Luca Guadagnino y el terror a aceptar el deseo
El cineasta italiano estrena ‘Call Me By Your Name’, bucólico retrato de un amor homosexual que opta a cuatro 'oscars'
Su película relata un amor veraniego, durante el caluroso estío de 1983, en algún lugar del norte italiano. Lo protagonizan dos jóvenes, un chico de 17 años que descubre la intensidad del amor, para lo bueno y para lo malo, y un estudiante universitario estadounidense y algo mayor. Sin embargo, a Luca Guadagnino (Palermo, 1971) le parece reductor describir Call Me By Your Name como una historia de amor homosexual. “Yo creo que va más allá, que habla de sentimientos revolucionarios. Es como si los personajes descubrieran que el Sol no gira alrededor de la Tierra, sino al revés. A través de esa revolución copernicana, entienden que estamos hechos para amar y desear”, responde el director italiano. La película ha llegado a los cines españoles tras triunfar en los festivales de Sundance y Berlín, y a escasas semanas de la ceremonia de los Oscar, en la que optará a cuatro premios, incluido el de mejor película.
Guadagnino no cree en las etiquetas. En su filme no se escucha ni una sola vez la palabra homosexualidad ni se categoriza la orientación sexual de sus personajes de manera explícita. “Me cuesta mucho poner etiquetas en términos de género y de sexualidad. Yo creo que nos catalogamos así porque nos aterra aceptar la complejidad de nuestro deseo”, asegura el director. ¿Cómo definiría, entonces, a sus personajes? “En los ochenta, supongo que les habrían llamado maricones”, responde Guadagnino, usando el insulto en castellano. “Hoy nos referiríamos a ellos como gais. Pero yo los veo, simplemente, como dos personas que aman y desean”.
En realidad, la injuria y la sospecha brillan por su ausencia en su historia. Frente a esta rotunda historia de amor, no existe resistencia ni oposición. “Es un idilio. Y, como tal, debe ser idílico todo el tiempo”, justifica el director, aludiendo al género lírico griego de temática amorosa, protagonizado por pastores y con un locus amoenus como obligatorio telón de fondo. “En un jardín primaveral no hay oposición ni contrariedad. Se acepta incluso que haya alguna abeja. No hay conflicto porque ese conflicto no es necesario. En un idilio se debe aceptar que la naturaleza crece descontrolada y que no puedes hacer nada para detenerla”. Eso sucede con el vínculo entre sus protagonistas, a riesgo de reflejar una proyección platónica y algo despolitizada del deseo homosexual. “Yo creo que las personas más realistas siempre son las que creen en la utopía. Parafraseando a Lutero, encontrar el amor verdadero es como encontrar la rosa de lo sublime en la cruz de la vida diaria”, rebate Guadagnino.
El guion corre a cargo del veterano James Ivory, que se planteó rodar la película con Shia LaBoeuf en el papel del estudiante estadounidense. Cuando su proyecto se vino abajo, por motivos de financiación, Guadagnino decidió salvarlo tomando las riendas. Confió ese papel a Armie Hammer, algo estigmatizado en Hollywood desde el fracaso de El llanero solitario en 2013, y el de su compañero a un semidesconocido actor francoestadounidense Timothée Chalamet, visto en la serie Homeland. Por su parte, Ivory y Guadagnino parecen encontrarse a medio camino, entre el deseo amordazado que suele describir el primero y la exuberancia algo caprichosa que caracteriza al segundo, aquí bastante rebajada. “Es verdad. Nos dimos cita en un punto medio y, de esa manera, nos superamos el uno al otro”, asegura. La película resulta menos gráfica y escatológica que el libro que la inspira, Llámame por tu nombre, de André Aciman. Con una única excepción: una comentada secuencia de penetración a un melocotón. “Antes de rodarlo lo intenté yo mismo para comprobar que funcionaba”, se limita a explicar Guadagnino.
Instado a escoger sus referentes cinematográficos, el director enuncia un listado en el que figuran Renoir, Rivette, Pialat y Bertolucci. ¿Y Philippe Garrel, otro especialista en la ambigüedad del sentimiento amoroso, cuya sombra parece pasearse por Call Me By Your Name? “Es verdad, me ha pillado. Y no solo porque su hija, Esther Garrel, interprete un papel. Al final de la película se escucha un diálogo que robé de uno de sus filmes, J’entends plus la guitare”, confiesa el director. Pese a todo, puntualiza que lo que más le guió durante la preparación del proyecto no fue ninguna película, sino una frase de Truman Capote que subrayó en su deslumbrante debut, Otras voces, otros ámbitos: “El amor, al no tener geografía, no conoce las fronteras”.
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