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La conjura del misógino

Philip Roth mantuvo una relación turbulenta con las mujeres

Andrea Aguilar
Philip Roth, con su esposa, la actriz Claire Bloom, en una imagen sin datar.
Philip Roth, con su esposa, la actriz Claire Bloom, en una imagen sin datar. Ian Cook (The LIFE Images Collection/Getty Images)

El titular gritaba: ¿Por qué odian estos hombres a las mujeres?”. En las páginas del semanario The Village Voice en 1976, la afilada crítica Vivian Gornick ponía el dedo en la llaga y denunciaba la misoginia latente en los libros de Saul Bellow, Norman Mailer, Henry Miller y Philip Roth. A las feroces críticas que este último había recibido por parte de la comunidad judía tras la publicación de El lamento de Portnoy, se sumaron entonces las furiosas voces de las feministas de la segunda ola. Este coro nunca se apagó, y a lo largo de los años demostró la fuerza del pegamento que sostuvo la etiqueta de recalcitrante misógino que acompañó a Philip Roth. En 2001 las críticas a su novela El animal moribundo le acusaban de paternalista en su acercamiento al personaje femenino, e incluso hablaban del “complejo de vagina dentata” que supuestamente recorría toda la temática del sexo en sus obras. Roth no sólo ocupó un lugar destacado en la categoría de judío que se auto odia, sino que reinó durante décadas como máximo exponente del machismo literario. Él siempre defendió que sus personajes femeninos no eran planos, ni insustanciales (Drenka de El teatro de Sabath siempre mencionado como uno de sus favoritos), y que sus dardos iban contra ambos sexos, aunque los narradores y protagonistas siempre fueran indefectiblemente hombres.

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Gornick señala en un ensayo de 2008 que durante 30 años las mujeres en los libros de Roth “son monstruos porque para Philip Roth las mujeres son monstruosas”. Pero en aquel primer artículo de The Village Voice alababa las primeras obras de Roth, señalando que los problemas de Portnoy eran aplicables a hombres y mujeres. La denigración femenina arrancaba con Mi vida como hombre. Publicada un par de años antes de que apareciera la crítica, esta novela cuenta el problema con una mujer en concreto y en ella Roth tiró de su propia biografía. El escritor había conocido en Chicago a Maggie Martinson, madre de dos hijos, a mediados de los cincuenta, y con ella mantuvo una tormentosa relación hasta que aceptó casarse cuando ella le dijo que estaba embarazada, a cambio de que abortara. Tanto las pruebas de orina que confirmaban el embarazo como el aborto resultaron ser una farsa que acabó confesando a Roth años después, negándose a darle el divorcio. Martinson murió en un accidente de coche en 1963 pero el amargo sabor que todo aquello dejó al joven Roth no se fue y en Mi vida como un hombre, escrita casi una década después, dio rienda suelta a su ira en una escena en la que el protagonista le propina una paliza sobrecogedora.

La biografía de Roth y su historial de infatigable conquistador se entrelazan a menudo en sus libros y en el severo juicio que sobre ellos se emite. Con su segundo matrimonio con la actriz británica Claire Bloom el nivel de bronca fue in crescendo. El libro Engaño plantea un juego de espejos --en el que el narrador Philip mantiene largas charlas con una amante-- que por poco lleva a pique su relación en 1990 incluso antes de estar casados. La buena amiga de Roth, la periodista Judith Thurman, le ayuda a salir del paso llevándole a comprar un anillo para calmar a Bloom. La actriz se despachó unos años después tras el divorcio en Adiós una casa de muñecas y Roth le dio la réplica desde la ficción con Me casé con un comunista. Lo cierto es que a Roth no le han faltado defensoras ni amigas. Desde Edna O’Brian hasta Claudia Pierpoint Roth, que en su libro Roth desencadenado aborda la cuestión feminista de frente y saca una cita del protagonista de Mi vida como un hombre que bien podría haber pronunciado el escritor: “¿No ve que el problema no es que las mujeres signifiquen poco para mí, sino que significan demasiado? ¡Son el campo de pruebas no de mi potencia, sino de mi virtud! ¡Créame, si hubiese escuchado a mi polla en lugar de a mis órganos superiores, no me habría complicado tanto la vida!”

Complicada o simple lo cierto es que en el último capítulo en la larga historia de Roth con las mujeres, el autor aparece convertido en un personaje de ficción. Ezra Blazer es el alter ego de Roth en la primera novela de Lisa Halliday (que sacará Alfaguara este otoño en España) en la que convierte en ficción el affaire que el afamado escritor con casi 70 años mantiene con una joven veinteañera. Otro juego de espejos del gran Roth.

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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