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Muere el trompetista sudafricano Hugh Masekela

Compositor y cantante de jazz, fue autor de himnos contra el 'apartheid'

José Naranjo
Hugh Masekela, en una actuación en Nairobi en 2016.
Hugh Masekela, en una actuación en Nairobi en 2016. DANIEL IRUNGU (EFE)

“Un baobab ha caído”. Con esta frase anunció el ministro de Cultura sudafricano, Nathi Mthethwa, la muerte del trompetista, compositor y cantante Hugh Masekela, un icono en su país y una leyenda de la música mundial, quien durante tres décadas contribuyó como pocos a poner la banda sonora a la lucha contra el apartheid. Su fallecimiento se produjo este martes en Johanesburgo, por un cáncer de próstata cuando tenía 78 años, provocando una oleada de reacciones y homenajes en todo el mundo.

Nacido en 1939 en un suburbio de la ciudad minera de Witbank, siendo aún un niño se emocionó con la película El trompetista, en la que Kirk Douglas daba vida al músico estadounidense Bix Beiderbecke, una de las primeras figuras del jazz. Su flechazo con la música fue instantáneo. Pero fue el arzobispo anglicano y gran luchador contra la segregación Trevor Huddleston quien le animó a desarrollar su talento con la trompeta y lo fichó para su banda. Desde entonces, música y activismo fueron indisociables para él. En los cincuenta tocó en los grupos más importantes del país y conoció a la que sería su primera esposa, la cantante Miriam Makeba, de la que se separó pocos años después.

Tras la masacre de Shaperville de 1960, en la que murieron 69 personas a manos de la policía, y el aumento de la represión, ambos tuvieron que marchar de Sudáfrica al exilio en EE UU. Allí, gracias a la ayuda de músicos como Dizzy Gillespie o Harry Belafonte y a su enorme talento, la carrera de Masekela explotó. No sólo desarrolló un estilo propio entre sus raíces africanas, el jazz y el pop, sino que se instaló en California y creó Chisa, su propio sello discográfico. En aquellos años tocó junto a artistas de la talla de Janis Joplin, Otis Redding, The Who o Jimi Hendrix.

En 1968 logró su primer gran éxito internacional con la canción Grazing in the Grass y en los setenta actuó junto a los grandes del afrobeat y el jazz africano, como Fela Kuti, Dudu Pukwana, Eddie Gómez o Ntshoko. Su fama crecía por el mundo, pero en Sudáfrica las cosas no iban bien. Masekela decidió entonces aproximarse a su país y abrió un estudio en Botsuana, desde donde siguió produciendo muy pendiente de los acontecimientos al otro lado de la frontera.

Su canción Soweto Blues, compuesta en 1977 y cantada por su exesposa Miriam Makeba, rememora la matanza de decenas de jóvenes en los disturbios de 1976 a manos del régimen racista sudafricano, mientras que Bring him back Home (Traedlo de vuelta a casa), escrita en 1987, se convierte en el himno de la liberación de Mandela cinco años más tarde. Su música se llena, aún más si cabe, de denuncia, de lucha contra el apartheid y la esclavitud, de queja por las pésimas condiciones de vida de la población negra.

Estrella mundial

“Nunca olvidaremos su contribución a la lucha por la liberación”, dijo ayer el presidente sudafricano Jacob Zuma, quien calificó su muerte como “una pérdida inconmensurable para la música y el país en su conjunto”. Tras la caída del apartheid, Masekela se había instalado en Sudáfrica convertido ya en una estrella mundial, y allí mantuvo una intensa producción artística. En su autobiografía, Grazin’ in the Grass: The Musical Journey of Hugh Masekela (2004), relata sus dos grandes combates, contra el segregacionismo y su lucha personal contra el alcohol a finales de los setenta, así como su amplia carrera musical.

En 2010 fue una de las grandes figuras de la ceremonia de inauguración de la Copa del Mundo de fútbol y en los últimos años de su vida publicó varios discos más introspectivos, como Jabulani (2012), inspirado en las tradiciones de boda de su país, o No Borders (2016). Su familia aseguró en un comunicado que “murió en paz rodeado de sus seres queridos” tras “una prolongada y valiente batalla contra el cáncer de próstata”.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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