La carga de la responsabilidad bélica
A través de variados puntos de vista, Poppe se adentra en la historia con pulso de narrador
"Un pueblo que cede ante un agresor extranjero no merece vivir". La frase es de Adolf Hitler, pero la adoptaron como propia el Parlamento noruego, el 9 de abril de 1940, y posteriormente su rey, Haakon VII, para no plegarse ante las exigencias de la Alemania nazi, invasora de su país. El monarca, uno de los pocos que había sido elegido por sus propios ciudadanos, con una mayoría aplastante de apoyo a la monarquía en un referéndum del año 1905, ni siquiera era noruego, sino danés. Pero las convicciones democráticas y de soberanía popular del rey se impusieron a la decisión más fácil: rendirse ante el poderío militar alemán y evitar una guerra con muchos muertos.
LA DECISIÓN DEL REY
Dirección: Eric Poppe.
Intérpretes: Jesper Christensen, Anders Baasmo Christiansen, Tuva Novotny.
Género: político. Noruega, 2016.
Duración: 127 minutos.
Unas jornadas clave para la historia del país escandinavo que el director Eric Poppe narra con convicción en la muy interesante La decisión del rey, crónica minuciosa de los apenas tres días que llevaron desde la amenaza nazi y los inicios de la invasión hasta la declaración de guerra. Un relato fundamentalmente de corte político, que también se adentra por momentos en el cine bélico, que siempre está pendiente de la precisión histórica, y que tampoco abandona el drama de una familia real, con niños incluidos, que tuvo que correr, literalmente, bajo las bombas alemanas.
A través de variados puntos de vista (el poder y la cotidianidad de la familia real; las labores diplomáticas del embajador alemán, Curt Bräuer; las conversaciones del gobierno y el parlamento noruego; las tropas alemanas, y el ejército escandinavo), Poppe se adentra en la historia con pulso de narrador, capturando con notable trascendencia los dos grandes subtextos de un tiempo crucial: la levedad del poder, y el imposible dictamen de un ser humano que, ante una situación trágica, debe firmar (o no) un papel que, de un modo u otro, supondrá muertes, dolor y degradación. Poppe, al que solo se le puede achacar su obstinación por los innecesarios reencuadres con el zoom en su puesta en escena, sabe encontrar la gama de grises en un suceso en el que, a simple vista, únicamente hay héroes y villanos. Y lo hace a través de las figuras de los fascinantes personajes de Bräuer y del príncipe heredero, Olaf V, más enérgico e impulsivo que el siempre templado Haakon.
Todo ello sin perder de vista, dentro del guion y de los diálogos pero fuera de la visualización, la tentativa de golpe de estado del líder nazi noruego Vidkun Quisling, y mostrando la heladora espera de los chavales del esquelético ejército noruego, como un silencio en la nieve que ejerce de metáfora de los tres días de duda y honra de un país de estratégica importancia militar y económica para el salvajismo nazi. Cine de la política, cine de la humanidad. Para aprender, entender y recordar.
Babelia
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