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Muere Dick Gregory, el cómico que ridiculizó el racismo en Estados Unidos

El artista rompió barreras raciales y tras conquistar el estrellato se volcó al activismo

Pablo de Llano Neira
Dick Gregory, en una imagen de 2012.
Dick Gregory, en una imagen de 2012.Matt Sayles/Invision/AP

Dick Gregory ridiculizó el racismo con sentido del humor. Fallecido a los 84 años el sábado en Washington, el éxito como humorista le llegó en 1961 tras deslumbrar en Chicago al público blanco del Playboy Club de Hugh Hefner. Ese año recibió las llaves de su ciudad, St. Louis (Misuri), donde sin embargo un hotel le denegó la entrada. "Me dieron las llaves de la ciudad y después cambiaron todas las cerraduras", bromeó. Arrancaba la década de los derechos civiles.

Al principio, Gregory, nacido en una familia muy pobre de madre sola con seis hijos durante la Gran Depresión de los años treinta, no creía que su ingenio cómico pudiera ser una herramienta de cambio. "El humor puede ser tan útil para solucionar los problemas raciales como para curar el cáncer", dijo.

Pero sus logros tenían relevancia social. Fue el primer cómico afroamericano que triunfó a lo grande en locales reservados a los blancos, conquistando la popularidad nacional sin miedo a evidenciar con humor sutil el absurdo de la discriminación en Estados Unidos. "La segregación no es tan mala. ¿Han oído alguna vez que en un accidente de bus se lesionen los que van al fondo?".

Siempre sobre un taburete, traje oscuro y corbata, pitillo en mano, Richard Claxton Gregory rompió barreras. El semanario Time le hizo un perfil. Jack Paar, presentador de un programa nocturno de gran audiencia, lo invitó como entrevistado a un show donde los negros solo habíancumplido hasta ese momento el rol de animadores. Gregory sumaba miles de dólares a la semana y los aplausos lo seguían por todo el país.

Entonces la lucha por los derechos civiles empezó a atraerlo. Comenzó en 1962 yendo a una manifestación por el derecho al voto de los negros en Misisipi. En 1963 ya se había comprometido a fondo y le tocaban los primeros arrestos. El cómico estrella viraba hacia el activista que recibía porrazos. En 1965 llegó a sufrir una herida de bala leve en una pierna durante los violentos disturbios del barrio de Watts en Los Ángeles. A medida que la década avanzó, Gregory fue sustituyendo las veladas de risas y dólares en clubes por las conferencias de proclamas políticas en los foros de las universidades. Se presentó a la alcaldía de Chicago e incluso a la Casa Blanca con el Partido de la Paz y la Libertad. En la arena política, donde más sudó, no fue celebrado como en el escenario.

Con los años su figura fue perdiendo brillo. Gregory se afincó en los márgenes, respetado por sus principios y su talento pero más bien ignorado por su deriva política con inclinación hacia las teorías de la conspiración. Desde los asesinatos de John F. Kennedy y Martin Luther King hasta el 11-S pasando por la epidemia del crack, Gregory veía la mano negra de los poderosos que controlaban el sistema. En paralelo, se interesó tanto por la nutrición saludable que comercializó fugazmente un producto dietético. En 1999 superó una leucemia para la que prefirió sus remedios botánicos a la quimioterapia.

Tuvo una casa con finca de 1.600 metros cuadrados y la perdió. Tuvo once hijos a los que no se entregó porque dio prioridad a la militancia política.

En unos Estados Unidos donde resurge estos días la controversia racial, la muerte de Gregory, de fama diluida hace mucho, ha recibido una cobertura notable pese a haber coincidido con la del cómico blanco Jerry Lewis, celebérrimo hasta el último día.

El firmamento de los artistas negros le ha rendido honores al pionero y valiente Dick Gregory. "Un contador de verdades, un cómico que te hacía caer de la risa", ha escrito Woophi Goldberg. "Un general de cinco estrellas en la guerra por los derechos humanos", ha puesto en las redes sociales Samuel L. Jackson: "Me alegro de haber estado en tu mundo".

En el mundo de Dick Gregory, cuando Jackson era un niño, una vez el cómico paró a comer en un restaurante del Sur profundo de América y la camarera le dijo: "Aquí no servimos a personas de color". Él respondió: "Está bien, yo no como personas de color. Basta con que me traiga un pollo frito".

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