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Don Eloy, el jubilado que convirtió a sus hijos en estrellas del barroco

En plena crisis en Langreo, este hombre lideró la construcción de un clavicordio e instrumentos de época. Hoy, sus hijos, son estrellas de la música antigua a nivel mundial

Daniel, Aaron y Pablo Zapico.
Daniel, Aaron y Pablo Zapico.Carlos Rosillo
Jesús Ruiz Mantilla

Al jubilarse, don Eloy Zapico se encontró con mucho tiempo libre… Y decidió emplearlo en beneficio de sus paisanos. Se retiró en Langreo (Asturias) como empleado de Endesa antes de los sesenta y tenía tres hijos adolescentes. Una noche acudió a un concierto de música antigua y quedó fascinado por el clave que tocaba la interprete Pilar Tomás, acompañando la voz de Marta Almajano y con Gerardo Arriaga en la cuerda pulsada. Intrigado por el teclado, les preguntó: ¿Cuánto vale uno de estos? La respuesta sobrepasaba el nada abultado presupuesto de la asociación de padres de alumnos del conservatorio en la que ejercía de miembro activo. No había dinero pero tampoco se arredró: “Entonces, lo construiremos…”.

Dos de sus tres chavales, los gemelos Pablo y Daniel, destacaban como goleadores en el equipo de hockey. Aunque estudiaban música también con Aaron, el mayor. Lo que no pudo sospechar don Eloy fue que aquella decisión de construir un clave barroco en su población de 40.000 habitantes, cambiaría sus vidas para siempre.

Hoy, los Zapico, son referencia en la música antigua en España y a nivel mundial con Forma Antiqva, su grupo. “Nuestro padre era especial. Murió hace 15 años, no paraba quieto. Se metió en todo para transformar la zona en plena crisis. Cuando decidieron construir el clave, organizaron un curso para 40 personas y tres de ellas acabaron como lutieres”.

La reconversión en la cuenca asturiana había caído sobre los hombros tiznados de la minería y todo lo que indirectamente vivía de ella. Tocaba reinventarse. Líderes como Eloy Zapico salvaron en buena medida la mentalidad de la gente. La silicosis de la incertidumbre. Su historia y la de sus hijos parece una mezcla de ¡Qué bello es vivir! con Bienvenido Mr Marshall. “Bien mirado, así es”, asegura Aaron. Tanto él como sus hermanos representaron la pasada semana y este lunes en la Fundación Juan March de Madrid la pieza Los elementos, de Antonio de Literes. Una obra estrenada en 1705. Lo hacen liderando Forma Antiqva y con la dirección escénica de Tomás Muñoz.

La historia de Eloy Zapico y la de se estirpe parece una mezcla de ¡Qué bello es vivir! con Bienvenido Mr Marshall. “Bien mirado, así es”, dicen sus hijos

No sólo triunfan en ese ámbito y destacan en los programas de buena parte de Europa y América. La labor comprometida del padre les marcó y los tres son maestros de referencia en el repertorio que interpretan. Aaron ha enseñado en el conservatorio de Oviedo. Pablo y Daniel en Madrid y Zaragoza. Graban para el sello Winter & Winter. A punto está de aparecer Concierto Zapico Vol 2, “así, en plan Tarantino”, comentan. Será su séptimo disco con el sello alemán.

Pero siguen anclados a esa hazaña de raíz que inició su padre. La historia del clave en Langreo creció… “Construyeron más de uno y los alquilaron para dar recitales por todo el norte. Eran buenos. Yo los toco a veces”, comenta Aaron, experto en el instrumento. “Aparte de eso se liaron a hacer tiorbas, guitarras barrocas, laudes, violas de gamba. Y crearon un festival de música antigua con el nombre de nuestro padre”, continua Pablo.

La historia, además, se envolvió en una fascinante paradoja. Gracias a los instrumentos típicos de dos y tres siglos atrás, montaron una especie de laboratorio con programas informáticos: “Para edición de partituras y cosas así”, dice el gemelo. De aquellos tiempos surge también su ensemble. “Van a cumplirse 20 años de Forma Antiqvua. Empezamos cuando Pablo y Daniel tenían 15 y yo 18”, comenta Aaron. “Nos propusieron hacer unas piezas religiosas y dijimos que sí, claro. Luego les metimos repertorio profano, pero, ¿qué más da? El caso era actuar”.

Son hermanos y bien avenidos. Su madre, Margarita Braña, está encantada de verlos triunfar juntos. La condición no deja escapatoria: “Somos familia, no nos queda otra. Aunque de verdad creo que entre dos hermanos hubiese resultado más difícil que al ser tres. Siempre alguno de nosotros media”, comenta Aaron. “Cuando nos echamos contra él, los gemelos somos como velociraptors”, añade Pablo. Pero como Daniel ensaya mientras ellos hablan, no habrá manera de enterarse. Salta a la vista que forman una piña. Barroca, en su caso.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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