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Crítica | Iqbal y la fórmula secreta
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El ministro escritor de niños

Sareen articula su historia a través de un modelo convencional pero efectivo, tan asentado en Enid Blyton como en el cine familiar estadounidense

Javier Ocaña
Fotograma de 'Iqbal y la fórmula secreta'.
Fotograma de 'Iqbal y la fórmula secreta'.

IQBAL Y LA FÓRMULA SECRETA

Dirección: Tilde Harkamp.

Intérpretes: Hircano Soares, Arien Takiar, Runi Lewerissa, Liv Leman Brandorf.

Género: familiar. Dinamarca, 2015.

Duración: 89 minutos.

No todos los días se tiene la oportunidad de ver una película escrita por un ministro. Con el añadido de que se trata de una película familiar, con todo lo que ello conlleva de extrañeza y, sobre todo, de posible disposición y análisis políticos y sociales de cada línea de diálogo o situación. Es la danesa Iqbal y la fórmula secreta, basada en la serie de libros escritos por Manu Sareen, nacido en India, inmigrante en Dinamarca desde los cuatro años, y ministro de Iglesia, Igualdad de Género y Cooperación Nórdica entre 2011 y 2014, el primer mandatario del país de origen no europeo.

Autor de ocho novelas infantiles protagonizadas, como él fue, por un niño de familia india residente en el país escandinavo, Sareen articula su historia a través de un modelo convencional pero efectivo, tan asentado en Enid Blyton como en el cine familiar estadounidense, en la que se mezclan la cotidianidad de los niños con ciertos guiños sociales del mundo de los adultos, entre lo cursi y lo rancio, pero con algún meandro interesante: el sentido del humor unido a la crítica de la intolerancia racial; la denuncia de los intereses inmobiliarios, convertidos en protagonistas de la parte villana del relato; e incluso algún gag de cierto atrevimiento en tiempos de terrorismo: "Dos niños inmigrantes de origen étnico han volado su colegio", dice un reportero televisivo para narrar una explosión en clase de Química.

Eso sí, más allá de lo insólito de la personalidad del autor origen de la película, adaptada por Renée Simonssen, Iqbal y la fórmula secreta no pasa de la simple dignidad, y de un par de enseñanzas válidas para progenitores demasiado ambiciosos con sus hijos. Porque, para eso están los niños: para decepcionar las (demasiado elevadas y poco realistas) expectativas de sus padres.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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