. También se ha hecho más interdisciplinar: forman parte de la tribu arqueólogos, biólogos, genetistas, patólogos, historiadores del arte, entomólogos, forenses... Los trabajos que se han presentado dan fe de esa multiplicidad de aproximaciones a las momias: examen de las infestaciones de piojos en momias chilenas, prolapso puerperal de útero en una mujer egipcia momificada naturalmente (aportación que es mejor seguir después de un desayuno fuerte), análisis de las momias de la población no de élite de Amarna que indica que en la rutilante nueva capital de Akenatón las clases bajas padecían un alto nivel de desnutrición y lesiones, como trauma espinal y de miembros, vinculadas al duro trabajo constructivo,

Las herramientas se han sofisticado: si los pioneros tenían que reconocer las momias a ojo desnudo y empleaban bisturís y hasta cuchillos, ahora los estudiosos esgrimen espectrómetros de plasma o sofisticados escáneres manuales que te permiten reconocer una momia in situ y sin rajarla. La radiología digital ha sido una revolución para el estudio de estos cadáveres. La reexaminación está produciendo sorpresas como que el chico adolescente Ta-Kesh haya devenido la menopáusica Ta-Kush, que ya es caso. Una ponencia ha tratado el uso de unidades de mamografía digital para estudiar momias.

Dos congresistas, junto a una momia guanche en la exposición.
Dos congresistas, junto a una momia guanche en la exposición.

Las momias egipcias, aunque siempre fundamentales, han dejado de ser el centro absoluto de las investigaciones. Los estudiosos a veces tienen que recordar que no son las más antiguas: las precedieron, hace siete mil años, las de la cultura Chinchorro del litoral chileno. Se ha abordado el debate sobre la exhibición pública de momias. La opinión general es favorable, siempre en un contexto científico y en condiciones respetuosas.

Socialmente, “el tirón de las momias”, señalan los estudiosos, se mantiene: siguen fascinando pero ya no provocan tanto morbo. Están más aceptadas. No tienen el impacto negativo, monstruoso, de antaño. Resultan mucho más familiares que en tiempos de Boris Karlof (al que sin embargo los congresistas mayores siguen considerando la momia cinematográfica de referencia). La divulgación científica y los documentales televisivos nos las han metido en casa y no nos sorprenden ni atemorizan como antes. Una encuesta entre los 12.000 escolares que han visitado la exposición ha resultado reveladora: la mayoría opinan por encima de todo que las momias son dignas de estudio, y que no asustan.

Ahora el interés, el foco, se ha desplazado y se ha vuelto más científico: queremos saber a ciencia cierta quiénes eran, reconstruir su vida (y su muerte), y comprender de qué manera se han conservado. Y ya no es solo curiosidad: podemos extraer lecciones e incluso una ayuda para nuestros problemas. De manera cada vez más frecuente, las momias se están alzando en ayuda de los vivos. No solo nos iluminan el pasado y nos sirven para reconstruir la Historia. Sus enfermedades nos permiten entender mejor las nuestras y hasta prevenirlas.

Donde un público corriente guardaría un acongojado silencio, la conversación ante las urnas era animadísima y distendida, con comentarios entusiastas como: “¡Mira, mira, este no ha sido eviscerado!”.

Ahora sabemos gracias a las momias –como se ha tratado en el congreso- que hasta un 25 % de las poblaciones antiguas egipcias e incas sufrían de arteriosclerosis, dolencia que achacábamos a nuestra dieta rica en grasas y nuestro estrés; o podemos rastrear 9.000 años, para entenderla, la terrible enfermedad de Chagas, uno de los mayores problemas de salud actualmente en América. El congreso ha incluido una ponencia sobre paleopatología del infarto que recoge el caso de la momia natural del sacerdote italiano Giovanni Arcangeli (1751) como el primero conocido.

La familiaridad con las momias les ha restado inevitablemente misterio, y la tecnología ha roto vínculos y creado distancia emocional. “Se les ha perdido algo el respeto”, coinciden algunos de los estudiosos veteranos. “Y eso es fundamental conservarlo, su derecho a la dignidad”. En todo caso, el misterio de la muerte permanece vivo en ellas y obliga a hacerse preguntas: ¿me pareceré yo a eso?, ¿cómo afrontaremos la muerte y cómo dispondremos de los muertos en el futuro?

El congreso ha homenajeado a uno de los pioneros del estudio de momias, el paleopatólogo de Minesota C. Aufderheide (1922-2013), al que Heather Pringle inmortalizó en 2000 trinchando momias (le hizo la autopsia a más de 800) en The Mummy Congress (El enigma de las momias, Grijalbo, 2002), un libro de referencia a partir del congreso de Arica que popularizó las actividades de la tribu. Aufderheide, un tipo en verdad notable que pasó dos años viviendo con los inuit y viajó al Polo Norte sentó las bases de la idea de que el estudio de las enfermedades antiguas a través de las momias podía ayudar a comprender el desarrollo de las modernas epidemias. Entre los continuadores de su trabajo está el también veterano Karl Reinhard, el crack de los parásitos hallado en momias. “No basta con flipar ante las momias”, dice Reinhard con lenguaje generacional de exhippie. “Escudriñarlas tiene que tener un propósito y el más claro es observar sus padecimientos, como la calcificación de las arterias: nuestros antepasados también se enfrentaban a nuestras mismas enfermedades. Al estudiar las momias aprendemos cosas útiles para nuestra salud”.

El perfil del investigador de momias es muy variado, del erudito con aspecto de sabio despistado a la joven estudiosa tatuada como, precisamente, una momia de Pazyrik. Los más veteranos observan un desplazamiento de la pasión y el humanismo hacia lo tecnológico en los más jóvenes. Aunque todos comparten una característica lógica: no les impresionan los cuerpos conservados. Fue revelador en ese sentido participar en la visita de los congresistas a la exposición en el MNH (previa a un cóctel en el museo): donde un público corriente guardaría un acongojado silencio, la conversación ante las urnas era animadísima y distendida, con comentarios entusiastas como: “¡Mira, mira, este no ha sido eviscerado!”.

Se echó a faltar la momia guanche considerada la mejor conservada, la de Barranco de Herques, que, regalada a Carlos III, se encuentra actualmente en el Museo Arqueológico de Madrid. El Cabildo, que reclama su momia al estilo de la Dama de Elche o los mármoles del Partenón, la pidió prestada para la exposición pero se le negó, aduciendo razones de conservación.En Tenerife, donde se considera a las momias "antepaisanos", se ha lamentado que no vuelva, ni que sea de visita.

La gente que hace hablar a los muertos

Albert Zink ha explicado que Ötzi era intolerante a la lactosa. Su dieta incluía una alta proporción de grasa. Sus ojos eran marrones y no azules como se creyó al principio. Zink considera “altamente improbable” encontrar otra momia similar.

Salima Ikram destaca el hallazgo de numerosos familiares de Amenofis III en una tumba en el Valle de los Reyes como lo más interesante de los últimos tiempos. Ella no ha conseguido aún encontrar los leones momificados de Saqara. Han de aparecer.

Sorprende la abundancia de muestras de violencia en las momias guanches (un total de 120 restos, 15 completas), las menos conocidas aún (como toda la protohistoria canaria) pese al incremento de los estudios, con un alto porcentaje que presentan fracturas craneales producto de la confrontación personal. Se presentó el caso de un joven momio matado a golpes de maza y enterrado de cualquier manera

Las momias prueban que ser mujer siempre ha sido más difícil. Las egipcias, señala la estudiosa Emma Rabino-Massa, parían con dificultad al ser muy estrechas de caderas.

Curiosamente, los egipcios no establecían diferencias a la hora de momificar hombres o mujeres. Los órganos femeninos específicos, como el útero, no se conservaban.En los vasos canopos se depositaban en todos los casos los mismos: pulmones, hígado, intestinos y estómago.

El investigador Ole Nielsen, que ha reexaminado al famoso Hombre de Tollund sostiene que las momias de la turba eran gente sacrificada en los pantanos, “interfaz" entre el mundo de los hombres y el de las divinidades.

Reinhard ha reestudiado a otro icono momio y viejo paciente suyo, el indio del Bajo Pecos que padecía de Chaga (una infección por tripanosoma cruzi que transmiten unas chinches horribles, las vinchuchas) hace dos mil años y murió de muy mala manera tras permanecer tres meses con megacolon terminal sin poder defecar, con las lógicas consecuencias. En el nuevo examen, ha descubierto que, incapaz de moverse, el paciente fue alimentado por su comunidad con saltamontes, una dieta muy nutritiva, lo que demuestra cuidados paliativos.

¿Qué tiene que ver Rod Stewart con las momias? Una foto en el congreso lo mostró en un vídeo grabado en el velero Galathea, en el que la expedición etnográfica danesa Atlantide se llevó de Tenerife en 1945 varios restos guanches en pleno debate sobre si los vikingos habían estado en las Canarias (según los especialistas, no).

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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