En su cueva
Fernando Rey mantuvo durante toda su vida la idea de que había llegado tarde a todas partes: al cine, al inglés, a Buñuel, al surrealismo, al éxito…
Ayer día 20 se hubieran cumplido cien años del nacimiento de Fernando Rey, el actor español que se hizo famoso en todo el mundo a pesar de que nunca había querido dedicarse a ese oficio. Su destino fue consecuencia de la guerra, o mejor dicho, de haber perdido la guerra. Su padre, coronel de artillería que había sido ayudante de Manuel Azaña durante la Segunda República, fue condenado a muerte, y esperando la ejecución de la condena, sufrió la cárcel durante varios años. El joven Fernando tuvo que interrumpir sus estudios de arquitectura y buscar algún trabajo que le permitiera sobrevivir. Y así encontró una ocupación eventual como extra de cine, lo que unido a la posibilidad de empeñar algunos objetos de valor que aún conservaba la familia, le permitió, según él mismo confesaba “comer de vez en cuando”.
Cuando falleció en marzo de 1994 a los 77 años, Fernando Rey había intervenido en más de 200 películas, españolas y francesas, mexicanas, italianas, británicas o estadounidenses, entre ellas algunas de directores de gran prestigio como Luis Buñuel, Orson Welles, William Friedkin o Carlos Saura. Había recibido numerosos premios y el reconocimiento general, gracias especialmente a sus películas con Buñuel y Welles, con quienes, al margen del trabajo en común le unió una gran amistad. Había aprendido muy pronto inglés, lo que le abrió puertas internacionales aunque no por ello se dejó tentar por Hollywood ya que siempre temió quedarse encasillado en personajes de viejo indio comanche. Prefirió aceptar el status que había logrado “el de ir cuando me llaman, hacer mi trabajo y regresar luego a mi cueva y quedarme allí muy tranquilo”.
Pero también mantuvo durante toda su vida la idea de que había llegado tarde a todas partes: al cine, al inglés, a Buñuel, al surrealismo, al éxito… Con motivo del centenario van a llover los homenajes que en vida se le escatimaron. Pero algunos también llegan tarde. O no llegan. Por ejemplo, la semana pasada en el programa de la 1 El ministerio del tiempo, que se dedicó a la prohibición que en 1961 sufrió la película Viridiana, no se citó el nombre de Fernando Rey, como si no tuviese relación con la película. Sí, en cambio, el de Paco Rabal, de quien ahora se han conmemorado dieciséis años de su muerte, otro talento del cine español, igualmente autodidacta.
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