Una exposición en construcción
El Museo del Prado está viviendo a la vez la producción y el montaje de una muestra. 'El espíritu de la pintura' es la primera con obra creada 'in situ' por el artista Cai Guo-Qiang
Si alguien viajara al siglo XVII y le contara a Felipe IV que en su Salón de Reinos iban a encontrarse un artista chino afincado en Nueva York con un artista griego que vivió en Toledo se quedaría pasmado. Y si a su pintor de cámara -Velázquez- le dijeran que el pigmento que usa el primero, Cai Guo-Qiang, para pintar es pólvora, quizá pondría en liza todas las lanzas de La rendición de Breda. Si a todo esto se le añaden explosiones, un equipo de fotografía, otro de cine (¡capturar el movimiento!)... sale un capítulo digno de El ministerio del tiempo. Y un episodio excepcional es, desde luego, pero en una serie que en 2019 cumplirá 200 años, la de la historia del Museo del Prado, en el que, por primera vez, un artista concibe in situ obra que se expondrá en sus salas a partir del 25 de octubre.
Además del viaje temporal que está experimentando Cai al trasladarse al mundo del Greco durante la creación de la obras para la muestra El espíritu de la pintura. Cai Guo-Qiang en el Prado (ha llenado el Salón de Reinos de fotocopias en color de obras de Doménikos Theotokópoulos: Pentecostés, La coronación de la Virgen, Vista de Toledo...), el artista vive otro tipo de traslados, el interior: desde la meditación, la meticulosidad a la explosión de creatividad y energía. Y el espacial, o si no cómo denominar a esa unión de la tierra con el cielo que lleva a cabo con los fuegos artificiales (¿será casualidad que los verdes, rosas, rojos y azules del autor de El Entierro del conde de Orgaz sean tan vivos como las pinceladas de pólvora con las que pinta el cielo?) y que culminó con la escalera de 500 metros que ascendió hasta, metafóricamente, tocar las estrellas. Quizá para él no fue tan metafórico, ya que era la culminación de, precisamente, su proyecto estrella. Netflix lo documentó en Sky Ladder: The Art of Cai Guo-Qiang, que fascinó a Miguel Zugaza, anterior director del Prado e impulsor de esta muestra, y a Alejandro Vergara, comisario de la misma.
Así, estos días uno de los artistas chinos principales en el panorama del arte actual trabaja, junto a su equipo y algunos voluntarios, en Madrid, por donde se pierde en los pocos ratos libre que se deja para investigar y documentarse sobre lo español. Aviso a los habitantes de la ciudad: no sería extraño encontrarle en mercerías tradicionales como las de la plaza de Pontejos, entre puntillas, brocados, botones... Le apasionan las telas.
El proceso de estudio empezó hace tiempo. Conoció de cerca al Greco en 2009 cuando hizo un viaje siguiendo su recorrido vital, que culminó en Toledo. "Me encantaba la cantidad de luz que entraba cuando abría la ventana en Toledo", contaba Cai en un encuentro con periodistas. Se ha acercado a cada uno de los grandes maestros del Prado a través de los conservadores del museo con los que ha mantenido largas charlas sobre Tiziano, Rubens, Velázquez... sus vecinos de pared durante los próximos meses y hasta el 4 de marzo de 2018. En realidad, a pesar de ser un artista contemporáneo que crea a través de una técnica única, no deja de ser una exposición clásica, dice Lucía Villareal, jefa del Servicio de Exposiciones Temporales, en la que lo que se cuelgan son lienzos. No supone las complicaciones de montaje de una videoinstalación o de mostrar material orgánico. Lucía insiste en que son el Museo del Prado, tienen una línea, y eso se tiene que notar.
Cine y catálogo
Hay dos artistas trabajando en el Salón de Reinos, Cai y la cineasta Isabel Coixet que dirige el documental homónimo a la muestra. Una película de autor sobre otro autor, un íntimo Cai bajo la particular mirada de Coixet, que ha grabado la manera de trabajar del artista, en su estudio estadounidense y en el madrileño -el Prado-. Ha capturado el movimiento pero también el pensamiento. El resultado final se estrenará durante el primer trimestre de 2018, ya que, como la exposición, todavía no está terminado. Son dos procesos paralelos de creación. Pero habrá una versión de 20 minutos que se podrá ver junto a los lienzos de El espíritu de la pintura. El Prado, a su vez, como acostumbra a hacer con todos los montajes, también está documentando el proceso, solo que esta vez, al montaje se le añade la producción de la muestra.
También en construcción está el catálogo, que no estará terminado el día de la inauguración y no verá la luz hasta, al menos, 20 días más tarde. Aunque los textos (de Zugaza, Vergara, Kosme de Barañano y un ensayo del artista) ya están y las fotografías de las piezas que se han traído de EE UU, también; todavía quedan por hacer las de las obras que se están creando in situ, para ello se ha montado un pequeño estudio en la sala contigua al Salón de Reinos. Sin embargo, El espíritu de la pintura, la última obra, se trasladará en cuanto se acabe, y será fotografiada en la sala de la muestra. De ahí a fotomecánica, corrección de pruebas de color y, por fin, a imprenta.
Alejandro Vergara, el comisario, cuenta una anécdota con respecto a su texto del catálogo que da la medida de cuanto se implica Cai en todo lo que rodea su proyecto. Un día el artista le llamó para que se reuniesen a hablar de lo que el conservador del Prado había escrito. El comisario tenía claro que lo que había reflejado era lo que quería plasmar y no dejaba mucho hueco a cambios. Mantuvieron una larga charla, Cai llevaba señalado en cada párrafo qué detalles quería comentar y qué le había gustado del texto de Vergara y qué había aprendido, nada más, ni una pega. Eso da una medida del análisis y control de Cai en cada factor que entra en juego en su muestra, incluidos, por supuesto, merchandising, actividades...
No solo de maestros pintores con la marca Prado se ha rodeado Cai. También de maestros pirotécnicos, como es Vicente Caballer, propietario de Pirotecnias Caballer, cuarta generación de una familia dedicada 140 años a la pólvora, una larga tradición a la que ahora pueden añadir un hito más: han trabajado para Cai y para el Museo del Prado. "Se lo contaré orgulloso a mis nietos", afirma Caballer. Se conocieron a través de un cliente que los pirotécnicos tienen en EE UU. A principios de año, Cai viajó a la fábrica valenciana y al olor y sabor de una paella les especificó los tipos de pólvora que necesitaba, las mezclas, los colores y los distintos humos que quería. "De grano medio, llamas rojas, verdes, pólvora arcabuz...", recuerda. Los expertos lo consiguieron en sus laboratorios. Caballer habla de lo divino: del genio y del ingenio de Cai —él mismo se define como un alquimista—, y de lo humano: le hicieron el carné de manipulador para que pudiera trabajar acorde con el reglamento de artículos pirotécnicos y cartuchería. Permisos que han tenido que tramitar con las autoridades pertinentes y esto, obviamente, es una excepción en cuanto a la burocracia habitual de una exposición del Prado. Durante el mes que Cai está trabajando en el Salón de Reinos, la pólvora está depositada en un almacén autorizado a unos 40 kilómetros de la capital y cada día se lleva la cantidad necesaria a ese histórico espacio que está haciendo las funciones de taller del artista. Desde el Prado aseguran que las deflagraciones que genera Cai para sus creaciones no conllevan ningún riesgo ni de seguridad ni de conservación para el edificio. De las 22 piezas de la muestra, ocho son las que se van a realizar en Madrid. "La vibración es mínima, es mayor la que provoca un grupo numeroso de personas andando a la vez", dice Villarreal refiriéndose al día que se convocó a la prensa para que presenciara cómo trabaja el artista.
Por un lado las gestiones que conllevan el montaje de esta exposición aumentan debido a la particularidad de que el museo es, a la vez, el lugar de exhibición y de creación de parte de la obra. Ha habido que habilitar el edificio del Salón de Reinos para que sea utilizado como taller. Es un inmueble en el que la falta de uso ha dejado huella y se han hecho las preparaciones mínimas necesarias, sobre todo, en lo que se refiere a la seguridad. "Somos una institución pública, no podemos hacer una lavado de cara ahora, cuando va a llegar el momento de intervención", explica la jefa del Servicio de Exposiciones Temporales refiriéndose a la ampliación del Museo que llevará a cabo los arquitectos Norman Foster y Carlos Rubio. Por otra parte, algunos trámites disminuyen. Las complicadas agendas de recepción de obra con sus correspondientes correos han desaparecido, el prestador es solo uno -el artista-. Las pólizas de seguros y los contratos de préstamo temporal solo dependen del museo y de Cai y no de multitud de instituciones.
Hay otro factor único, la última pieza -de unos 18 metros de largo-, la que lleva el nombre de la muestra, El espíritu de la pintura, tendrá su explosión final el 23 de octubre. Poco más de 24 horas antes de que las puertas de la exposición abran al público, quizá todavía huela a pólvora en ese momento, otro componente de riesgo más. Villarreal se muestra tranquila: "Cai y su equipo están muy acostumbrados a la producción de exposiciones, cumplen plazos perfectamente y los trabajos de esa noche, desde la finalización del último lienzo hasta la inauguración están pautados milimétricamente". No podía ser de otra manera, esa es la forma de trabajar de Cai, controla absolutamente todo en algo que parece que el azar juega un papel importante. Pero este mago-artista-alquimista tiene medidos todos los resultados. Felipe IV, por tanto, no tiene nada que temer. Puede seguir descansando en el Panteón de Reyes del Escorial.
Babelia
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