El Arzobispado de Sevilla abre al público sus joyas pictóricas
La institución atesora más de 300 obras desde el siglo XVI, entre ellas ‘murillos’ y ‘zurbaranes’
La primera Inmaculada que pintó Murillo aguardaba a ser contemplada entre las paredes del Palacio Arzobispal de Sevilla. Lo hacía junto a San Pedro ante Cristo atado a la columna, de Zurbarán. Custodiada por obras de Herrera el Viejo, Matías de Arteaga y Mattia Preti. En el mismísimo despacho de invierno del arzobispo. “Esta primera representación [Aparición de la Inmaculada a fray Juan de Quirós] se convertirá en el modelo iconográfico que marcará el resto de su obra inmaculista”, asegura la conservadora de Patrimonio Histórico Artístico de la Catedral de Sevilla, Ana Isabel Gamero. Una joya de la Iglesia sevillana que podrá admirarse a partir del próximo sábado. El Palacio Arzobispal abre al público y se convierte en la tercera pinacoteca de la capital andaluza, tras el Museo de Bellas Artes y la Catedral. El edificio alberga más de 300 obras, principalmente del barroco, que van desde principios del siglo XVI hasta la actualidad.
Dos murillos y seis zurbaranes cuelgan en las paredes del palacio, que data del siglo XVI y está considerado Monumento Histórico Artístico desde 1969; también hay obras de Herrera el Viejo, Juan de Espinal, Juan de Zamora, Francisco Pacheco y Sebastián de Llanos, entre otros. Los lienzos que los arzobispos han ido atesorando durante siglos a través de compras y donaciones se reparten por las estancias nobles del edificio, cerradas hasta la fecha incluso para el personal de la Archidiócesis. Ahora, sevillanos y visitantes podrán recorrerlas y descubrir espacios tan suntuosos como el Salón de los Cuadros, que recuerda a un pequeño Versalles con ciertas dosis de palacio veneciano. Durante la ocupación francesa albergó las fiestas y recepciones del Mariscal Soult. La treintena de pinturas al óleo sobre tela del techo, de autor anónimo, acompaña al apostolado de Sebastián de Llanos, a una colección de Zamora más paisajística que figurativa con escenas del Antiguo Testamento y a otra sobre la Pasión del Cristo de Espinal, quien fue pintor oficial del Arzobispado y cuyas obras están presentes en todas las salas. “El techo es una exaltación de la Iglesia católica. Se pintó con la idea de que todo el que pasara por allí, cualquier seglar, sacerdote, hiciera una lectura iconográfica”, apunta Gamero.
Coronando una de las puertas de acceso a este salón, que fue mandado construir en 1604 por el cardenal Niño de Guevara, se encuentra el segundo murillo de la colección: La Virgen entregando el rosario a Santo Domingo. “Es obra de un Murillo joven, de unos 25 años, por eso no parece de él. La cara de la Virgen recuerda a sus maestros, a Juan de Rueda y a Juan del Castillo. Y santo Domingo recuerda a Zurbarán”, explica Gamero, quien apunta que esta obra formará parte de la exposición que la Catedral de Sevilla acogerá a partir del 8 de diciembre con motivo del Año Murillo, Murillo en la Catedral. La mirada de la Santidad. Durante ese tiempo, el original será sustituido por “una reproducción de alta calidad y de tamaño original”. La obra está flanqueada por dos zurbaranes: Santo Domingo de Guzmán y San Pedro Mártir.
Coincidiendo con la celebración del Año Murillo, el Arzobispado ha decidido abrir la pinacoteca de manera definitiva tras la experiencia de 2013 con motivo del Año de la Fe. Para esa apertura temporal, la institución ya acondicionó la iluminación de las salas gracias a un acuerdo con la Fundación Sevillana Endesa de 250.000 euros. En esta ocasión, las visitas serán el primer y tercer sábado de cada mes desde las 10:00 hasta las 13:00. El precio de la entrada es de seis euros y uno de los pases es gratuito. Según fuentes de la Archidiócesis, ya están agotadas todas las entradas hasta diciembre.
Durante las visitas, que tendrán una duración de 45 minutos, el público podrá descubrir la pomposidad de estancias como el Salón del Trono, que alberga lienzos como San Isidoro y San Fernando, del círculo de Valdés Leal; y el retrato de los tres últimos arzobispos; y admirar las yeserías del oratorio, obra de los hermanos Borja, que recuerdan a las de la Iglesia de Santa María la Blanca, considerada un referente del barroco sevillano. Antes de acceder a este último espacio, el anteoratorio, el visitante puede descubrir en el techo imágenes como una Asunción de la Virgen “muy murillesca” y un apostolado de Matías de Arteaga. En esta sala también se expone el sillón de Juan Pablo II en su segunda visita a Sevilla en 1993.
Los óleos del techo de la Galería de retratos de arzobispos, cuyo nombre responde a los 70 lienzos que inmortalizan a los prelados, descubren al visitante los trazos de la escuela holandesa que pudieron inspirar a un jovencísimo Velázquez para pintar Las Meninas o La fragua de Vulcano. “En Bodegón con cocinera podemos ver una puerta que se abre al fondo, en un segundo plano, que nos recuerda a Las Meninas. Pero cuando se pinta esto, Velázquez tenía siete añitos”, precisa la responsable de Patrimonio. En esta sala, se encuentra una de las obras más antiguas de la colección: una Inmaculada de Cristóbal Gómez, fechada en 1589. “Es una Inmaculada muy peculiar, basta con fijarse en el vuelo rígido del manto”, aprecia Gamero. En la puerta de entrada a este espacio, cuelga la Degollación del Bautista, de Mattia Preti. “El arzobispo Arias conoce a Preti y queda fascinado con su trabajo", señala la responsable. Aparte de esta obra, "que es desgarradora", en el palacio hay otras dos de este artista italiano: Job en el muladar y Santa Teresa de Jesús.
Babelia
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