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CrÍTICA | Goldi libre
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Yo fui objetor de conciencia

César Goldi ofrece su visión en primera persona, analítica y desmitificadora pero en absoluto desapegada, del movimiento de objeción de conciencia en España

Javier Vallejo

La insumisión que liquidó el servicio militar obligatorio en España, movimiento de desobediencia civil sin parangón en la Europa coetánea, narrada en primera persona, sin épica y con sana ironía por César Martínez Pérez, más conocido como Goldi. El popular actor lucense revive sus años mozos, el predicamento que tuvo la objeción de conciencia en su círculo de amistades, su condena a dos años, cuatro meses y un día de prisión menor, en 1993, por negarse a hacer la Prestación Social Sustitutoria, implantada cuatro años antes, y su paso por la cárcel.

Sentado al teclado durante el extenso prólogo, el intérprete da por establecida una complicidad que no se ha ganado aún. Pero en cuanto se pone en pie y comienza a entrar y salir del relato a placer, el público se queda prendido. Goldi, actor proteico, reconoce que fue objetor por mimesis: hizo lo que hizo arrastrado por las circunstancias y por el ejemplo de su círculo de camaradas del Movimiento Comunista. La primera decisión propia que tomó en su vida fue, confiesa, dejar de militar en el independentismo gallego.

Su visión de los hechos, analítica y desmitificadora pero en absoluto desapegada, está entreverada de sanísimo sentido del humor, sobre todo cuando habla de los lusistas, que se colaron en el movimiento antimilitarista “para introducir un debate ortográfico”. Especialmente lúcida y ácida pero risueña al cabo resulta su visión del mundo carcelario y del lugar ajeno que los objetores ocuparon allí dentro: eran gente de clase media acomodada entre un mar de lumpenproletarios, ladrones por necesidad y gente abocada a la supervivencia. Presos invitados frente a carcelarios nativos.

Dirigido certeramente por Xesús Ron, una de las almas de Chévere, compañía productora de este solo, Goldi consigue que en casi todo momento relato tan personalísimo adquiera relieve universal. Gustaron mucho las dos únicas funciones que ofreció en el madrileño Teatro del Barrio (las primeras de Goldi libre en castellano), seguidas de un documentado coloquio con el público y con Juan Carlos Rois, arquitecto de la defensa jurídica del movmiemton insumiso. Ahora tiene una bonita gira por España.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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