Historia de dos mitades
Un espectáculo ágil sobre Willy Brandt y las dos Alemanias, con un texto de gran tonelaje, dirigido por Alekséi Borodin
Democracia
Autor: Michael Frayn. Traducción: Zoya Anderson. Intérpretes. Alekséi Blohin, Oleg Zima, Andréi Bazhin. Coreografía: Dimitriy Burukin. Luz: Andréi Rebrov. Escenografía y vestuario: Stanislav Benediktov. Dirección: Alekséi Borodin. Madrid. Teatro Valle-Inclán, hasta el hasta el 26 de noviembre.
La figura de Willy Brandt, comentada por el hombre que le espió: la República Federal de Alemania, vista por su hermana gemela. Alekséi Borodin, director de un montaje inolvidable de La costa de la Utopía, ha orquestado un espectáculo ágil, con un texto de gran tonelaje: en dos horas y media, Michael Frayn comprime 15 años de historia marcada por la apertura de relaciones entre la RFA y sus vecinos del Este.
Democracia cuenta la historia de una enemistad fraternal: un yo dividido cuyo sino era reunificarse. Brandt y Günter Guillaume, su asistente personal, agente de la Stasi, solos en escena, frente a frente, después de su primer encuentro, son una alegoría de la reconciliación venidera. Los informes verbales que Guillaume hace de las actividades del Partido Socialdemócrata, de su alianza inestable con los liberales, de las relaciones de Brandt con sus oponentes, van tejiendo durante la primera parte de la función una densa malla de datos y nombres que el espectador no rusohablante sigue con interés lector, a costa de perderse en gran medida el trabajo impecable de los intérpretes, su medida gestualidad, la coreografía de sus desplazamientos.
Como el texto comprime tanta información y está llevado con viveza por esta formidable compañía rusa, el público general se ve obligado a escoger entre mirar los rótulos proyectados, allá en lo alto, y seguir la actuación. ¿No podrían volver a ponerse, en casos tales, los sobretítulos abajo, como se hacía hace tres décadas?
El espectáculo de Borodin y su excelente troupe, de factura rotunda, está lleno de sutilezas. La escenografía de puertas giratorias evoca los check points entre los dos Berlines, pero también la puerta de Brandeburgo, sellada durante la Guerra Fría; el trasiego de espías de ambos lados y, en España desde luego, el trasvase profesional a la empresa privada de muchos ex altos cargos.
La iluminación con focos como los que siguen a las estrellas del cine viene a significar la espectacularidad de la alta política. Brandt, Guillaume y otros personajes hablan no poco de la conocida pasión por las mujeres que sentía el canciller, compartida por su asistente, al menos en la ficción dramática, pero en el espectáculo no aparece una sola fémina: todo se cocía en la Europa de entonces con testosterona. Frayn y Borodin no comentan nada al respecto, más que lo que ausencia tan clamorosa dice de por sí. Espléndidos, Ilya Isaiev (Brandt) y Petr Karsilov (Guillaume).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.