Los caminos españoles que forjaron el Oeste Americano
Los exploradores recorrieron unas rutas que sirvieron a la nación estadounidense para la invasión de su vecino del sur
El Paso del Norte, hoy conocido como Ciudad Juárez (México), marcaba la frontera con lo salvaje. Ese fue el horizonte de los colonos de la Nueva España que, desde finales del siglo XVI -mucho antes de la fundación de los Estados Unidos-, comenzaron a abrir, a través de ríos y desiertos plagados de tribus indias, los primeros grandes caminos del Oeste americano. “Los españoles tenían siempre el ansia de ir en todas direcciones, no se podían estar quietos…era el espíritu plus ultra”, asegura el ingeniero y exprofesor de la Universidad de California Luis Laorden, que resume las tres cosas que buscaron aquellos exploradores: “Oro, gloria y Dios”. Soldados, colonos, comerciantes y misioneros recorrieron unas rutas que, tras la independencia de México y la retirada española en 1821, sirvieron a la nueva nación estadounidense para la invasión de su vecino del sur y su expansión hacia el Oeste. Hoy, cinco de ellas se cuentan entre sus 19 Senderos Históricos Nacionales (National Historic Trails). Desde el 15 de septiembre, el mes de la Herencia Hispana celebra en EE UU este y otros legados.
Camino Real de Tierra Adentro
El más antiguo de los caminos reales españoles en América del Norte –denominado National Historic Trail en 2000- discurre, a lo largo de 2.560 kilómetros, entre Ciudad de México y Santa Fe (en el actual estado de Nuevo México). Su tramo norteamericano no se trazó hasta 1598, cuando el virrey autorizó a Juan de Oñate para liderar una expedición compuesta por 83 carretas y cientos de colonos que atravesó el Río Grande y el Paso del Norte hacia territorio inexplorado. “En las condiciones se decía que todos los que fuesen recibirían el título de hidalgos”, cuenta Laorden, quien relata la dureza de una ruta que enseguida ofrecía el primer peligro: la Jornada del muerto, un árido tramo de 100 kilómetros en el que muchos perecieron de sed. “El primer pueblo que hay después se llama hoy Socorro”, apunta el investigador, autor del artículo Los caminos españoles en el oeste americano que son «National Historic Trails» (2012). Otras localidades de nombre español -Escondida, Magdalena, San Acacia, Alamillo, Contreras, Las Nutrias- dibujan un trayecto sobre el que pendía otra gran amenaza: los indios. “El peligro apache hacía que nadie se atreviese a recorrer este camino en solitario”.
La ciudad de Santa Fe, fundada por Oñate al término de la expedición, se convirtió en destino soñado y nudo de casi todos los caminos españoles posteriores. “Fue el polo de atracción de las personas inquietas de los territorios contiguos. La Plaza Mayor de Santa Fe, delante del Palacio del Gobernador, era el sitio deseado de todos los viajeros, el kilómetro cero para nuestros días. Se podría decir que Santa Fe era en el Oeste lo que París era en Europa”.
Camino Real de los Tejas
El explorador Alonso de León abrió este camino -declarado National Historic Trail en 2004-, “en varias expediciones a partir de 1686, tras la orden del virrey de investigar una supuesta presencia francesa en la costa de la actual Texas”, explica Laorden. De León no encontró más que las ruinas de un fuerte abandonado que había construido el explorador galo René Robert Cavelier de La Salle. Sus viajes sirvieron, sin embargo, para trazar un camino de 4.150 kilómetros de longitud que dio pie a la fundación de San Antonio –hoy la séptima ciudad más poblada de EE UU-, levantada en 1718 alrededor de la misión franciscana de San Antonio de Valero. El sendero, que cuenta con un ramal interior y otro que recorre la costa, termina en Los Adaes, la primera capital de Texas, levantada por los españoles en 1716 en el límite con la Luisiana francesa. “La fundaron justo en la frontera, queriendo demostrar con ello la voluntad española de parar a los franceses”, subraya el exprofesor. La ciudad fue abandonada en 1762, cuando Francia entregó la Luisiana occidental a España en el Tratado de Fontainebleau.
Camino de Anza
Entre 1774 y 1776, el criollo Juan Bautista de Anza, capitán del presidio de Tubac (en la actual Arizona), realizó dos expediciones al norte que marcarían el futuro de California. “La primera a caballo, para abrir el camino. En la segunda llevó a 240 colonos que llegaron a la región y se instalaron allí”, cuenta Laorden, que asegura que el origen del viaje fue la necesidad de enviar suministros por tierra, ante las corrientes y vientos que dificultaban la ruta marítima, a las misiones españolas fundadas por Gaspar de Portolá y Junípero Serra.
El final del trayecto de 2.000 kilómetros, designado National Historic Trail en 1990, es la actual ciudad de San Francisco, cuyo origen está en un fuerte y una misión del mismo nombre fundados en 1776. “San Francisco era un sitio del que todos hablaban, pero que no habían encontrado. Cuando iban por mar, el paso es tan estrecho que no se distinguía, y por tierra no habían llegado. Anza envió al teniente José Joaquín Moraga, que fue quien pisó tierra en la península”, explica el ingeniero de caminos. Los colonos, en cambio, se quedaron en la misión de San Gabriel, que fue vital para la fundación de Los Ángeles en 1781. Cada septiembre, la ciudad celebra una romería para conmemorar sus orígenes en la que se recorre parte del Camino de Anza.
Los Ángeles recupera su memoria paso a paso
Los Ángeles es la ciudad de las estrellas pero memoria tiene poca. Para eso están los Pobladores 200, para recordarle sus 236 años de historia. Lo hacen paso a paso, caminando cada año desde San Gabriel a la misión de Los Ángeles, en la Placita Olvera, donde se guardan los primeros vestigios de esta ciudad que un 4 de septiembre de 1781 fundaron los colonos siguiendo ese mismo camino.
Se llaman Pobladores 200 porque se organizaron durante la celebración del bicentenario de Los Ángeles, en 1981. Y para muchos esas tres horas andando son una reunión familiar dado el número de descendientes de esos primeros 44 colonos (y cuatro soldados) que se dan cita. Un interesante prologo de lo que desde el 15 de septiembre se conoce en Estados Unidos como el mes de la Herencia Hispana. La celebración de un país que con 50 millones de hispanohablantes es el segundo en el que se usa más el español, por encima incluso de la tierra de Cervantes.
Camino de Santa Fe
Una ruta de 1.937 kilómetros discurre entre Santa Fe y San Luis (en el actual estado de Misuri) por la meseta de las Grandes Llanuras, durante siglos tierra de nadie entre el Imperio español y distintas potencias: Francia, Inglaterra y, por último, Estados Unidos. Designado National Historic Trail en 1987, el Camino de Santa Fe se remonta al viaje que en 1792 realizó el explorador Pedro Vial, un habitante de la Luisiana francesa que decidió pasarse a territorio español para servir a la Corona.
EE UU siguió después este camino y otros mencionados durante la invasión de México, entre 1846 y 1848. “Aunque España las utilizó solo hasta el fin del Imperio, siglos después estas rutas seguían siendo muy útiles. Fueron, por decirlo de alguna manera, el primer paso en infraestructuras, las primeras autopistas seguras que hubo en el territorio”, explica el catedrático de Estudios Norteamericanos José Antonio Gurpegui.
Viejo Camino Español
La historia de este sendero, que abarca 4.345 kilómetros entre las ciudades de Santa Fe y Los Ángeles, es a la vez española y mexicana. Comenzaron a trazarlo los recorridos parciales de frailes como Domínguez y Escalante y de comerciantes como Mauricio Arze, Lagos García y otros que no dejaron documentos escritos, dado el carácter ilegal de su actividad: el negocio clandestino de pieles y esclavos. No fue hasta 1829, cuando el Oeste americano ya no era español sino mexicano, que alguien lo recorrió de ida y vuelta. “Antonio Armijo fue el primero que lo hizo completo, aunque quizá tengan más mérito quienes lo hicieron poco a poco”, opina Laorden, que describe a un mexicano que salió de Santa Fe con 60 hombres y 100 mulas cargadas de mercaderías y se plantó en la misión de San Gabriel, en Los Ángeles, en 86 días.
Por el camino, Armijo descubrió el valle de Las Vegas, donde hoy se levanta la excéntrica ciudad, e hizo el negocio de su vida, convirtiéndose, quizá, en el primer gran emprendedor de California: “Cambió las mantas y textiles que llevaba de Nuevo México por varios miles de caballos, que en California sobraban y eran baratos, y con ellos regresó a Santa Fe, ganando abundante dinero en la operación”.
Babelia
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