‘Aquarius’: no es no
La cinta del brasileño Kleber Mendonça Filho se estrena en FilminLatino como parte de la Semana Fénix
De igual manera que en su primer largometraje de ficción, Sonidos de barrio (2012), una serie de fotografías panorámicas en blanco y negro sirven de apertura al director brasileño Kleber Mendonça Filho en Aquarius (2016), película que elabora un elogio a la feminidad –dadivosa y transgresora, representada por la actriz Sonia Braga en el papel de Doña Clara- y a la capacidad de convertir en voluntad política las decisiones personales de la vida cotidiana. La cinta brasileña es parte del catálogo de FilminLatino y se suma a las actividades de la Semana Fénix después de ganar los galardones a mejor director y mejor actriz en la gala de 2016.
Subyace de estas primeras vistas de la costa de Recife, ubicadas en la llegada a la modernidad en un Brasil de mediados de siglo XX, el valor del archivo como dispositivo para narrar la identidad de una persona. A la pregunta del quién soy, suelen ser los objetos y su materialidad aquellos que dictan respuesta. Una es el lugar donde creció y amó, su colección de escritos, los viniles que sonaron en alguna fiesta hasta el amanecer.
Desde esa premisa Kleber Mendonça Filho, nacido en 1968, es un incansable promotor del cine en una de las regiones más desiguales de Brasil; es también cada uno de sus cortos y largometrajes, sus críticas de cine publicadas y los personajes venidos de su imaginación. En su breve pero cada vez más consistente filmografía, el director mantiene interés por la transformación económica que ha experimentado su país en las últimas décadas y los ecos sociales de estos cambios.
La vida en Recife bajo los ojos de Kleber no se mira sencilla, tanto Sonidos de barrio como Aquarius son películas centradas en la tensión tácita de los barrios costeros, en la regla no dicha en voz alta pero que cumple ley del talión. Además estos espacios enfrentan una problemática más: la gentrificación y ruptura de sus últimos rescoldos para la vida comunitaria. El constante conflicto entre la preservación y demolición de centenas de inmuebles cobra forma cinematográfica en el discurso del director. Como lo expresó a su paso por el Festival de Cannes con motivo de la premier mundial de Aquarius, y dado que el estreno adoptó aires de escándalo dada la coincidente destitución de Dilma Rousseff: la batalla más grande es contra el capitalismo de rapiña.
Este comentario tan puntual como sensato es uno de los puntos de partida para dar lectura a Aquarius como una película contemporánea que toma la palabra por la generación de quienes tienen poco más de sesenta años y -en un mundo que cada vez más inhóspito- hoy es confrontada por las condiciones frente a las que hay que sobrevivir como adaptarse a lo siempre nuevo y reemplazable, o habitar apartamentos desconectados donde poco o casi nada puede saberse del que vive al lado.
Sin embargo, la salida de Kleber Mendonça Filho al conflicto planteado es brillante. En primer lugar, la configuración de Doña Clara como personaje sexagenario disiente de las representaciones que suelen marginar a las mujeres en el cine. Una periodista de gustos musicales eclécticos -gustosa de Queen a Heitor Villalobos- quien en su juventud daba cierto aire a Elis Regina, a sus 65 años pero nunca envejecida vive retirada en un edificio particular, el Aquarius. Un corporativo ha comprado todos los apartamentos, pero ella se niega a vender el suyo y emprende una guerra fría contra la empresa que la acosa.
Ella es Clara, la mujer que desea y accede a su placer sin tapujos morales, absolutamente dueña de su tiempo, decisiones y espacio; también madre que subvierte el canon de la maternidad y renuncia a la crianza de sus vástagos para dedicarse de lleno a encontrar la voz de su escritura. Finalmente presenciamos a un personaje que cela su propio archivo familiar, quizá no el de los objetos pero sí el de los días felices que han germinado en su casa como extensión de su cuerpo.
Al ver Aquarius queda la sensación de que deberían existir más películas como esta, protagonizadas por mujeres dispuestas a crecer sin miedo, “a generar un cáncer antes que padecerlo”. Una cuestión personal lleva a Clara a decir no a la venta de su propiedad, pero en el fondo ese no, frente a un sistema en forma de pulpo que todo lo succiona, deviene profundamente radical y subversivo.
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