Oreja para el debutante González en la última nocturna de Las Ventas

El novillero Rafael González cortó una oreja la noche del sábado en su debut en la plaza de toros de Las Ventas, la última nocturna que ha acogido el coso capitalino esta temporada, y en la que el otro debutante, Manuel Ponce, resultó cogido por el quinto novillo de un deslucido y complicado envío de Santa Teresa.

Con menos de un cuarto de entrada (5.429 espectadores, según la empresa), se lidiaron seis novillos de Santa Teresa, bien presentados, pero deslucidos en conjunto por su manifiesta falta de raza, lo que hizo que se defendieran con genio o se vinieran muy abajo en el último tercio. El tercero fue el único que sirvió.

Borja Álvarez: media desprendida (silencio); estocada desprendida (silencio).

Manuel Ponce: dos pinchazos y media de la que salió trompicado (silencio tras aviso); fue cogido en el quinto, al que mató Borja Álvarez de estocada (silencio).

Rafael González: gran estocada (oreja); pinchazo, casi entera trasera y descabello (silencio tras aviso).

En cuadrillas, Raúl Cervantes y Víctor Pérez saludaron tras banderillear al tercero.

En la enfermería fue asistido Manuel Ponce de una "contusión cervical en la cara externa del muslo derecho. Puntazos corridos en cuello y espina ilíaca anterosuperior derecha. Pronóstico reservado. Fue trasladado al hospital San Francisco de Asís para un estudio radiológico”.

Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de Dámaso González.

La plaza de Las Ventas acogió el último festejo nocturno de la temporada antes de adentrarse en el mes de septiembre, marcado sobremanera por la Feria de Otoño. Y lo hizo con un festejo que dejó con la miel en los labios a todos.

Sorprendió agradablemente el fino concepto del toledano Rafael González, que cortó una oreja después de evidenciar unas maneras muy interesantes. Tuvo también altibajos, normal dado su escaso rodaje, pero el conjunto de su actuación ilusionó a los tendidos. El trofeo llegó en el tercero, el único novillo que sirvió de un deslucido y complicado envío de Santa Teresa, de esos que, en Madrid, confirman lo fugaces que son las ilusiones de los que se anuncian en la canícula de agosto.

González corrió la mano con soltura y asiento, con temple y buen trazo. Mejor por el derecho. El espadazo que cobró corroboró su valor.

En el sexto puso toda la carne en el asador, mas esta vez se estrelló con un animal que se defendió con mal estilo y se negó en redondo a embestir.

Manuel Ponce representó la otra cara de la moneda. Y en dos sentidos diferentes. No llegó a acoplarse con el noble y paradito segundo; y salió por los aires en el quinto, que lo dejó fuera de combate. Aciago debut el del novillero chiclanero.

Y el director de lidia, Borja Álvarez, tuvo que bailar con la más fea. Complejo y de aviesas intenciones fue su primero, con el que cumplió sobradamente el trámite, con oficio, pero sin llegar al objetivo. Y el cuarto, que le propinó una espeluznante voltereta en el recibo de capote, tampoco fue oponente propicio por su evidente falta de fondo, y el torero alicantino no volvió a pasar de voluntarioso.