La resurreccion del otro Portobelo
Panamá busca recuperar uno de los puertos más importantes del siglo XVIII con una inversión de 46 millones de euros para rehabilitar las antiguas fortalezas
Durante dos siglos Portobelo fue uno de los puertos más importantes de la América española, el lugar adonde llegaba todos los años la flota de Indias que zarpaba desde Sevilla. Un proyecto del Gobierno de Panamá, financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) aspira a recuperar el esplendor perdido a mediados del siglo XVIII. Portobelo es hoy una pequeña y retirada población de poco más de cuatro mil habitantes a la que se llega por una carretera de dos carriles que va bordeando la costa caribeña de Panamá, muy lejos del frenesí comercial de la vecina Colón o de la exuberancia de la zona financiera de Ciudad de Panamá. Sin embargo, basta entrar en la bahía de Portobelo por la carretera transístmica para darse de bruces con uno de los complejos defensivos más espectaculares y variados del imperio español, que incluye desde castillos de traza medieval del siglo XVI, hasta fortalezas abaluartadas de finales del XVIII.
Según explica Wilhelm Franqueza, exdirector de Patrimonio Histórico de Panamá y actual responsable de conservación de Portobelo, el nuevo plan de desarrollo permitirá invertir unos 46 millones de euros durante los próximos cuatro años con el objetivo de reparar las fortalezas, desbrozar la maleza que cubre muchos de sus muros y cerrar brechas intentando en lo posible utilizar materiales de la época. “El peor enemigo del restaurador es el agua, sobre todo en un país como Panamá con uno de los regímenes pluviométricos más intensos de América”.
Portobelo entra muy pronto en la historia de la expansión española en América, en concreto el 2 de noviembre de 1502, cuando Cristóbal Colón hace fondo en la bahía durante su cuarto y último viaje a América y destaca en su diario sus cualidades como puerto natural. Menos de un siglo después, Portobelo sustituye a la vecina Nombre de Dios como el principal puerto español en América Central, el lugar adonde todos los años llega la flota de Indias cargada de productos provenientes de Sevilla y de donde parte con el oro, la plata y otras materias enviados desde el virreinato del Perú a través del istmo de Panamá en lo que era, según los testimonios de la época, una de las mayores ferias del mundo, que duraba varias semanas y convocaba a miles de personas.
Pero ser fuente de tanta riqueza también convirtió a Portobelo en objetivo de los principales piratas de la época. Cada uno de los fuertes que rodea Portobelo fue protagonista de alguna de estas batallas. Justo a la entrada de la bahía se encuentra el fuerte de San Felipe, Todofierro, llamado así por las numerosas bocas de fuego que disponía, y que cuando todavía se hallaba en construcción tuvo que repeler en 1596 un ataque organizado por Francis Drake en la que fue su última expedición al Caribe español. En cambio la batería-reducto de San Jerónimo, que protegía la boca del puerto, y el castillo de Santiago la gloria, situado justo enfrente de Todofierro, al otro lado de la bahía, no pudieron impedir la captura de la ciudad por el pirata inglés Henry Morgan en 1668. Pero el asalto más devastador fue el organizado durante la guerra del Asiento, en 1739, por el almirante Edward Vernon, el mismo que dos años después sería derrotado ante la Cartagena de Indias defendida por Blas de Lezo.
El Gobierno panameño quiere poner fin al deterioro mediante este programa de inversiones puesto en marcha y que también incluye la arquitectura civil de la ciudad como la Contaduría Real o Aduana, uno de los edificios de gobierno más antiguos de América Central (1630); o la calle Real y la calle de la Merced, las más antiguas de Portobelo, cuyo empedrado será restaurado. El objetivo de todas estas medidas es hacer accesible la bahía al turismo de cruceros que desde hace varios años se ha convertido en una importante fuente de riqueza para Centroamérica y el Caribe y garantizar mediante estos recursos la sostenibilidad del recinto.
La tumba de Francis Drake
Imposible mirar hacia el mar Caribe desde Portobelo sin recordar que justo allí delante yace sepultado en el lecho del océano desde hace cuatro siglos el pirata inglés Francis Drake. Aquí encontró la muerte, en enero de 1596, pero también es aquí, en la costa de Panamá donde comenzó a forjar su leyenda. Tras participar en varias expediciones a las Antillas españolas organizadas por su primo John Hawking, en las que combinaban el comercio de esclavos capturados en el golfo de Guinea con el ejercicio puro y duro de la piratería, en 1570 o 1571, Drake consigue un barco en Plymouth, recluta una tripulación y organiza una campaña con un objetivo que hasta entonces parecía inalcanzable: atacar el camino de Cruces, que atravesaba el istmo de Panamá y por donde transitaba todo el oro y la plata que desde el Perú se dirigía a España. Aliado con un grupo de cimarrones, esclavos fugitivos, que conocían perfectamente el terreno, Drake y sus hombres asaltan el convoy, consiguen hacerse con una parte del tesoro y regresan a Inglaterra convertidos en hombres ricos.
Pero la cumbre de su prestigio le llega una década después, en 1580, cuando se convierte en el primer inglés que penetra en el océano Pacífico y en el segundo capitán, cincuenta años después de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, que culmina una vuelta al mundo. A bordo de su propio barco, The Golden Hind, Drake será ennoblecido por la reina Isabel de Inglaterra y posteriormente elegido miembro del parlamento. Pero sus últimos años serán difíciles: el relativo fracaso de su expedición a las Antillas de 1586, su discutible desempeño durante el ataque de la Armada Española en 1588 y, sobre todo, el desastre de su contragolpe sobre La Coruña y Lisboa en 1589, donde perdió miles de hombres, debilitan su credibilidad.
Con más de 50 años y la salud debilitada, Drake recibe una última oportunidad de la reina Isabel para rehacer su prestigio atacando de nuevo las Antillas españoles. Pero tras ser rechazado en San Juan de Puerto Rico, Drake padece una debacle en Portobelo, en la costa de Panamá, el mismo lugar donde inició su carrera como pirata, al encontrarse la ciudad protegida por una compañía de soldados bregados en Flandes y sobre todo a sus antiguos aliados, los cimarrones, convertidos en hombres libres e integrados en el sistema defensivo español. Después de varios días de agonía a causa de la disentería, el cuerpo de Drake fue ataviado con su armadura, introducido en un sarcófago de plomo sellado y lanzado al mar delante de Portobelo donde aún permanece más de 400 años después.
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