Compro mundo, vendo mundo. La gran guerra de Disney contra Netflix
La primera adquisición de Netflix ha sido el universo creativo de un autor de tebeos. Es el inicio de una batalla en ciernes
Hace cosa de un mes, esta casa, y muchas más, se hacían eco de una noticia de Netflix. Ese gigante del entretenimiento de cartera infinita se compraba oficialmente por primera vez algo. El algo era Millarworld, una empresa de tebeos según todos los titulares. En realidad, mucho más que eso. Millarworld es, básicamente, el universo creativo de su creador, Mark Millar. Todo lo que ha inventado hasta ahora y todo lo que está por inventar.
La noticia se dio un poco así de pasada. Pocos análisis se pueden encontrar, en España y en cualquier medio generalista, que pasen de la anécdota, la recogida de un par de declaraciones y a otra cosa. Sin embargo, es una noticia que me recuerda mucho al asesinato de Francisco Fernando de Austria. Un hecho noticioso que desencadena una tormenta que nadie podía prevenir. O casi nadie.
Heidi MacDonald, la brillante editora de The Beat, ha ahondado en una de las facetas de este sorprendente asunto. Su reflexión en concreto se centra en una pregunta muy cabal: "¿Y qué va a pasar con los cómics?". Ante la fanfarria de ser la primera compra de Netflix, a Millar se le olvidó hablar de su estrategia con los tebeos, que han sido lo suyo, por mucho que Kick-Ass y sobre todo Kingsman hayan hecho taquilla y crítica en sus versiones peliculeras. MacDonald refleja un silencio inquietante de las muchas editoriales en las que se publicaba Millarworld. Ni Marvel ni Top Cow dicen ni mú a las preguntas de la editora. Imposible tener algo más que un "No comments".
Llegada a esa barrera de silencio, McDonald hace algo muy inteligente. Otra pregunta, evidentemente: "¿Pero cuánto vende el Millarworld o ya sin más su autor, Mark Millar?". En otro artículo excelente, McDonald daba cuenta de la salud de hierro que vive la industria del cómic, una uña en comparación a la del cine o los videojuegos, pero con una continuidad en sus arcos narrativos sin igual en ningún otro arte. En dicho reportaje listaba, por beneficios, a los autores que generan más de un millón de dólares al año de esto del tebeo. Mark Millar aparecía en la lista. Del medio para abajo. En el puesto 18, justo después de Marjane Satrapi, la del superventas Persépolis. Ahondando en esta investigación, descubre que el Millarworld que ahora está en boca de todos por ser el estreno en las adquisiciones de Netflix solo pasa en 4.000 ejemplares en cuatro obras firmadas por el autor. Incluyendo su trabajo para Marvel que es, por supuesto, lo más vendido.
¿Qué está pasando, pues? McDonald se pregunta si Netflix pretenderá publicar tebeos también y comenta lo siguiente: "Netflix podría entrar en el negocio editorial. Lo que... Estoy segura de que piensan que pueden hacerlo todo, pero he visto cómo funcionan las editoriales bajo grandes estudios y o se hunden o cambian de rumbo muchas veces. Legendary [la subsidiaria del tebeo de la productora cinematográfica de filmes como Pacific rim, Godzilla o King Kong] aún aguanta, pero difícilmente lo llamaría una editorial de fuste hoy en día?". Analizada la situación, es posible generar una tercera pregunta. La mía. La voy a formular en plata, si ustedes me lo permiten: "¿Pero por qué coño ha comprado Netflix el Millarworld". No se preocupen, que no les voy a dejar con un lynchiano cliffhanger. Tengo respuesta.
Cuando tocó hablar de ese desmán en ciernes llamado La torre oscura —como prometí, allí estuve en el estreno, y viví mi profecía autocumplida; qué desastre—, les recordé una inolvidable charla en Sitges con Walter Hill. Hablábamos del awareness, santo grial de esos estudios de marketing dirigidos por jovencitos salidos de Harvard que aplican el capitalismo más salvaje a los negocios creativos como el cine. Lo trendy, que diríamos ahora. Lo que mola, si nos ponemos noventeros. La clave es encontrar cosas que a la gente les mola. Al mayor número de gente y en el mayor grado de molonismo. Cosas que les puedan gustar hoy y dentro de veinte años. Se trata, en definitiva, de vencer un viejo concepto de la Economía, la elasticidad de la demanda. Aquello que los profesores explican al alumno plúmbeo con la alegoría de los helados: "A ver, Jaimito [todos somos Jaimito en el aula alegórica], si te apetece un helado y te doy uno, me querrás mucho. Si luego te doy otro, me querrás más. Pero, y si te doy y te obligo a comer cien". Pues Jaimito te mandará al cuerno, claro está.
Hollywood cree que puede vencer esta realidad. Los videojuegos también. Y lo creen por culpa del tebeo. A una escala mucho más pequeña en números, el tebeo ha demostrado que la gente se puede tragar décadas de los mismos personajes en arcos argumentales que se dispersan, se multiplican y se reinician ad eternum. Ad eternum desde la perspectiva humana, en la que 75 años de chorreo narrativo ininterrumpido, como los del bueno de Batman, parecen una bestialidad. Lo son. Así que no llega solo con el awareness puntual. Hay que tenerlo y del larguillo.
Ninguna compañía ha desempeñado este capitalismo salvaje de la dictadura narrativa a larga distancia como Disney. En éxito y en inversión. El año pasado, cosa que tampoco copó tanto titular, se merendó a todos los estudios de Hollywood de una manera humillante. Un 26,3% de la cuota de mercado, según datos de Boxoffice Mojo. Casi 10 puntos más que el segundo en la lista, la escocida Warner Bros, que no logra tomarle la medida a esa Marvel todopoderosa controlada por la compañía del castillo. Detrás de esa cuota monstruosa, que algunos ya se atreven a llamar monopolio, está la agresiva compra de Marvel, Star Wars y Pixar, más todo lo que ya tenía Disney en licencias.
Eso hace que mientras otros estudios pueden optar, como mucho, a tener un título que les haga más de 1.000 millones de dólares al año, Disney te puede colocar tres o más, como ocurrió en 2016, con cuatro blockbusters, y uno rozando el palo, por encima de los mil millones. Que lo de Disney es monopolio en ciernes es evidente en un hecho de la taquilla del que tampoco se habla tanto. De la última década, siete de las 10 películas más taquilleras son de Disney. Pues algo así como Nadal jugando en tierra, un rodillo.
Volvamos a la pregunta en cuestión: ¿Por qué Netflix compra el Millarworld? Porque es otro rodillo, el único al que teme la todopoderosa Disney. La guerra del ocio es, al final, la guerra del número de espectadores. Quien tiene gente que la ve en el bolsillo, tiene los cañones para ganar la batalla. Disney se los ha agenciado a base de licencias (palabra odiosa) que a todo quisque gustan. Netflix quiere hacer algo mucho más perverso y orwelliano. Quiere dictarnos lo que hay que ver. Y puede hacerlo.
Netflix pasa ya de los 100 millones de suscriptores. 200 millones de ojos. En realidad más, gracias a esas ofertas irresistibles de compartir cuenta. Es una startup de libro. Busca ganar masa crítica y luego blandir a esos millones como el martillo de Thor para derrotar al enemigo. Netflix ha avisado que planea tener la mitad de su contenido original. Porque no se trata de ser una emisora de tele ajena, como las de antes. Se trata de primar lo propio, a golpe de talonario.
Como Star Wars, Marvel y tantas otras están pedidas, Netflix, que es el zorro más listo en el gallinero de Hollywood, se compra algo mucho más pequeñito como el Millarworld. Y le da la fanfarria de su primera compra. Porque lo que va a hacer con el Millarworld es metérselo por el gaznate a sus 100 millones de suscriptores. Y lo hará bien, con directores excelentes, guionistas aun mejores y una producción de primera. Y sus suscriptores, que ni repajolera idea tienen de qué diantres es Chrononauts o Jupiter legacy, se enterarán. Porque estarán en la parrilla de salida cada vez que enciendan la tele, al acecho. En realidad, la diferencia de matiz, pero es un matiz abismal, entre la compra de Lucasfilm o Marvel por parte de Disney y la compra del Millarworld que ha completado Netflix es que se va ya descaradamente a comprar universos creativos de autor. Es como si mañana Amazon Prime anuncia que la parcela de genio de Neil Gaiman o Alan Moore es suya para siempre.
Disney sabe de esta amenaza. Y las hostilidades ya han empezado. Netflix anunciaba que su acuerdo con la major expira. Que Disney va a sacar su propia plataforma de pago, como lo está intentando la HBO. La diferencia, Disney tiene mucha más masa crítica que la HBO y no quiere compartir su negocio con nadie —veremos que pasa con el streaming de HBO después de Juego de tronos—. Pero Netflix va 100 millones por delante. 100 millones. Que es como salir desde la meta en los 100 metros lisos. Ya puede correr Superman cuando suene el gatillo. Por cierto, Netflix le devolvió ya el recadito a Disney robándole a su mayor creadora televisiva: Shonda Rhymes, la matriarca entre los showrunners.
Así que la idea es comprar mundos y monopolizar con ellos la atención del público. Esto es un festín para los autores prolíficos, como Millar, y también un gran riesgo a la larga. Hablando con otros ilustres, las mentes que gestionan ese publisher ejemplar de videojuegos que es Devolver Digital, me decían que temían a Netflix. Que lo temían como a Disney. Porque bajo esa fachada de empresa molona y arriesgada, que da cancha a los autores para hacer lo que les salga del níspero, hay dientes de tiburón. Es otra multinacional implacable y acaparadora, me decían, de las que no se sacian por mucho que devoren.Y no son los únicos escualos en el mar. Cuidado con Amazon Prime, que a suscriptores como yo, que estaban en aquello por el tema de comprar sin gastos de envío, nos regalan del trinque la plataforma streaming. Cuidado con Google y sus planes para Youtube. Cuidado con Disney.
Las grandes superpotencias del ocio tocan arrebato. Pronto, no sería de extrañar que los gigantes del videojuego empiecen a tomar parte. Y entremedias, codiciados por todos, estarán los tebeos y sus autores, carne de mercadeo en la lonja que se pelea por ellos pero sin que sean ellos los que realmente importen. Y si uno vende, como vende Millar, que le diga adiós, adiós a largo plazo a esa independencia en las viñetas. Llegarán los cambios del board, y los nuevos CEO y CTO con "ideas explosivas" y la obra que era de uno entrará en la ruleta del marketing que todo lo gobierna. Tiempo al tiempo.
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