_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Quién se atrevería a publicar hoy de nuevas a Philip Roth?

En ‘El lamento de Portnoy’ elevó su canto a la masturbación y en ‘La mancha humana’ predijo la censura presente contra la literatura más salvaje

Jesús Ruiz Mantilla
La actriz Claire Bloom y el escritor Philip Roth, en la casa de Connecticut en 1983.
La actriz Claire Bloom y el escritor Philip Roth, en la casa de Connecticut en 1983.magnum

Ha muerto Philip Roth. Hoy toca alabarlo. Vendrán sentidos recuerdos, análisis sobre su gigantesca carrera novelística y terapias aplicadas a sus alter egos. Pero hay una pregunta que al recordar las páginas de novelas suyas como El lamento de Portnoy, La mancha humana, Sale el espectro, El teatro de Sabbath o El animal moribundo, por agarrar algunas al vuelo, flotará en el ambiente: ¿Quién se atrevería a publicarlo hoy? En la época en que toca enmendar la plana a Nabokov por su Lolita, ¿quién echaría el resto para dejar volar a gloriosos salidos como Nathan Zuckerman o David Kepesh? 

Más información
Muere el escritor Philip Roth a los 85 años
Cinco novelas imprescindibles de Philip Roth
La suerte de traducir a Philip Roth

Si Philip Roth es un escritor que nos cruje por dentro no se debe tanto a su habilidad para la franqueza, si no a su sensibilidad para retratar la desolación de una era huérfana. Su fenómeno y su actitud libérrima dentro del panorama de las letras norteamericanas explican sus inicios y su consolidación en la ola abierta de los sesenta, cuando libre de prejuicios –o quizás demasiado atado a ellos-, como previa catarsis, entonó su canto a la masturbación en El lamento de Portnoy.

Aquello y sus obras posteriores, centradas radicalmente en el sexo como motor último de cada una de nuestras acciones, no le llevaron al Nobel, pero sí a ingresar vivo –y como auténtica excepción- en la pléyade de Library of América. Se trata de una colección dedicada a clásicos muertos, ante todo. Con eso se escudó para la eternidad.

De no ser así, si Philip Roth iniciara ahora su peregrinaje con manuscritos a cuestas como auto en ciernes o principiante, en vez de proporcionar jugosos ingresos a la agencia Wyllie o haberse convertido en una de las voces más crudas y reconocidas de su país, lo tendría más que difícil.

El sexo sin tapujos ni fronteras de raza, condición ni edad, no sólo planea, sino que define la obra de Roth. El sexo como verdadera y última frontera moral

De alguna manera vislumbró la cada vez más pesada amenaza del puritanismo al publicar La mancha humana. Es la última entrega de lo que llamó su trilogía sobre América, de la que forman también parte Pastoral americana y Me casé con un comunista. En la última entrega entraba de lleno en la era Clinton, con el espejo del caso Lewinski por medio. La tabla de salvación que supone para su protagonista –un viejo y controvertido profesor- su tórrida relación con una limpiadora de la universidad donde trabaja, hubiese cosechado su crucifixión en las redes. Lo mismo que la obsesión de David Kepesh por una joven alumna latina en El animal moribundo, o las constantes pulsiones de ese sátiro titiritero continuamente desmadrado en El teatro de Sabbath.

Vídeo: EPV

Porque el sexo sin tapujos ni fronteras de raza, condición ni edad, no sólo planea, sino que define la obra de Roth. Sexo como verdadera última frontera moral. Sexo arrebatado, como la tabla enmohecida del náufrago, como el último suspiro en el pantano, es lo que sirve de eje y timón a toda su intensa y rabiosa trayectoria. Un sexo explícito y desolado, febril y en huida, sin más avituallamiento que la caricia y el orgasmo. Un sexo jovial y macabro como refugio lo amarra y lo libera.

Y un sexo como excusa –ahí es donde duele- para disparar contra todo lo que le rodea: primero en la frente del mismo autor que se abre en carnes dentro de cada página. Pero luego contra todas las convenciones y condiciones que le obligan a hallar en sí mismo su propia razón de ser. Contra la familia, la religión, la patria del barrio (Nueva Jersey), los altares del saber, las jerarquías académicas, los alumnos pervertidos en unidades de vigilancia como anuncio de un negro futuro de cadenas mentales, la cansina y opresora hipocresía, la sombra del padre, la incierta pero palpable soledad. Pero en su caso, ya está hecho. Sólo queda hoy liberarse de prejuicios y lanzarse vorazmente a leerlo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_